Hay una distancia de dos pasos
que no puedo desandar.
Entre nosotros,
un vacío infinito
que cada día crecerá más.
Temo resbalar y caerme.
Temo cerrar los ojos,
y perder tu rostro con sus gestos
en la profundidad del abismo.
—La lluvia no deja de caer,
las lágrimas no cesan
en este atardecer anochecido.
Pero la paz dura
lo que dura un instante,
porque sé que el tiempo no me pertenece—
Dijiste que el cielo lo vería.
Dijiste que allá arriba sería diferente.
¡Mamá!
Aún conservo el sonido de tu voz
y las últimas palabras,
que prometo recordar por siempre.