El ratón que no quería ser caballo


Foto de Giuseppe Martini para Unsplash.

Yo nunca quise ser un caballo, y menos, enganchado a una carroza. Mi vida como ratón me gustaba. Era peligrosa, pero yo estaba acostumbrado a vivir al límite, siempre con la adrenalina fluyendo. Era divertido.

La maldita hada madrina no me dejó elegir, ni a mí ni a nadie. Mira a los pobres lagartos, convertidos en aburridos lacayos, obligados a atender a la pánfila de Cenicienta…

Que sí, que qué lástima de muchacha, que qué vida tan injusta y todo lo que quieras, pero mírala qué pronto se le olvida la conciencia de clase. La sirvienta explotada y maltratada perdiendo el culo por codearse con la aristocracia, y sin el menor remordimiento por recurrir al mismo elitismo que a ella le amargaba la vida.

Yo nunca quise ser un caballo, y menos, domado. Como ratón, disfrutaba de mi libertad, consciente de que cada día podía ser el último, sin nadie que me controlara.

Nunca quise ser la mascota de una humana; al contrario, la vida era excitante esquivando trampas para alcanzar la recompensa de un pedazo de sabroso queso o de deliciosa tarta.

Sin embargo, aquí estoy, con el corazón tan acelerado como siempre, pero atrapado en este cuerpo enorme incapaz de liberarse del hechizo que lo mantiene sumiso, encadenado a una calabaza convertida en una carroza que no podría ser más cursi.

¡Maldita hada madrina!

A la menor ocasión, le roo la varita.

En el Jardín de las Adelfas


Tiempo atrás, el lirio blanco se balanceaba
entre las zarzas. En el Jardín de las Adelfas
entre nardos y azucenas, bailaban rosas,
claveles, celindas, pensamientos, narcisos
y cardos. Dos pasos errantes destrozaron
gran parte de sus ramas mas el lirio se
recompuso. Llenaba su pequeña corola de
agua, allí vendrían los gorriones a beber
llevándose las perlas de su cabeza entre
sus piquitos dorados. Sus maltratadas hojitas
no servían para lucirse, aunque taparan a las
hormigas de las lluvias más violentas. Las hormigas
agradecidas, regalaban a su tronco una lluvia de
cosquillitas de cerezas.Tiempo atrás, al lirio
blanco lo quisieron cortar para ponerlo en un
jarrón de cristal. Prefirió hacerse invisible
haciéndose una lamparita para todos los insectos
voladores y hormigas que ansiasen verlo brillar.