
Todos en el barrio la llaman “señora María”. Ella se dedica a vender billetes de lotería, y cada día, desde muy temprano, con su mesita y su silla plegable, se sienta en aquella esquina cerca del bar. En verano usa una sombrilla, en invierno una manta cubre sus pies, y una bufanda que casi le tapa su cara.
¡Tengo el 13 para hoy, cómprelo!, gritaba todo el tiempo, anunciando los números que llevaba.
“Señora María” nunca se queja. A pesar de los años sufridos, siempre tiene
una sonrisa en la boca y una palabra de ánimo. Yo paso todos los días por allí camino de mi trabajo, y si alguien no la había invitado todavía, yo le traía un café desde el bar.
Una de las mañanas, mientras se tomaba el café que le invité, vi en su rostro un asomo de pena. La miré extrañado y me dijo: ¿ves…
Debe estar conectado para enviar un comentario.