Transitar…


Estancias vitales que rememoran palmo a palmo nuestro presente,
nuestro pasado, pero que sigilosas e inciertas nos conducen al futuro.
Memorables e infalibles sensaciones de felicidad,
de nostalgia, de ternura, de paz.

En el momento exacto, dos suspiros reavivan la agilidad vital,
la sagacidad del quehacer cotidiano, de este solemne transitar.
De ese trajinar perecedero, amalgamado de tristezas y alegrías.

Transitar exquisito, de apaciguadas y afables emociones,
de delirios, de certezas, de amor, de locura, de pura vida.

Incólume imposible


Se puso en el ojal la sonrisa.
Acomodó la flor de sus labios.
Delineó las estrellas de mar de sus ojos.
Y entendió
que beberse el mundo
no era una consigna
propicia para intentar
con agua salada.

Pudo haber sido verdad


sueno-de-amor

Deslicé mis manos
Acariciando cada palmo de tu piel de seda.
Recorrí la geometría de tu cuerpo sin aristas,
Lentamente, saboreando cada milímetro.
Rocé tus labios ligeramente,
Saboreando la fresa destilada,
Mientras mis brazos te estrechaban
Más y más contra mi cuerpo.
Enredé tus cabellos entre mis dedos
Formando caracolas de hilos de oro.
Hicimos el amor envueltos
En un torbellino abrasador,
Y corrieron ríos de agua y sal por nuestros cuerpos,
Empapando el alma de delirios.
Quedamos en silencio
Entre jadeos de cimas alcanzadas,
Con las sábanas revueltas sonriendo
A la tenue luz de aquella lámpara.
Y apareció el rayo de luz por la ventana
Trayendo consigo realidades,
Se esfumó el sueño en el vacío
Y se formaron gotas de soledades.

Extraño tantas cosas…


Comparto con ustedes un viejo escrito que encontré en los archivos de mi computadora. Disculpen el tono.

Extraño tantas cosas…

Extraño esos días tan felices de la infancia. Esa vida en la que cada día era una aventura, en la que cada rodilla pelada era una nueva lección. Cada día de verdad se aprendía algo nuevo.

Extraño ir a donde mi madre cada tarde con algún nuevo invento, algún nuevo dibujo o algún nuevo cuentito y escucharla decir «¡Qué lindo mi amor!» Con ese amor que me llenaba de alegría. Me sentía invencible.

Extraño esos tiempos en los que cualquier cosa hacía orgullosa a mi familia, todos adoraban lo mucho que hacía ese muchacho. ¿Donde quedó todo eso?

Con cada paso que uno da el camino se torna más dificil, las fallas son más frecuentes, las victorias más pequeñas y aunque todos te apoyan sientes que los defraudaste, sientes que te defraudaste a ti mismo.

Sientes que puedes dar más, que puedes hacerlo mejor, pero no encuentras la manera de hacerlo.

Extraño tantas cosas…

Extraño las lindas amistades, la alegría con la que jugábamos. Esas amistades que poco a poco van desapareciendo. Cada viernes piensas en hacer algo y cada viernes ves que te quedan menos personas a quienes llamar amigos.

Extraño verte cada día y cada día odio el extrañarte. Odio recordar lo felices que eran esos días y lo distante que ahora estás. Tu indiferencia. Tu «tengo ganas de verte» y el poco esfuerzo que pones para lograrlo. Me odio a mí por no esforzarme lo suficiente para conseguirlo. Odio odiar y el saber que estoy odiando me llena de odio.

Extraño querer. Extraño amar. Extraño sentirme querido. Siento que olvidé lo que se sentía. Al parecer solo me queda lástima para compartir, solo siento lástima por las personas, todo siempre termina en eso. Me da lástima ser muy sincero, me da lástima llenar cabezas con mentiras, me da lástima ver tanto sufrir. Con la única persona con la que no siento lástima es conmigo. Ahí entramos en otros sentimientos.

Extraño ser niño. Los veo tan felices, tan inocentes y me hacen reir por un rato… Extraño jugar con mis primos, con mis amigos. ¿Quién inventó la madurez?

Extraño la humanidad antigua. Extraño los días sin dinero. Extraño los días sin ambición. Extraño estar en una canoa, pescando para la tribu. Extraño estar en un arbol siendo un simple mono. Extraño formar parte de la naturaleza.

Extraño tantas cosas…

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