Sucede que dejé
desvestida a mi alma.
Sin ropajes cruzó
laderas, caminos,
ríos y montes.
Hizo de las nubes
su primer viso.
Pisó mentiras,
las que fingieron ante ella.
Sucede que corté
el lirio del balcón,
a ras de tierra.
Ese que sembraron,
una vez, tus manos.
Divagaba fluyendo entre lo que veía sin mirar
y lo que no llegaba a notar.
Consciente del brote de las hojas,
del ruido en la tierra,
haciéndose paso
para salir.
Sucede que entro en mi alma
y en ella me cubro contigo:
me acuerdo de ti y
me acuerdo de mí.
Sucede que era otra contigo
y eras parte de mí.
Sucede que marchito el lirio,
mi alma triste, impenetrable.
Sucede que tras el fino velo,
sopla el viento mi miedo.
Repartiendo brío
para primavera.