Es curioso ver cómo en nuestros días, la gente urge por demostrarse a sí misma una espiritualidad. La espiritualidad o las energías que nos rodean y nos guían…toda esta onda esotérica que nos invade. Además que nosotros como buenos occidentales consumidores, nos venden la idea de los ejercicios de meditación en grupos por diferentes horarios “-nos vemos en el Nirvana a las cinco ¿va güey?-“ Toda espiritualidad tendemos a reducirla a simple materia. Luego, cuando todo parece más banal, salen voces abismales del pasado que se presentan ante nuestros ojos y ante nuestra bendita ignorancia para abrir un tanto la claridad humana en nuestro ser individual. Estas voces abismales de José Gorostiza, Jorge Cuesta, Octavio Paz, Georges Bataille, las llamo así por sus alcances; por sus continuos ecos que a muchos de sus lectores nos pueden sacar de estados de angustias que parecen sin salida, ni explicación, aunque a veces sea tan sólo para entrar en otros terrenos laberínticos.
Desde aquella lejanía, que es la muerte, se aparecen estas voces vinculando a ésta última con el erotismo; este vínculo entre la muerte y el erotismo es de una naturaleza mística. Es el desgarramiento del ser; el abandono de uno mismo a través de la enajenación. El embeleso experimentado tanto física como espiritualmente se da en la vida interior y en la comunicación interior que hay con Dios (en el caso de Gorostiza, específicamente).
Jorge Cuesta condena esta falsa religiosidad en la que la vida interior está trastocada y sólo le interesa aparentar. Condena finalmente a todos aquellos que estancan con sus inútiles discursos el desarrollo óptimo del amor. Levanta por encima de otros a Gorostiza para dar a entender lo que de él aprendió acerca de la entrega, del arrobamiento ante lo descocido y la entrega total a la ruptura del ser. Aboga pues, por una vida interior que de un sentido a la entrega para llevar a cabo esa experiencia interior. Esta entrega es irracional. Es un paso a la muerte, un camino a lo desconocido que además es tortuoso; necesario para la purificación espiritual. Para ejemplificar esto nuestro autor, Jorge Cuesta, se ve obligado a mencionar a San Juan de la Cruz, primer místico español junto con Santa Teresa de Ávila que en sus moradas nos explica el proceso desde el abandono, el desconocimiento, la purgación, el arrobamiento y, finalmente, el triste regreso al mundo que somos; seres mundanos somos.
Nuestro espíritu busca librarse de su condición mundana y la búsqueda se lleva a cabo en la unión mística con el Ser, o Dios… El erotismo es la búsqueda de la completitud y el misticismo es un aspecto de complemento con un Todo. Así es como el autor Jorge Cuesta invita a sus lectores y a cualquiera que haya contribuido al estancamiento del amor, -aquellos a quienes él mismo llama “momias del amor”- a que hagan una relectura de Muerte sin fin de José Gorostiza y divaguen en el interior de su ser y repiensen su vida interior a fin de ponerla en práctica sin falsedades o bloqueos que la anulen. Nos exhorta a creer en las experiencias internas de la conciencia y a no dejarnos llevar por la corriente materialista. Conduce nuestra mirada hacia el interior de nuestro ser para reconocernos seres incompletos y en perpetua búsqueda.