Ludopatía


Ludopatía. Elvira Martos

Parábola del sembrador


El dinero es una flor.
Cuando sus semillas echan raíces y se agarran a la tierra en la que habitan, siempre permanecen las más fuertes. Las más débiles perderán cuando germinen en la misma zona.
El dinero es una flor.
Hay que ser observador para ver su comportamiento social. No hay una red jerárquica marcada. Se puede saber, incluso, que una planta podría dificultar el crecimiento de otra, mientras favorece el crecimiento de una tercera. Así son las cosas. Las raíces de contactos varían el orden del mundo.
El dinero es una flor.
Hay personas que poseen en sus manos ramas de billetes perennes, parecen no caer, se mantienen frescos durante todo el año. En cambio, quienes tengan, entre sí, ramas de billetes caducos, deberán cuidarse. Encontrar el equilibrio les será difícil mientras caen billetes, de entre sus manos, con la suave brisa.
Mi fascinación por la naturaleza me ha enseñado tanto que aquí estoy, plantando billetes de cincuenta euros en el nuevo macetero de mi balcón. Lo colocaré en una esquina que le dé bien el sol. Lo regaré cada dos o tres días.
Cuando abra su flor, oleré mi fortuna.

Sombra$


sombra$

Todo les era ajeno: la belleza, la revolución, la vida… Pasaban por el mundo como sombra$.

LA VIDA ES ALGO MAS


chojesus

El dinero_402x375

Todos en el barrio la llaman “señora María”. Ella se dedica a vender billetes de lotería, y cada día, desde muy temprano, con su mesita y su silla plegable, se sienta en aquella esquina cerca del bar. En verano usa una sombrilla, en invierno una manta cubre sus pies, y una bufanda que casi le tapa su cara.
¡Tengo el 13 para hoy, cómprelo!, gritaba todo el tiempo, anunciando los números que llevaba.
“Señora María” nunca se queja. A pesar de los años sufridos, siempre tiene
una sonrisa en la boca y una palabra de ánimo. Yo paso todos los días por allí camino de mi trabajo, y si alguien no la había invitado todavía, yo le traía un café desde el bar.
Una de las mañanas, mientras se tomaba el café que le invité, vi en su rostro un asomo de pena. La miré extrañado y me dijo: ¿ves…

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