Poda invernal


Las tijeras chirrían.
Mis cuatro brazos
—esqueléticos—
se debilitan.
Necesitan reposo
tras un invierno duro y seco.
Mis hojas
—ropajes de bronce—
tiemblan poblando el suelo.
Se llevan mi riqueza consigo
y la esparcen aleatoriamente.
Psicopompos se acercan
cortando mis lazos
a dos yemas.
Dejándome los pulgares necesarios
para futuros brotes.
Vástagos
de esta sufrida poda invernal.
Rebrotes retoñadores
de ese corte padecido
y germen de cosecha abundante.

Cosecha de monstruos



Entre las extrañas y nocturnas líneas cíclicas de la siembra que sucedió hace muchos años, ahora comenzamos a cosechar nuestros deconstructivos sueños, enmarañados como selvas, que han sido instantes de anteriores tiempos. Salvajes han crecido los ideales; silvestres, separados, enajenados unos de otros. Hoy sumergidos en el caos reinante, la creación y el mundo que vive tras los espejos, son nuestro signo. ¡Monstruos creadores de realidades, irrealidades, surrealidades, suprarrealidades! ¡Laberínticos engendros noctámbulos de la pintura, la música, la palabra, el drama! ¡Agujeros negros de la noche que implosionan el aire y dejan el resto a la orilla del pensamiento! La digresión nebulosa, el movimiento aparentemente estático, el ritmo de los andares históricos y la profunda relación del artista con el mundo que puede ver al ser que se agazapa detrás de las cosas, hablarán por sí solas. La creación vibrará cuando este monstruoso engendro de mil cabezas, centinela de la Tierra, profane territorios ajenos, como los de vuestras mercedes.

Disfruten del viaje.
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