Jenco Erzsébeth, en su forma «vampiresa infernal».
Cansado del camino,
cansado de buscar,
no sabes que más hacer.
En un impulso azul
amurallas tus ciudades,
cierras las puertas a todo
y pones a los mejores guerreros
a defender tu fuerte,
porque contiene de ti
lo más débil y vulnerable.
Construí el arma perfecta
y cayeron todas las sombras.
Vencimos a las más poderosas
y hasta las guerreras más refulgentes
sucumbieron ante el huracán más potente.
Muchos buscan la mujer perfecta,
al hombre perfecto,
pero yo solo quería
a mi complemento perfecto.
Pero Bardiel llegó
a la ciudad de los héroes
y trajo consigo el remedio
para calmar el impulso azul.
Sus cálculos acertaron:
su magnetismo perfecto
sobrepasaba todos los diseños
que creí imposibles.
«¡Código azul!»,
gritaron los guerreros
y todos claudicaron
al efecto del rojo,
el rojo carmesí.
Era la respuesta
en forma y apariencia;
el arma perfecta
fue superada
por quien ahora reina.
El alfarero forma el barro,
el carpintero, la madera,
y yo que soy de acero,
¿quién me doblega? Magnetismo supremo
es el secreto.
Mi vibrante acero resuena
ante sus bobinas reluctantes.
¿Puedes ver tú
su campo magnético en la imagen?
Rojo, azul.
Represión, impulso.
Algo está al revés.
Así es un complemento,
júntalos, funcionan y resuenan.
Resulta para todos:
positivo y negativo,
inductivo y capacitivo,
femenino y masculino,
química y física,
guerreras y dragones,
vampiresas y alfiles
como esta y aquella imagen: impulso azul.
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