Inmortalizar las flores, el amor, el papel y las palabras. Huir del fuego, alabar al juego y jugar contigo hasta que la última flor se marchite o hasta que muramos quemados.
Porque te quiero siempre, porque siempre es hoy, cuando los adioses llegan mañana por la mañana.
Inventé una nación entera,
en la frontera de mi corazón y de mi alma,
con sus montañas, edificios y sellos postales.
Un lugar en el que las sombras no existen
porque nos reflejamos gatos.
Donde besamos tu mano
todos los hombres y sus reflejos-gato,
para rendirte culto,
para obsequiarte flores.
Una nación para tu principado,
donde por siempre seamos gatos,
donde por siempre seas (mi) princesa.
El primer pozo de los deseos del que se tiene un registro data del año 087 de nuestra era. El pozo se ubica en la colina de Tara y está resguardado por duendes y animales.
Lamentablemente, para muchos humanos es imposible siquiera verlo desde lejos. Ni siquiera los drones ni las radiografías logran detectar el pozo cuando el pozo no quiere ser visto. Afortunadamente, se sabe de dos formas de encontrar el pozo. La primera: un duende debe tomar tu mano y llevarte. La segunda: con una moneda mágica que solo se consigue en el mundo de los sueños.
… Hace días, tuve un sueño. Soñé que estaba con Ana María en un parque. Yo leía una revista de Salto al reverso y ella leía Cortázar.
Hacía tiempo que no la veía con sombrero y me tenía fascinado. Ella era la joya de la corona y yo no tenía ningún título nobiliario, pero estaba conmigo.
Fui solo por café, mientras ella me esperaba sentada en la banca. En el camino, tropecé con una rama y caí a un pequeño lago artificial. Los brillantes peces del estanque jugueteaban conmigo, se metían entre mis brazos y piernas y sentí que no querían que saliera. Y me hubiera quedado, pero esperabas un café.
Todo mojado, pedí dos americanos sin azúcar y un cruasán salado. La cuenta de ochenta pesos no pude pagarla, porque no llevaba más dinero que una moneda extraña que no me aceptaron en el quiosco.
… Esa mañana, cuando desperté, desperté mojado. En mi mano izquierda no traía nada, pero la derecha apretaba la moneda extraña del sueño.
Agua, como conductor universal; moneda, como figura onírica que trasciende realidades.
Agua, sueños, moneda, pozo, moneda, sueños, agua.
… Hace poco descubrí que tengo en mi poder una moneda que me permitirá pedir cualquier deseo, en un pozo que está al otro lado del mundo. Irónicamente, no tengo dinero para un boleto a Irlanda ni deseo nada del mundo, porque mi mundo está completo cuando, en la realidad y en los sueños, puedo sentarme en una banca a leer con Ana María.
En una de las habitaciones del Gran Hotel Belle Époque, de la Ciudad de Nueva York, la mucama María Dolores encontró sobre la cama una nota que decía:
«Instrucciones para tomar un martini. »Ingredientes: »Hielo, vermouth y ginebra »Aceitunas para acompañar »Preparación: »Mezcle el gin, el vermouth y el hielo. »Sacuda. »Presentación: »Vierta el brebaje sobre una martinera. Decore con aceituna. Disfrute.
De ese lugar, la noche anterior, un hilo invisible se unía a dos amantes que, a besos veloces, salían del elevador con rumbo a la cama de la habitación 2352.
Dibutrauma inspirado en «Madame Récamier de David» de René Magritte.
Hace tres años falleció mi esposa, y no ha pasado un solo día en el que ella no piense en mí.
Lo sé porque no se va, porque todas las tardes me observa desde el triclinio mientras ceno o mientras escribo. No puedo traer a una chica a mi propia casa porque se enoja y hace temblar los muebles. Si una noche no llego a casa, ella va a donde esté para observarme, así sea al cine, al bar o a la iglesia. Ninguna pared, ninguna cruz y ningún letrero de NRDA puede evitar que ella esté conmigo.
Mi esposa falleció hace tres años, y no hay día en que yo no quiera que ya se vaya, que desaparezca, para que yo vuelva a ser feliz. Sin su mirada silenciosa, sin muebles flotando en la sala y sin tener que explicarle a mis amantes que no podemos coger en mi casa porque el fantasma de mi mujer sigue allí, y nos observa.
Creo que quemaré sus fotos y el triclinio, o tiraré todas sus cosas de un puente. O quizá tendré que hacer un exorcismo para que algún diablo se la lleve, para que deje mi casa en paz, para que me sienta libre, para que pueda volver a sonreír y a coger indiscretamente.
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