Había una vez dos unicornios. Descubrieron la sal de la tierra. Traspasaron la diadema de espinas de un mundo sin respuestas. Se enamoraron y trasmutaron sus cuernos de luz a hierba. Comieron los dos hasta saciarse la esencia de la vida eterna. Han pasado seis lunas desde que sus cuernos le sirvieron de alimento. El ayuno fue el antídoto para la absolución de un entregarse sin fronteras. El silencio se adueñó de la fauna y el color de la tierra se lució al recibir los primeros claros del séptimo día. No fue hasta ese momento que sus cuerpos calmaron su gula. Las estrellas y otros astros celestes aclamaron que Dios les permitiera observar desde lo alto la culminación de esta unión indivisible. Estos seres fantásticos completaron el rito. Por fin la Imaginación había sido engendrada.
Todo era tranquilidad. El manantial abrió las cortinas de agua dulce para que las sirenas cantaran el himno de bienvenida al primogénito. La única sirena negra era la guía de las anfibias. Su belleza resaltaba entre las demás y su voz era el eco del océano. Miles de hadas y duendes entusiasmados conmemoraron el milagro. En el centro del lago apareció un gigante cristalino y con su tridente bautizó a la criatura luminosa. Era el primer dios mitológico que aparecía en este mundo onírico.
Con el nacimiento de la Imaginación todas las criaturas mágicas brotaron de la nada. Desde hoy ya no habrá límites. En esta dimensión no existen coordenadas, tampoco minutos. En las profundidades de sus playas nadarán los artistas y naufragarán los traidores de la magia. En consecuencia, los descendientes de Adán y Eva en el mundo real paralelo contarán con la opción de soñar.
Dos paraísos coexisten, ambos creados por Dios. En el paraíso irreal permanecen los padres de la Imaginación, aún en éxtasis. Por su parte, ella se dedica a concebir a los dioses que controlarán las leyes del mundo fantástico con el consejo de sus progenitores. Con una semilla de girasol y unas cuantas lágrimas de hadas madrinas erigió la casa de los dioses.
En unos minutos creó decenas de ellos, de diferentes sexos y razas dando la responsabilidad a cada uno de los elementos que generan la vida. El elemento del agua fue la excepción, ya que sus padres lo habían creado justo para su nacimiento. Por su parte la Imaginación visualizó a un dios tan fuerte como el trueno para que controlara a los demás. De esta forma, ella pensó disfrutaría más del paraíso.
Al cabo de mil lunas llenas, no tardaron en llegar los conflictos. El dios que gobernaba comenzó a mostrar cualidades humanas del mundo real como la envidia, ansias de poder y deseos lascivos. Sexus ese fue el apodo de sus pares por su desenfrenada pasión carnal. El erotismo conquistó los dos paraísos y el sexo se propagó como una necesidad básica en ambos hemisferios. El primer error de los dioses fue traspasar las fronteras entre los dos mundos y procrear criaturas híbridas. El sexo no fue el problema, la mentira y la traición para sobresalir en fama y poder fue el verdadero pecado original. Desde este momento, ni Dios ni su hija predilecta la Imaginación han tenido descanso para buscar la paz en sus mundos.
El dar tanto poder a estas criaturas mitológicas fue una equivocación grave. No pararon las intrigas, los atropellos, los raptos, las desobediencias entre ellos y violaciones contra los mortales. Bajo la excusa del libre albedrio los humanos cometían errores garrafales, pero los dioses, semidioses y titanes con sus poderes sobrenaturales crearon el caos en el planeta.
Dios decidió terminar con semejante osadía y dejó escapar a los titanes que los dioses mantenían encadenados en el infierno. Mientras la Imaginación compartía unos momentos de alegría con sus unicornios, los dioses y titanes se destruían entre ellos. Ninguno sobrevivió. La esencia de la inmortalidad se esfumó para siempre.
El mundo de los sueños quedó sin gobierno y la propia Imaginación tuvo que fungir como regente por unas cien noches de lunas nuevas. Sus padres la consolaron, el desamparo la arropó. Por primera vez se posó la duda sobre ella y se preguntaba si el bien podría existir sin el mal.
Los dos unicornios al ver a su hija entristecida no cesaron de llorar por cuarenta días y cuarenta noches. Finalmente todo recuerdo mitológico quedó sepultado. Millones de partículas multicolores mágicas le devolvieron la pureza al lago-pesebre que la vio nacer. Ella por fin entendió que cuando los seres que habitan en un lugar son nobles y auténticos, el poder, la autoridad y la tiranía de gobiernos impuestos sobran. Desde entonces, se prohibió la entrada de criaturas imaginarias al mundo real.
Mientras que en el mundo mortal se construyó un arca para salvar a los elegidos del diluvio, el mundo fantástico no corrió la misma suerte. Todo quedó como en el principio, solamente energía y luz. Cientos de polvos cósmicos danzaban entre los unicornios-padres. La Imaginación comenzó a brillar más y más según iba aumentando el ritmo de las partículas multicolores, que bailaban ante el canto a capela del único coquí que sobrevivió a la inundación.
La Imaginación dejó escapar decenas de hilos de luz de su minúsculo centro y al final de cada uno fueron reapareciendo hadas, duendes, unicornios, centauros, libélulas, sirenas, dragones y brujas buenas, caballos alados, árboles parlantes y magos.
Al guiñar uno de sus ojos luminosos se repoblaron los sueños con miles de seres fantásticos. La duda fue exilada del mundo onírico. Ella recibió asilo en el mundo real, luego que Dios aplacó su ira y le aprobó la entrada. Nunca regresó a su lugar de origen. Fue bien acogida por las mortales. Cada vez que estés indeciso, deshojando margaritas, en cada pétalo escucharás el gemido de la duda creando el temor a los que jamás serán felices por acobardarse ante lo desconocido.
La duda fue la última criatura imaginaria que logró entrada al mundo de los mortales por muchas lunas. Por su parte, el bosque encantado había renacido. El mundo mágico estaba completo aunque no perfecto. Todo en equilibrio. El peligro era la prohibición. Las criaturas imaginarias no podían cruzar al mundo real. Tampoco las reales tenían acceso al mundo de los sueños. Por quinientas lunas nuevas los mortales dejaron de soñar. Los narradores del mundo mortal solamente podían relatar exactamente lo que sucedía, sin metáforas y sin creatividad. Las historias monótonas, poemas desabridos en blanco y negro se convirtieron en rutina, en ley. Solo había espacio para las memorias planas, cero poesías, cero cuentos fantásticos. La escultura, la pintura, la literatura y la música fueron reducidas a un simple eco de la realidad. El erotismo fue marcado como tabú y un delito grave en la expresión artística.
La Imaginación solicitó audiencia con Dios para ver cómo se podía solucionar este vacío en las artes. Dios fue misericordioso y transó para que únicamente los artistas pudieran soñar. Así las musas no se afectarían. Y con un suspiro tenue se hizo la luz. Las criaturas fantásticas eran libres de viajar entre ondas telepáticas y fertilizaban a las mentes de los artistas a través de los sueños y de la inspiración. Pasaron millones de noches sin lunas hasta que los descendientes del pueblo de Moisés volvieran a soñar.
El Creador de todo lo posible levantó la prohibición y uno de los tesoros de la tierra prometida al pueblo elegido fue cumplido finalmente: tener la capacidad de soñar con libertad.
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