Sinmortigo


Dediqué los últimos minutos de la noche a bañarme, todo lo que fuese posible para intentar borrar los moretones en mi cuerpo, que aunque solo yo los veía, dolían con locura, carcomiendo hasta el más mínimo de mis huesos. Las lágrimas se confundían con el agua que corría, tan siquiera valía la pena ya percibirlas, era demasiado tarde para hacerle caso a mis sinuosidades, vacías quedaron junto a los viejos muebles sin uso, las horas olvidadas y los restos de mis celos.

Una sala vacía y ventanas sin cortinas con los vidrios rotos. Paredes de adobe y silencios prestados, recurrentes volvían cuando no los requiero; los obscuros pasadizos se veían más claros en mis recuerdos, por lo tanto ahí escogeré que se guarden mis secretos.

Abro los ojos para restregar mi cuerpo, se ha teñido la bañera de un rojo intenso, veo como mis pies se adormecen; en medio del remojo de mis alientos, vuelvo a creer en el Dios de los que ya han muerto. Dejo caer mi cuerpo con el peso que cae el orgullo al suelo, cubierto estaba mi diario por la neblina de una ducha caliente, los espejos empañados donde antes solía escribir mis frases elocuentes, esta noche se enaltecen de mis sueños célebres, aquellos que abracé cuando fui demasiado ingenuo.

Divagaba mi mente aún por los corredores que faltaban. La mecedora vieja del abuelo, la bodeguita verde donde habían nacido los perros, una carretera pintada en el patio trasero, torcida como veía mi camino alterno, lleno de calles sin salidas y señales borrosas, más solo que los desiertos, más frío que los polos y más yermo que mis fugaces pensamientos. Los barrotes pintados que simulaban la firmeza de quienes recluía, se veían tan débiles ya, dejándolo todo indulto, dispuestos a liberar las prisiones, las cadenas, los sinsabores de una vida a merced de quien la dispone, súbdito electo de los nuevos testamentos.

El agua se había agotado, ya casi no quedaban gotas salientes, así como casi ya no quedaba vida en este cuerpo. El violonchelo de la vecina, los gatos en el techo, sonidos que acompañaban a entregar mi carta de renuncia, musicalización perfecta a mis misterios, pensaría en retomarlos cuando vaya a dar la bienvenida a quienes más quiero, cuando me corresponda ser el anfitrión de mi propio entierro y les pueda hablar sin tartamudeos. Esperé tanto por ese momento, que ahora que lo tengo me cosquillea los dedos y me pone a dudar. ¿Será esto lo que realmente quiero? Pero ya era muy tarde para los arrepentimientos, se había abandonado el último de los reflejos, ya no sería yo quien les dijese ‘lo siento’, sería más fácil que Gregorio dejará de ser insecto; mi burocracia era absoluta y testaruda, me había llegado el momento.

Bauticé mi reencuentro con un licor infrecuente por ahí de las tres, cuando no es lo moralmente correcto, rellené mis venas con alcohol para sanar más rápido por dentro, aprovechando combustiones para incendiar los aposentos; me recosté a esperar que el tiempo surtiera efecto. Cerrar los ojos nunca había sido el acto más genuino, para quedar despierto.

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Imagen «Autorretrato», autoría propia. 

Toc, toc.


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Buenas tardes, 

¿se puede pasar?

Vengo con las manos llenas

para ofreceros miles de cosas bonitas

(y alguna que otra un poco más triste)

pero siempre dulzura,

recién exprimida

para hacer el domingo un poco menos amargo.

Me presento: 

soy la chica de los lápices y las palabras desordenadas,

que se pierde con frecuencia

en los boles de fresas con nata.

El texto y la imagen son de mi autoría.

Aquí podéis ver mis cursilerías: http://lachicaimperdible.wordpress.com

Gracias por vuestra acogida ❤

lachicaimperdible

Cosecha de monstruos



Entre las extrañas y nocturnas líneas cíclicas de la siembra que sucedió hace muchos años, ahora comenzamos a cosechar nuestros deconstructivos sueños, enmarañados como selvas, que han sido instantes de anteriores tiempos. Salvajes han crecido los ideales; silvestres, separados, enajenados unos de otros. Hoy sumergidos en el caos reinante, la creación y el mundo que vive tras los espejos, son nuestro signo. ¡Monstruos creadores de realidades, irrealidades, surrealidades, suprarrealidades! ¡Laberínticos engendros noctámbulos de la pintura, la música, la palabra, el drama! ¡Agujeros negros de la noche que implosionan el aire y dejan el resto a la orilla del pensamiento! La digresión nebulosa, el movimiento aparentemente estático, el ritmo de los andares históricos y la profunda relación del artista con el mundo que puede ver al ser que se agazapa detrás de las cosas, hablarán por sí solas. La creación vibrará cuando este monstruoso engendro de mil cabezas, centinela de la Tierra, profane territorios ajenos, como los de vuestras mercedes.

Disfruten del viaje.
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