El llanto de Sariel


«Los polvos de Sariel», por Blacksmith Dragonheart

Cuenta la leyenda que Sariel era miembro del Ejército de los Siete Arcángeles. Sus labores eran sagradas y contaba con la gracia de Dios. Sin embargo, un día durante sus misiones, Sariel cometió su primer error. Al igual que otros ángeles, empezó a mirar al mundo humano y quedó deslumbrado por la belleza de las hijas de los hombres. Sin embargo, aún no había cometido pecado alguno.

Pese a ello, Sariel adquirió el hábito de observar el mundo humano cada vez que podía. Pero, a diferencia de sus congéneres, éste no se dedicó exclusivamente a observar a las hijas de los hombres. Pasó siglos humanos observando, poco a poco, los actos de los seres humanos. Contemplando sus avances, sus errores, sus amores, sus odios, sus pasiones, sus guerras, todas las facetas de todas las personas.

Fue entonces como, sin darse cuenta, Sariel empezó a contaminar su corazón hasta el punto en que dejó de ser digno del Ejército de los Siete Arcángeles. Se le impidió el acceso al ejército celestial e incluso llegó a ver la caída de los ángeles expulsados del cielo por mezclarse con las hijas de los hombres.

A Sariel no fue necesario expulsarlo del cielo, él decidió exiliarse en la luna para observar a los seres humanos con más detalle. Al estar más cerca, empezó a ser capaz de leer sus pensamientos, sentimientos y emociones. Allí fue donde Sariel entendió la maldad inherente del ser humano y su corazón se volvió completamente el de un demonio.

El demonio Sariel empezó a odiar a la humanidad por todas aquellas atrocidades que llegó a contemplar. Lo que más trastornaba su mente, que ya no era perfecta, era el hecho de poder leer los pensamientos de las personas mientras cometían los crímenes más execrables. Sariel vio engaños, mentiras, chantajes, sobornos, corrupción, abusos, vejaciones, violaciones, torturas, secuestros, asesinatos, genocidios y una larga lista de etcéteras.

Sariel vio más de lo que pudo soportar. Un día, en su impotencia y desesperación, decidió arrancarse sus hermosos ojos y pulverizarlos. Concentró en aquel polvo todo su dolor y la poca bondad que le quedaba. Soltó el polvo hacia el mundo humano, con la esperanza de que los remanentes de su anterior estado de divinidad ayudaran a la humanidad a corregir su camino. Pero esto no ocurrió, la humanidad había llegado a un punto en que los polvos de Sariel ya no podían surtir efecto alguno.

Para este punto, el demonio exiliado en la luna ya no podía ver los eventos del mundo humano, pero podía seguir oyendo los pensamientos macabros de la humanidad. Retumbaban en su mente los lamentos de una mujer violada, de un niño devastado por la muerte de sus padres en la guerra, las súplicas de secuestrados y prisioneros, los llantos de una madre que pierde a su hijo en un asalto. Esos sonidos lo alteraban, pero aún podía soportarlos.

Aun así, la curiosidad del ciego Sariel no tenía límites y siguió buscando, ahora de forma deliberada, seguir ahondando más en la miseria humana. Agudizó el sentido de oír los pensamientos humanos y se adentró en la maldad profunda que ocurre entre las sombras y que solo es conocida por sus perpetradores y sus víctimas. Fue demasiado para su mente el conocer los crímenes de guerra, los asesinatos y violaciones en vivo expuestos en la Deep Web, el tráfico de órganos y demás aberraciones humanas clandestinas de las que muchos, por suerte, no conocen.

Sariel no tuvo esa suerte, pasó años vigilando aquello, llorando sangre por las cuencas vacías de sus ojos. Hasta que, en un acto completamente premeditado para acabar con su sufrimiento, Sariel cometió un pecado imperdonable tanto para un ángel como para un demonio. Utilizó parte de las plumas de sus alas, que él mismo se arrancó al perder su condición divina, y empezó a construir una daga con ellas. Al ser un demonio, Sariel podía ser dañado por aquella arma. El exiliado, ciego y trastornado Sariel forjaba su arma mientras lloraba sangre sobre ella. La sangre brillaba como fuego hasta que, cuando ya no pudo soportar el sufrimiento que le causaba la vigilancia del mundo humano, se apuñaló a sí mismo en el corazón. Siendo este el único caso registrado del suicidio de un ser divino.

Cómo vencer a la Nostalgia


Un día tuve un pequeño problema y recurrí a los jueces de Solaris para que me ayudaran. Ese día tuve mucha suerte como nunca, pues me atendió directamente uno de los sabios principales del consejo; la situación era extraña, pues los jueces generalmente delegaban sus funciones a otras personas con experiencia.
Expuse mi litigio, el viejo me dio la carta que necesitaba y me fui.

—¡Espera, joven! —me detuvo— ¿Tú eres el herrero que escribe para las tierras frías del norte?

—Sí, soy yo —contesté sonriendo porque me aguantaba las ganas de reír al oír que me decía «joven»… pero bueno, para él sí soy joven.

—Quiero mostrarte algo. —Se levantó de su cojín y continuó diciendo—: Ven, sígueme.

—Okey, gracias. —Obedecí, extrañado, pues al parecer los jueces no tenían mucho trabajo y este tenía tiempo hasta para mostrarme algo y contarme alguna de sus historias y, como herrero que se respeta, estaba listo para oír lo que el viejo tenía que decir.

Entramos al palacio y el viejo hizo una señal al guardia de que el sujeto detrás de él (yo) venía con él, pasamos por un pasillo algo estrecho y entramos en su habitación. De un cajón de su librero sacó una caja llena de fotos y cuadernos, y de allí sacó un viejo dibujo el cual me mostró.

—Mira, este dibujo lo hizo mi hermana hace muchos años —explicó el viejo juez—, creo que deberías documentar a este par de demonios en el bestiario que desarrollas.

La Nostalgia

—¿Y por qué el dibujo de su hermana es tan importante? Es decir, ¿es algo real?

—Sí, es real, ella presenció la corta batalla entre el Gran Jacob Dragonheart y La Nostalgia, e hizo este dibujo basado en ellosme supo decir.

—¿La Nostalgia? —pregunté, extrañado, al mismo tiempo en que reconocía al viejo Jacob, pero retratado en sus años mozos muy joven y delgado.

—Sí, estoy seguro que esta entidad es La Nostalgia, porque el esqueleto retratado en el dibujo es totalmente idéntico a lo que describe tu colega Donovan Rocester en uno de sus poemas.

Efectivamente, el sujeto del dibujo ilustraba a un joven Jacob, que en su mano derecha confiado casteaba un arte con el que aparentemente derrotó a La Nostalgia.

—¡Excelente material! ¿Cierto? —exclamó el viejo, viendo cómo me había quedado analizando el dibujo.

Luego de decirme que conservara el dibujo e insistir en que lo archive para ampliar el bestiario, me contó que su hermana mayor había conocido a aquel joven Jacob y que ella fue testigo fiel de aquella épica batalla entre él y la bulímica Nostalgia.

Dice que según lo que había escuchado, el mar al norte de la ciudad de Mardna estaba siendo contaminado y nadie sabía por qué. Luego los pescadores de la zona habrían reportado que un fantasma enorme vomitaba desde un barco putrefacto, y estaban alarmados por el ataque porque no había pasado mucho tiempo desde «La invasión de Oriente» y el ataque a la ciudad del Corazón de Blacks Gaea.

Las autoridades de ese entonces decían que no tenían los recursos en la ciudad de Mardna para enfrentar tal problema, pues la crisis de la invasión de Oriente también los había afectado y todos los recursos y tropas de la ciudad de El corazón de BlacksGaea estaban ocupados en amurallar la ciudad.

Pero, al parecer, en ese entonces no todo estaba perdido, pues Jacob Dragonheart venía al rescate desde las áridas tierras de Oriente y, al llegar, solo pidió una pequeña embarcación para enfrentar al enorme fantasma que contaminaba los mares.

La gente divisaba no muy de lejos que la entidad «pescaba recuerdos», como enuncia el poema, y que al parecer Jacob ya se sabía las artimañas de esta horrible entidad porque la venció en tiempo récord apostando al arte que casteaba en sus manos.

Dicen que Jacob absorbió en una sola bola de energía oscura todos los recuerdos y tesoros que estaban hundidos en el mar que La Nostalgia pretendía pescar, comerse y vomitar. Al quedar esta entidad confundida y con su anzuelo vacío, Jacob arremetió contra ella aquella bomba de energía oscura que logró recargar y convertir.

Nunca se supo si la entidad fue desintegrada definitivamente o solo abandonó este mundo para ir a otros donde su pesca le resultara fácil, sin héroes que la atacaran.

—Documenta esto, por favor —me pidió una vez más el viejo juez—, quizás muchos conozcan y ya hayan enfrentado a este horrible ente, lo hayan vencido, o por el contrario, convivan con él; pero nunca había escuchado una forma tan fácil de vencer a algo tan grande como La Nostalgia… o al menos el viejo Jacob lo hizo ver fácil ¡Escribe y documenta todo, por favor!

Y sí, no es tan fácil, quizás ya sabemos cómo vencer a La Nostalgia, pero ejecutar este arte de convertir los recuerdos en una bomba de energía para detonarla contra ella no es cosa sencilla. Yo mismo una vez traté de convertir mucha energía negativa en poder de ataque, pero mi alma sufrió mucho daño haciendo un «Impulso azul».

Seguiré estudiando estas técnicas y pronto redactaré sus respectivas instrucciones en mi cuaderno de Artes para que esté a disposición de todo el que quiera leerlas y no se lastime más, como yo.

Ariadne


He soñado tus ojos, he sentido la suave piel de tus manos jugando delicadamente con mi rostro. Escuché tu voz y sin dudas creía que de un ángel se trataba; así seguí durante múltiples sospechosas y crecientes lunas hasta que llegó el revés de las inesperadas fantasías.

Una tarde decidí entregarme al canto que vibraba en mis oídos y descender a las arenas de Morfeo. Mi curiosidad latía fuerte, desde mis ojos hasta mi fuente, acelerando los trotes de mi corazón nervioso. Cero sospechas del personaje que decidió aparecerse, solo sé que la sentía íntimamente familiar, su risa, su voz, el poder de su tacto. Como si con mi corazón jugara, sentía que mi espíritu sonreía con suma facilidad. Y así, en la cúspide de la felicidad ignorante, caí.

Esta niña que siempre veía en fragmentos, nunca a visión de un ser completo… Poco a poco cambiaba su forma, empecé a notarlo cuando el clima se tornaba húmedo y pesado. Un golpe de invierno, indicando la caída de las hojas y el marchitar de las flores, el despeje total de las ilusiones. En un solo golpe, la niña ya estaba lejos de un ser humano.

Frotándose el rostro con sus garras, arrancando violentamente sus cabellos, dientes corroídos chocando entre sí, simulando gritos de dolor y carcajadas agudas al mismo tiempo. Sus ojos, profundos globos verdes de hermosura caían brutalmente quebrándose en el suelo como dos esferas de vidrio. Su garganta se ensanchaba y un espantoso gruñido emanaba de allí, paralizando de temor cada vello, cada pestaña, cada pieza de mi sensible ser.

Aterrado, como si de mi peor pesadilla se tratase, me di a la fuga. Trotando tan deprisa como podía entre cada tropiezo que tenía, sus gritos desgarradores me perseguían, violándome los tímpanos y la inocencia de mi fe.

Desesperado por ocultarme trataba de llegar a una conclusión ¿Qué demonios sucedía? y ¿quién o qué era lo que a mis ojos buscaba? Bajo todo obstáculo esquivaba su mirada, hasta que di con ese pertinente pensamiento.

Uno de mis temores más reales, poderosos y constantes, la razón del evadir tan ágilmente el encuentro sagrado, la responsabilidad en concepto y la concepción de compromisos vitales.

Dicen que a los demonios los expones cuando de su nombre te vales. Dicen que el solo descubrirlo, te dará influencia sobre sí.

Solo me tomó un sacrificio poder dar con el secreto.

Muy en mi inferioridad se encontraban aquellas letras que componen su identidad.

Ariadne.

Desde mi ser, que aún duerme profundamente, te clamo perdón, te ruego por esperanza, te digo que cambiaré.

En mis brazos algún día podré recibirte.

Perdóname.

 

A aquella que nunca estuvo, tú, Súcubo


Mi cama

te extraña y se apiada de mi alma

tú, Súcubo, aire caliente infestado de sexo

que habitas en los más eróticos sueños

de los faunos

Me masturbo con tu ausencia

she-devil que nunca estuvo

recuerdo nocturno de ausente primavera

Si tan solo tus besos acallaran mi alma

y saciaran mi sed

                                                 (de amor)

si tan solo existieras

te abrazaria

en cadenas

y no te dejaria partir

Tu, Sucubo, imagen de aquella que nunca estuvo

hazte presente

desnudate ante mi

deja que sienta tu presencia

Mis lagrimas son muchas y poco mi consuelo

si alguna vez te eh vuelto a ver

no creo recordarlo

A aquella que nunca estuvo

este poema es para ti

(tan lejos del cielo como del infierno)

[…]