
Cierto día, un demonio conocido como Saratu, el descifrador fue atrapado y juzgado por los dioses mayores. La pena para Saratu fue la de pasar la eternidad en la prisión conocida como La galería de jarrones, una cárcel para delincuentes con habilidades destructivas en la que se depositaba a los prisioneros dentro de un jarrón restrictivo que convertía la materia física en astral, impidiendo su manifestación en el mundo material.
Gracias a sus sorprendentes habilidades, Saratu logró descifrar una manera de escapar. Usando ciertas artimañas, logró usar el estado inmaterial de su cuerpo para entrar en los sueños de uno de sus sirvientes. El sirviente, siguiendo las instrucciones, usó ciertos objetos de su amo para colarse dentro de La galería de jarrones sin ser visto. Una vez dentro, reemplazó el jarrón que contenía a Saratu por un señuelo. El jarrón señuelo emitía señales falsas de su presencia para poder engañar a los supervisores de la cárcel.
Luego de colocar el jarrón señuelo en su sitio, el sirviente activó otro de los objetos de su amo. El objeto estaba diseñado para usar como combustible al ser que lo activara, abrir un portal hacia otra dimensión y desparecer cualquier rastro que indicara su activación o destino. Así fue como Saratu escapó de La galería de jarrones y nadie, salvo él mismo, conocía la posición exacta del jarrón que lo contenía.
***
Eventualmente el jarrón llegó a parar al planeta Tierra. En la cárcel, los supervisores realizaban constante mantenimiento a los jarrones. Verificaban también que estos estuvieran siempre alejados de cualquier fuente de energía que pudiera absorber el delincuente. Ya lejos de aquellos cuidados, el jarrón que contenía a Saratu tuvo acceso a varias fuentes sutiles de energía.
Usando los recursos disponibles, Saratu recuperó algunas de sus habilidades. Sin embargo, el jarrón era un objeto de restricción muy poderoso. Liberarse de la prisión seguía siendo algo que estaba fuera de sus capacidades. Así fue como Saratu empezó un entrenamiento que llamaba rehabilitación aural.
Luego de algunos años de rehabilitación aural, Saratu recuperó su percepción extrasensorial, su telepatía políglota y su avanzada capacidad para descifrar patrones matemáticos. También, después de mucho tiempo de poner todo su intelecto en descifrar una vía para escapar del jarrón, se ideó una larga y complicada forma de hacerlo. Aunque todavía no podía moverse por voluntad propia, podía usar su telepatía para manipular a los seres humanos y así cambiar de sitio.
***
Luego de mucho buscar, Saratu al fin logró encontrar a un ser humano con el tipo de sangre adecuado para su plan. Manipuló todas las circunstancias a su alrededor para poder llegar, en calidad de adorno, a la casa del ser humano en cuestión, un niño. Saratu ya estaba donde quería y solo debía esperar a que el niño alcanzara la edad de veintiún años para poder usar su sangre para sus propósitos. Mientras tanto, usando su telepatía de forma sutil, moldeó secretamente la mente del niño para que creciera bajo ciertos ideales que le convenían. También lo manipuló para que se abstuviera de ciertos alimentos.
Entonces llegó el cumpleaños número veintiuno de Teobaldo.
—Buenos días, Teobaldo. Te hablo desde dentro de tu mente —dijo Saratu desde el jarrón, usando su poder de telepatía.
Teobaldo se exaltó al oír la voz, pero no estaba asustado. La manipulación mental de Saratu había surtido efecto muchos años antes.
—No te asustes, necesito conversar contigo —dijo Saratu, en un tono que transmitía la idea de que todo estaba bajo control—. Ven a la sala y lleva el jarrón a tu cuarto. Yo soy el jarrón.
Teobaldo no cuestionó, llevó el jarrón al cuarto y empezó a examinarlo.
—¿Qué buscas, Teobaldo? ¿Quieres hablar conmigo? —increpó Saratu.
—Sí. Reviso el jarrón para verificar que no estoy loco —dijo Teobaldo.
—No lo estás. Las historias que has leído todos estos años sobre demonios y pactos son ciertas. Vengo a ofrecerte el pacto que buscabas —dijo Saratu—. Sé que quieres grandeza y yo vengo a ofrecértela.
—Sé que los pactos tienen un precio —respondió Teobaldo—. Dime el tuyo y lo consideraré.
Dentro de la manipulación mental de Saratu hacia Teobaldo, estaba el inculcarle historias sobre pactos demoníacos, ideales misántropos y una sensación de superioridad moral. De esta forma, al ofrecerle el pacto a Teobaldo, este aceptaría sin poner objeciones. El hecho de que Teobaldo aceptara el pacto por voluntad propia era sumamente importante para Saratu.
—De ti solo pediré tu sangre y cierta alimentación ritual —respondió Saratu—. A cambio yo te daré acceso ciertos beneficios que detallo en un contrato.
—¿Dónde está el contrato? —dijo Teobaldo, interesado en analizar con calma la propuesta.
—Necesito que hagas algo para mostrarte el contrato —respondió Saratu, percibiendo que el adiestramiento de Teobaldo había sido un éxito rotundo—. Necesito que sigas las instrucciones que te voy a dar.
Saratu le dio instrucciones muy detalladas para crear un dispositivo electrónico que permitiría conectar el jarrón con su computadora.
***
Saratu estaba por terminar su plan para salir de prisión. Una vez que Teobaldo terminó el dispositivo de conexión con la computadora, Saratu usó sus habilidades para dominar por completo el sistema computacional y usarlo como interfaz de comunicación.
—Todo está listo, Teobaldo —dijo Saratu—. Enciende la computadora y podrás ver el contrato, imprímelo.
Teobaldo leyó con mucha atención, se tomó su tiempo. Luego de despejar todas sus dudas, consideró que el trato era bastante justo. Entonces se dirigió a la computadora y habló con Saratu.
—Quiero aceptar, Saratu —dijo Teobaldo.
—Entonces firma con tu sangre el contrato impreso y quémalo como se te indicó —dijo Saratu, bastante satisfecho por dentro—. Luego ven a la computadora y termina de seguir las instrucciones.
Teobaldo hizo tal como se le ordenó y regresó a la computadora.
—Bien, ¿ahora qué tengo que hacer? —preguntó Teobaldo, ya saboreando la grandeza.
—Instala la aplicación y empecemos con todo —respondió Saratu, que ya había preparado la computadora para ese momento.
Teobaldo instaló la aplicación especial de Saratu y la abrió. En esta se mostraban gráficos de todas las mediciones químicas y médicas del cuerpo de Teobaldo: glucosa, glóbulos rojos, glóbulos blancos, temperatura y una larga lista de etcéteras. Además de estos datos, se presentaba un itinerario completo de la alimentación exacta que debía seguir: tipos de alimentos, horarios, cantidades y otra gran lista de etcéteras.
—Está bien, me familiarizaré con esto —dijo Teobaldo—. ¿Desde cuándo puedo usar los beneficios?
—Desde este preciso instante —dijo Saratu, muy complacido.
***
Saratu necesitaba que, cada cierto tiempo, Teobaldo le diera de beber cierta cantidad de su sangre. La sangre de Teobaldo era el ingrediente principal de la receta que permitiría a Saratu recuperar su forma física. La sangre debía contener ciertos niveles de nutrientes que solo podían conseguirse mediante la dieta ritual. También debía ser entregada por voluntad propia y de un ser cumpliendo su más ferviente ideal. Esta era la razón por la que Saratu manipuló los ideales de Teobaldo, al igual que su alimentación. Solo haciendo las cosas como lo había hecho, hubiera podido lograr todos los ingredientes de su ritual. Con el tiempo, Saratu tomó cierta forma física, que usó para beber la sangre de forma más cómoda.
La alimentación ritual era un completo suplicio. Incluía temporadas de completa inanición, junto a otras temporadas de atracones y molestos cambios alimentarios. La salud de Teobaldo se veía constantemente afectada. Sin embargo, lo que él obtenía de Saratu era algo invaluable. Saratu funcionaba como un descifrador de contraseñas que Teobaldo usó para amasar una gran fortuna y un enorme poder político.
Teobaldo tenía un gran sentido de justicia social, inculcado por Saratu. Con el tiempo logró reunir un grupo selecto de seguidores. Junto a estos, empezó una campaña de hacktivismo que consistía en la revelación pública de documentos que implicaban en corrupción a miembros de los gobiernos de todo el mundo. Puesto que el trabajo de Saratu era impecable, nunca pudo rastrearse a quienes filtraron los documentos.
El proceso de revelación pública de dichos documentos se realizó por muchos años, de forma sistemática, y provocó un impacto social profundo en la democracia mundial. Las pruebas contra los políticos eran contundentes y, sin embargo, nadie iba a la cárcel. En todo el mundo estallaron protestas, se exigieron renuncias. La campaña de hacktivismo respaldaba al pueblo. Los políticos no podían usar los métodos convencionales para parar la situación. No podían comprar a nadie porque todos ya estaban expuestos. Empezaron las renuncias y los juicios.
Otras personas tomaron el lugar de los corruptos. Pero, de vez en cuando, se volvían a cometer los mismos crímenes. Entonces Teobaldo y sus seguidores repetían el proceso de revelación pública y los corruptos caían presos. Con el tiempo ya no se cometían actos de corrupción. Todos aquellos que ocupaban un puesto público se sentían vigilados. La corrupción a nivel público ya casi no existía. Teobaldo y su grupo manejaban los hilos de la política mundial a su antojo y se favorecían a sí mismos al no revelar sus propios actos de corrupción.
Con el tiempo el poder de Teobaldo y su grupo fue casi absoluto. Sin embargo, aunque Teobaldo no estaba enterado, estaba cercano el momento en que Saratu recuperaría su libertad.
***
—Bien, bestia, necesito acceder a otro servidor —dijo Teobaldo, con mucha arrogancia—. Dame la clave.
—¡No! —dijo Saratu, en un tono aun más arrogante.
—¿Quieres romper el pacto? —contestó Teobaldo, enojado con el demonio con el que había coexistido por años—. ¡Si no me das la clave arruinaré tu ritual comiendo lo que no se debe!
—¡No me importa! —dijo Saratu.
—¿Ah sí? ¿Y qué piensas hacer, estúpido jarrón?
—¡Matarte con mis propias manos!
En ese momento Saratu terminó el ritual que le había costado décadas. Recuperó su cuerpo y mató a Teobaldo. Luego, eliminó cualquier evidencia del asunto del jarrón y fue a buscar a los seguidores de Teobaldo, para acabar con ellos uno a uno.
Relato: Donovan Rocester
Ilustración: Blacksmith Dragonheart
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