No puedo dejar llorar


Es increíble
esta sensación de desearte
y no tenerte,
se deslizan por mi tráquea,
salados buches sudorosos de melancolía.

Es como si fueras agua
que te escurres
entre los dedos de mis manos,
temblorosas, arrugadas de intentar atraparte sin éxito.

Solo me queda
en la memoria, mareos, retortijones existenciales,
soledades imantadas de dolor, vergüenza huérfana, migajas carentes de dignidad,
el repaso de este intento fallido por dejarte
cada día se propaga por mis venas con más furia,
alocado por tus rechazos,
y comulgo tragándome la ostia
de tu maldita indiferencia,
el insondable deseo de poseerte se acrecienta
se desbordan las pasiones alucinantes, insolentes.

No puedo respirar con tantas lágrimas al borde del abismo en mis párpados,
ellas huyen, se tiran desde las orillas de mis mojadas pestañas,
se suicidan una detrás de la otra
por tal de huir de este infierno.

Y tú sigues aquí, a mi lado, holográfica, seductora, irreverente,
jugando con mis sentimientos,
y yo, ilusionado aún, salivando las angustias,
tras el efímero
olor
de tu
silencio.

Confesión


Ayer perdí la respiración por unos minutos. Creí que era un ataque cardiaco. No me atreví a llamar a nadie. Salí desorientado al balcón. Miré al cielo. La noche se había tragado la luna y las estrellas. Pensé que moriría sin tener la oportunidad de pedirte perdón. Perdón, sí,  como lo oyes, por no atrever a decirte lo mucho que te amo. Y ahora todo está oscuro, en silencio. Extraño el ruido de tus besos, tu olor, las cosquillas de tu barba en las mañanas. Estas lágrimas no son suficientes para sanar mi dolor. Fui un ingrato. La prisa, los fantasmas, los miedos y mi obstinada hombría no me dejaron disfrutar tu dulzura, tu sensibilidad.

Sé que muy pronto nos reencontraremos. Espero que me des la oportunidad de mirarte, de tocarte, de sentirte de nuevo. No tengo idea si hoy es el día de mi muerte. Pero de serlo, en el cielo, mi querido padre, nos volveremos a tocar los corazones. Pues también me criaste como tú, un ser humano digno… bueno.

Mal de amores


Se quitó los pantis. Dolores se quedó desnuda ante la mirada atónita del arrabal.

— ¿Mira, qué mosca te ha picado, o mejor decir, en dónde, que te has bajado las pantaletas mujer? —le grita malhumorada la vecina.
—Creo que está enloquecida porque su marido prefirió un macho que a ella —vociferaba el cuñado mientras se la vivía desde los pies hasta el cuello.
—Será estúpida, hombres hay de sobra para sustituirle —replicó su mejor amiga.

La mujer solo se le movía el cabello por el viento leve que la acariciaba. Todos los hombres se acercaron para disfrutársela mejor. Ella les sonrió. Sacó una navaja. Ellos se alejaron despavoridos.

Dolores sin titubear, se cortó la garganta.

Hace ya tres años…


15m-sol-noche
Puerta del Sol, Madrid, aquella primavera de 2011. Foto tomada de http://barriodelpilar15m.files.wordpress.com

Hace tres años que las plazas tomaron la palabra.
Palabras como dignidad, democracia, libertad, recuperaron su significado perdido.
Perdido por años de secuestro en boca de los que no sienten.
No sienten ni en sus corazones de piedra ni en sus oídos vendidos.
Vendidos a los cantos de sirena.
Sirenas vestidas con traje y corbata, y maletines vacíos.
Vacíos de nuestra esperanza; llenos de nuestra miseria.
Miseria de la que se alimentan y siempre quieren más.
Más sacrificios, más comprensión, más paciencia, más solidaridad… con sus bolsillos.
Bolsillos sin fondo, vacíos de dignidad.
Dignidad… La de los indignados. Hace tres años tomaron las plazas para golpear nuestras conciencias.
Conciencias dormidas, anestesiadas, necesitadas de memoria.
Memoria de quienes lucharon sin descanso por construir una sociedad más justa.
Justa reivindicación la del 15M.

Hace ya tres años…
Hace tres años las plazas de España se llenaron de esperanza.
Esperanza de gente que gritaba con una sola voz que otro mundo es posible.
Posible y necesario.
Necesario es que volvamos a despertar de la apatía.
Apatía que alimenta a los indignos (que no indignados), a los que, carentes de vergüenza y sobrados de cinismo e indecencia, levantan la voz en debates vacíos de contenido.
La indecencia se combate en esas plazas que conservan el germen plantado aquel mes de mayo.

Hace ya tres años…
Recuerdo la emoción de aquellos días, la vibración colectiva que se respiraba en el ambiente.
Qué bellas aquellas plazas repletas de personas, de ideas, de deseos, de sueños, de esperanzas…
Repletas de futuro.
Un futuro que es presente y por el que hay que seguir luchando.
Porque hoy los motivos que llevaron a las plazas a hablar, por mucho que las quisieran acallar, siguen más vivos que nunca.

Tres años ya…

Nanocuento: ¡MI PAPÁ ME AMA!


dignidad55

Elizabeth se levantó de la silla de ruedas tan pronto papá demostró respeto por su dignidad, haciéndola desistir de una parálisis fingida que ella usó por semanas para llamar la atención.

Imagen sacada de http://www.esmas.com/fundaciontelevisa/valores/dignidad-pensar.html

Cunetas de la vergüenza


Decenas de miles de personas continúan desaparecidas en España como consecuencia de la represión franquista. Sólo la persistencia de sus descendientes y el trabajo incansable de organizaciones surgidas desde el tejido social están haciendo posible que sus historias no caigan en el olvido, como pretende el discurso oficial. Les dedico este poema…


Cunetas de la vergüenza

Miles de voces apagadas,
desoídas, olvidadas en el tiempo.
Súplicas que se lleva el viento.
Son víctimas abandonadas.

Cunetas de la vergüenza…
«No removamos conciencias».
Disculpen sus eminencias.
Desde Bilbao a Sigüenza…

De Granada hasta León.
Desde Cádiz a Teruel…
España regada de hiel.
Ignorado hasta el perdón.

Democracia mutilada,
la que olvida la justicia,
legitima la malicia…
La dignidad derrotada.

«No abramos viejas heridas»,
acusan los herederos,
repletos sus monederos,
sus conciencias bien dormidas.

Familias que no descansan,
que luchan por el recuerdo
del padre, la madre, el abuelo…
El tiempo se les avanza.

Cada fosa abierta, un paso,
un grito por la memoria.
Que no se repita la historia,
que a los muertos hagan caso.