«El guardián de la puerta I: 1. Canción de los caídos» – Müggenburg


«El guardián de la puerta I: 1. Canción de los caídos» – Müggenburg

Andariel es un joven que ha despertado dentro de otro universo tras haber perecido en su mundo anterior a causa de una persona en la que confiaba. Su vida pasada cruza ante sus ojos a la par que duerme cerca de un árbol junto a su fiel acompañante, un reno ancestral, con quien tendrá que escapar de la oscuridad una vez que despierte de sus sueños.

A través de los recuerdos del protagonista descubriremos su lugar de origen: el reino de Karzos. Allí, líderes y fuerzas del ejército se preparan para recibir una sospechosa visita de los lores de Toxoc, un Estado conocido por su espíritu combativo. El rey karzo liderará el encuentro junto con sus dos hijos, Ermes y Andariel, quien poco a poco descubrirá los planes de quien lo traicionó y deberá detenerlo antes de que su peor temor suceda, por lo que necesitará la ayuda de sus amigos para descubrir lo que en verdad sucede en Toxoc,

En El guardián de la puerta I: 1. Canción de los caídos, Müggenburg nos relata, por medio de descripciones vívidas e incluso sumamente explícitas, las andanzas del protagonista y de sus compañeros en busca de respuestas y acuerdos para salvar a Karzos del peligro.

En la primera entrega de esta saga, que nos atrapa página tras página, conoceremos el inicio de una historia que incita a la fantasía, y que deja abierta la puerta para saber más sobre Andariel y su destino final.

SOBRE EL AUTOR

X. Müggenburg. Nacido en México en los años 19XX, comenzó a escribir su serie de novelas «El guardián de la puerta» once años antes de que fuera publicada su primera entrega; es amante de la literatura de fantasía y ciencia ficción.


Entrevista con el autor

Editorial Salto al reverso (ESAR): Canción de los caídos es la primera parte de una serie llamada El Guardián de la puerta, podrías contarnos más acerca de ella. ¿Qué te inspiró a escribirla? ¿Cuánto tiempo llevas con este proyecto?

Muggenburg (M): La verdad he sido un gran fan de las historias de fantasía, mi vida se ha desarrollado alrededor de ellas y con la lectura de varios libros y tras haber visto algunas series, me gustó la idea de escribir una historia acerca de lo que me gustaba.

Llevo once años más o menos con este proyecto y, tras tanta lluvia bajo el puente, he decidido enseñarla al mundo; una historia que espero le guste al público.

ESAR: Cuéntanos más acerca de la trama de Canción de los caídos, la primera entrega de esta saga de novelas.

M: La trama se realiza en una edad cercana a la media con algunos aspectos mágicos y pequeños avances tecnológicos para la época, no obstante, creo que están bien plasmados para no dar paso a una gran diferencia.

ESAR: ¿Ya estás trabajando en las siguientes partes? ¿Qué pueden esperar tus lectores?

M: En efecto, los siguientes libros de la primera parte de El Guardián de la puerta ya están siendo escritos, y poco a poco serán entregados al público para que de igual forma puedan disfrutar de las siguientes partes.

El público puede esperar una historia dirigida al público adulto, rica en contenido y con mucho de qué hablar, tomando en cuenta una trama épica que contará poco a poco la historia de Andariel y sus viajes.

ESAR: La portada del libro resulta interesante por sus patrones de figuras coloridas. ¿Podrías comentarnos más acerca de ella?

M: La portada del libro tiene un comienzo interesante. Fue planeada para, de cierta forma, contar en un pequeño gran resumen la historia completa de lo que contiene este libro y los próximos; sin embargo, aliento a la gente para que de igual forma preste atención a las portadas de los siguientes libros. Para dar una respuesta un poco más amplia: le di a leer el libro a Iñigo, quien me lo pidió para tener una idea de qué colocar y, al entregarme su diseño tras terminarlo, me encantó.

ESAR: Agradecemos mucho tu confianza al publicar con Editorial Salto al reverso. ¿Podrías comentar a tus lectores cómo fue el proceso de edición de esta novela?

M: La verdad el proceso de edición es complicado y por eso mismo agradezco a mi editora por el gran apoyo que me dio para que el libro pudiera salir a la luz.

ESAR: ¿Hay algo que desees agregar?

M: Quiero agradecerle a la audiencia por leer mi libro una vez que salga y espero que de verdad lo disfruten tanto como yo me enamoré al escribirlo. Por otro lado, también quisiera decirles que en el libro hay dos números, significando con esto que esta entrega será el primer libro de la primera historia.


Imagen de portada
Iñigo Mendoza Müggenburg

Diseño de portada
Fiesky Rivas

Coedición
Paulo H. Plasencia

Corrección ortotipográfica y de estilo
Carla Paola Reyes
Melanie Bermúdez

Materiales promocionales
Mayté Guzmán

Community Management
Donovan Rocester

Prefacio y edición
Carla Paola Reyes

Editorial
Salto al reverso

Primera edición impresa y electrónica (2022)

EDICIÓN IMPRESA
‎ 13.97 x 21.59 cm
348 páginas

Amazon
(Paperback)
ISBN: ‎ 979-8361708482

(Hardcover)
ISBN: ‎ 979-8361711352

Bibliomanager / Librántida
(Paperback)
ISBN: 979-8987224915

Disponible en Amazon:

Formato tapa dura

Formato tapa blanda

Kindle

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Viaje al olvido


Imagen por Luke Stackpoole (CC0).

Paseo por la ciudad gótica y siento que nada ni nadie me pertenecen. Bajo un mismo cielo se ocultan las tristezas y desasosiegos de quienes pasan por mi lado, y yo prefiero no tocarlos, decido no ser, no verme.

Me enseñaron una vez, aunque recuerdo más, que el olvido es la respuesta para todo aquello que pueda resultarme incómodo o doloroso; incluso es mejor que la mala memoria, porque no queriendo recordar, mi mundo se transforma en un crisol de posibilidades remotas y verdades inciertas, pero mías, ajenas a todo lo que alguien pueda enseñarme a la fuerza.

Olvido por un instante que algún día moriré para siempre, es mejor así, y me permito ignorar una mirada o evitar la sonrisa de alguien que quizá necesite la mía. No importa, en esta ciudad cada quién camina solo y a menudo, quien va acompañado no siente la presencia del otro. Prefiere volar su imaginación con los ojos fijos en las vallas publicitarias deseando ser quien no es, o ir donde nunca soñó. Yo sigo el rumbo de mis pasos silenciosos, temo que alguien me descubra y desee seguirme. No tengo nada para darle, estoy vacío, pero no dejé lugar para llenarme.

A través de los auriculares escucho una y otra vez mi canción favorita, una de Sabina. Meneo mi cabeza al ritmo de la música sentado junto a alguien que parece dormido o se lo hace, mejor así. Agradezco la ventana para distraerme y conectar solo con las nubes, el asfalto me inquieta, me muestra que todas las pisadas se parecen, y que la calle nos obliga a caminar del mismo lado, aunque a distintos ritmos. No puedo mirar abajo, yo no soy como los demás, no comparto sus fracasos ni sus logros, nunca desearía esas metas.

Hoy se me olvidó dar las gracias por algo que no recuerdo, y al salir a trabajar un mensaje de texto me reclamó que parecía que ya no la amaba.  Ahora que lo pienso hace tiempo que no le digo «Te quiero», aunque bueno, sigo con ella a pesar de algunos problemas, y ayer me senté a su lado en el sofá, la abracé un rato porque parecía triste, eso debería bastarle.

Bajo una estación antes, necesito aire. Lo primero que respiro es el olor de los puestitos de la calle. Ese festín polvoriento me quita el hambre. Conozco de lejos a la familia que regenta ese pequeño negocio, pero olvidé sus nombres. Quizá alguna vez me ofrecieron un bocado, no recuerdo. Evito mirar y me ahorro un saludo. Además, me deprime la fila de gente estresada que se amontona a pedir su orden, invaden la calzada y entorpecen mi paso. Me abro paso a empujones y a algún que otro pisotón. A quién le importa, se me olvidó si pedí permiso o perdón.

La música en mis oídos me transporta a un mejor lugar, a mi propio mundo de ficción y de felicidad desconectada. En la entrada al edificio está el mismo indigente de todos los días. Ya no me mira, sabe que nunca traigo monedas o que invento una conversación imaginaria por el móvil para parecer ocupado. Pronto lloverá, no sé qué haga ese infeliz para no mojarse, pero yo desde luego no me quedaré para saberlo.

Subo las escaleras que llevan a mi casa, escucho las risas de mi hijo. Relajo mi cara maquillada de ilusión y abro la puerta.

—¡Hola, papá! ¿Trajiste pizza? ¡Es viernes!

Su viernes especial, el viernes de pizza, dulces y película.

—¿Y los dulces? ¡Ay, papá! Se te olvidó…

La decepción en la cara de mi hijo me recuerda quién soy y lo que hago. Pero no pasa nada, él tendrá que superarlo y a mí en unos segundos seguro se me olvida, o quizá no.

Canción al revés


Estoy a un nombre de conocer tu paso,

y tengo en la punta del alma el suave ronroneo de tus labios.

Te duermo en cada amanecer, cuando el susurro de la luna despierta el día,

y en cada pincelada de café,

remuevo aquel color con el que te beberé sin prisa.

Deseo morir, gozar al fin una vida eterna de quererte,

pisando la cima de aquel beso nevado que me asomó al infierno.

Hoy te imagino en este mundo invisible,

luchando en este duelo a punta de placer,

desde donde unas líneas ausentes de sonido,

reescribo esta historia hecha canción, sin ritmo y al revés.

Abril cotiza en bolsa


 
 
 
 El caso fue cerrado
 por falta de pruebas,
 pero el hecho es que alguien
 se ha robado el mes de abril.
 Inexplicablemente
 el atraco más insólito de la historia
 solo fue difundido
 en una canción.
 Se desconoce con qué intención
 el ladrón huyó con esos 30 días
 del calendario.
 La gente tira de donde puede
 con esta condenada crisis
 y, sin embargo,
 pudo haber atracado diciembre
 o los meses de verano
 que son los más jugosos
 del año.
 Nadie se explica
 quién se ha robado
 el mes de abril,
 pero se ha detectado
 un paquete de días
 que ya cotizan en bolsa
 y es que el tiempo  
 ahora es un bien escaso
 tal vez más volátil
 que el capital financiero
 que el dinero
 o que la vida misma. 

Canción dormida


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Imagen: Mathew Schwartz

Me enredo en el murmullo de tu vida

desde la vacuidad de este espacio lejano,

lleno de ti.

Llueve sobre el lienzo azul de tus ojos,

el silencio de un amor imaginado.

Frágil, la vida es el cristal que me detiene,

que hiere sin tocarnos.

En medio de mil mares que nos rugen,

ahogo mis días sin calor,

y escribo en el exilio de este cielo

sin estrellas, la nota de tu voz.

Amar a lo invisible es mi condena,

pero hallo en el fuego de este caos

un grito de esperanza,

el beso que sacia cualquier pena.

Tú, letra arrugada en mi alma escondida,

la luna en mi ventana,

y el baile que llora suspendido

en el sueño que robó mis madrugadas.

Tú, secreto guardado entre mis ropas,

la música que mueve mis sentidos,

y el reloj atrapado en la canción

del tiempo adormecido que no fuimos.

El vuelo infinito


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Imagen por Andrew Worley

Ella —no importa aquí su nombre— siempre imaginó tener una vie en rose hasta que una tarde cualquiera, mientras preparaba una fiesta familiar, se le reventó un globo. Fue entonces cuando recordó el suceso de días atrás, otro se le había escapado por la ventana.

En aquella ocasión intentó atraparlo de forma desesperada, pero el globo, empujado por el aire, se elevó azaroso hasta casi alcanzar una hilera de nubes grises y se perdió de vista, al igual que todo lo que había deseado conseguir en la vida. Él también, alguien inalcanzable y demasiado importante, tanto, que ella se sentía demasiado común.

Él tenía casi todo lo que deseaba y mucho más. Sin embargo, ella se consolaba con pintar sus anhelos en una pared o escribirlos sobre la almohada. Él, de cuyo nombre a veces prefería no acordarse, se despertaba ciego por tanta luz artificial y moría cada día un poco, sediento del paisaje y el calor que, todavía sin saberlo, solo ella, auténtica, tierna y veraz, podría ofrecerle.

Ella necesitaba cerrar sus ojos para estar con él, y él en un solo parpadeo se rodeaba de un enjambre de reinas vanidosas y complacientes. Pero él, a veces imaginaba un mundo más pequeño, el mismo donde vivía ella, una galaxia lejana y cercana a la vez, un espacio tejido de estrellas que abrazara a dos mundos.

Una mañana de abril él presentó su última canción, y ella sintió que le hablaba. Sonrió,  dibujando en su mente la idea de que, quizá, él podría mirarse en aquellos ojos o inspirarse en el fino y delicado cuerpo que no tenía ni de lejos el glamur y la perfección al que él seguramente estaría acostumbrado.

Ella, en sus momentos de calma y sosiego escuchaba esa canción, en un ansia de conocerlo un poco más y él, la tarareaba casi a diario para salir de una realidad aparentemente impecable y completa.

Al final del día, ella guardó el globo reventado en un cajón, como quien a pesar del dolor se empecina en atesorar un corazón roto. Y así, mientras ella trataba de llenar esa hueca ilusión, en otro punto del universo, él llegaba a un reconocido teatro donde una multitud lo esperaba para celebrar el lanzamiento de su primer single. Ella se hundió en el sillón y permaneció atenta a la televisión. Se imaginó allí, caminando ufana de su brazo; mientras él, mantenía una sonrisa arcaica y atendía con un desmedido entusiasmo a la prensa para huir de las enloquecidas fans que peleaban por un autógrafo, una mirada o una foto robada.

Ella lloró colgada en la añoranza de un tiempo en que creyó que sería feliz, mientras con el dedo índice acariciaba su nombre escrito en una página húmeda. Y casi al amanecer, se rindió al sueño, agotada de tanto llorarle al corazón a través de las líneas de aquel diario más ideal que íntimo.

Él, casi ahogado en alcohol, deshizo el nudo de su corbata y se sentó en la cama de aquel nuevo hotel en aquella desconocida ciudad. Apuró el último trago del whisky que pidió minutos antes y con su pulgar repasó las imágenes de su teléfono móvil con desgana, como un condenado que lee su sentencia de muerte.

Cuando despertó, ella tenía los ojos hinchados y trató de evitar la luz del nuevo día ocultándose bajo las sábanas. En la habitación de aquel hotel, él se recostó sobre la cama y miró hacia la ventana. Vio un globo, el único que sobrevivió a aquella extravagante fiesta nocturna. Se había enredado entre las plantas del balcón. Sonrió, dejando caer el vaso que sostenía sobre la alfombra. Recordó las fiestas infantiles de la escuela, el olor a comida casera en el jardín de la vivienda familiar, el suave tacto de su madre apartándole un mechón de su cabello y, años después, el primer beso en su dieciséis cumpleaños. Echó de menos aquella vida y al muchacho que fue.

Ella se dirigió al trabajo como un autómata. La música fluía a través de sus sentidos, era el refugio donde descansaba su alma y donde vivía amorosamente libre con él. Decidió cambiar el rumbo habitual y atravesó el parque descalza. Era temprano y el rocío de la mañana se sentía como un bálsamo bajo sus pies. Deseó quedarse ahí todo el día y de noche, buscaría escapar de aquella vida para siempre. Pensó en él, en su guitarra y en aquella última canción, para ella, de él, para los dos.

Finalmente, él se levantó y metió el globo en su habitación. Lo ató a una silla frente al escritorio y se sentó. Entonces, invadido por un gozo secreto cerró los ojos y la vio a ella. Sus labios desearon recorrerla con las mismas ansias con que escribía otra canción:

Someday, somewhere far from this gray, I will be in the blue of the sky. Can you see the color of this big balloon? This is my life, this is my heart talking about you… loving you even though it does not see you… 

(Traducción: Algún día, en algún lugar lejos de este gris, voy a estar en el azul del cielo. ¿Puedes ver el color de este gran globo? Esta es mi vida, este es mi corazón que habla de ti, que te ama aunque no te ve…).

© Nur C. Mallart

 

Alejandra


A Alejandra Pizarnik

Hablan de tus demonios y no
ponen cara a tu espíritu.
Hablan de tus males y no se apenan
al hacerte princesa de la miseria.
Hablan de tu cárcel, pero no de
lo sobrenatural de tu canto libre.
Hablan hablan hablan hablan
y dicen tu nombre en vano.
La angustia reina para todos,
a todos se acercan los demonios
y todos nos hacemos jaula, alguna vez.
Hablan hablan hablan hablan
pero regresas cuando pronuncio
tu nombre, Alejandra. Eres canto
en mi invocación y pájaro que migra
y cría desde mi norte hasta mi sur.