Seguramente habrás leído a Benedetti
mucho antes que yo,
tendrás los ojos más abiertos,
y a esta hora, los labios
menos bigotudos y más despiertos.
Quizá tus besos dejen
esa hipersensibilidad dental
de meter la cabeza
en el congelador.
Quizá sea aproximadamente
durante ese segundo,
en el que me convierta
en un ignorante de las cosas
y un imbécil del tiempo.
Llueve.
Y todo es para ti tan Benedetti,
que no puedo decirte
nada más que no sea mirarte.
Será entonces cuando me achante,
me calle, y me marche a casa
a pelar la pava, contigo, unas papelinas
y algo de vino, a ver si te escribo
un paraguas para tu confeti.
– Enrique Urbano
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