The Hall of Egress (reseña)


Por José López Cózar

A veces el tiempo juega con el espacio,
sin causa, aunque quizás con un propósito secreto,
forma círculos cerrados donde solo es posible entrar
con los ojos vendados […].
Victoria Ponce en El pájaro y el árbol

 

Aunque llevamos semanas confinados en nuestro hogares (viviendo con rencillas en la convivencia, descubriendo recetas de cocina, teletrabajando, telestudiando, viendo pelis,  haciendo videollamadas, etc.), sabemos (o creemos) que en algún momento podremos salir por completo de este aislamiento, sin paredes que nos limiten, sin horarios de paseo, sin distancias de seguridad o mascarillas que nos alejen del contacto físico con el resto. Porque, a fin de cuentas, no nos olvidemos de esto: estamos viviendo un aislamiento exclusivamente físico. Sin embargo, ¿qué sucedería si este aislamiento físico viniese acompañado de un aislamiento sensitivo? Y no solo eso ¿y si además escapase a todo entendimiento racional?

Esto es lo que sucede en el capítulo 24, titulado The Hall of Egress (“El hall de la salida”), de la séptima temporada de Hora de Aventuras, una serie animada de televisión creada por Pendleton Ward para Cartoon Network.

Imagen por Pendleton Ward (Adventure Time Fandom Wiki).

En él, el protagonista Finn, que anda buscando nuevas aventuras junto a Jake —un perro con poderes mágicos—, se adelanta a su compañero para explorar un misterioso templo insertado en la cueva de una montaña y, nada más entrar, queda atrapado en él. Decidido a encontrar una salida para volver al exterior con Jake, explora las galerías en penumbra y descubre un hall con un gran portón de hierro en el que encuentra escrito Hall of Egress. Después de intentar abrir el portón con todas sus fuerzas, empujándolo, subiéndose a él y hasta lanzándole una roca, Finn queda fatigado, resoplando y, al cerrar los ojos para descansar apoyado en este muro de metal que le cierra el paso, de pronto lo atraviesa. Sin embargo, en cuanto vuelve a abrir los ojos, retrocede inesperadamente al lugar y momento en los que estaba en el hall. ¿Qué ha sucedido? Vuelve a cerrar los ojos, traspasa el portón y esta vez decide no abrirlos hasta salir y encontrarse con Jake, pero, al abrirlos, vuelve de nuevo al hall y al mismo instante. Una y otra vez Finn cierra los ojos consiguiendo atravesar el portón, palpa las galerías que llevan al exterior, sale del templo, huele la hierba y el aire, incluso consigue volver con sus amigos a casa. Pasa semanas con ellos, les habla de lo que le sucede, pero ninguno sabe de qué narices habla Finn. Y así, vuelve a abrir los ojos y retrocede a su aislamiento inexplicablemente, en un eterno retorno, entrando en una fuerte depresión. ¿Por qué narices vuelve a ese momento y lugar si físicamente puede salir de ellos? ¿Vivirá eternamente encerrado en aquel oscuro hall de la montaña si quiere mantener la vista? ¿O acaso pasará el resto de su vida en el mundo exterior, privado de sus ojos?

Imagen por Pendleton Ward (Adventure Time Fandom Wiki).

Tras fracasar infinitas veces en su intento de volver a la normalidad, Finn, ya viviendo acostumbrado a su ceguera, deprimido, decide que algo diferente debe suceder para recuperar la vista y el ánimo, para volver a la normalidad: se venda los ojos por completo y echa a andar, solitario, atravesando bosques, zonas heladas, volcánicas, desérticas, pasando hambre, sed y fatigas durante meses, o puede que años…

Hasta que, no sabemos si a propósito o accidentalmente, tropieza de nuevo con aquella montaña y aquel templo, y aquellas galerías interminables y el dichoso hall al que volvía una y otra vez y en el que estuvo confinado. Al palpar el portón, a ciegas, lo reconoce. Se reconocen. En ese momento escucha una voz femenina (no sabemos si de la consciencia de Finn, del templo, del hall, o quizá del portón), que dice: «Something is different» («Algo es diferente»), y Finn decide desvendarse los ojos. Es ahora cuando puede ver plenamente iluminados los túneles que llevan a la salida, después de años andando a ciegas, presentándose el camino con total transparencia. Tal es la claridad, que incluso ve el cielo azul y los animales a través de los muros por los que sale, hasta dar con Jake y abrazarse a él, para quien solo han pasado algunos minutos.

Como vemos, nuestro aislamiento se aleja en varios puntos del que sufre Finn: a pesar de que ambos se producen de forma accidental e inesperada, seguimos estando completamente comunicados a través de móviles, ordenadores (incluso cartas si nos diese por escribirlas) con familiares y amigos, y las razones que nos sujetan al confinamiento atienden a una lógica: que no se expanda el COVID-19. Sin embargo, Finn se encuentra completamente aislado, sin nadie en quien apoyarse, a solas consigo mismo; y además, nada le explica el motivo por el que entra en ese bucle infinito. No tiene ni una sola señal, ni una pista. No llegamos a comprender con totalidad lo que sucede, se presenta todo con apariencia de embrujo quijotesco o mal sueño kafkiano, con un aire de lo más enigmático, formándose una especie de parábola que nos muestra una enseñanza de difícil acceso, mostrada paradójicamente a plena luz, en apenas 10 minutos de capítulo. Sabemos que algo ha cambiado para que Finn consiga salir de su aislamiento, que se debe al tiempo y circunstancias por las que ha deambulando a tientas y a solas por el mundo, pero poco más.

A esta sensación de incomprensión, se le añade un detalle muy interesante que no pasa desapercibido en ningún momento: para poder salir del aislamiento, debe hacer todo su aprendizaje sin uno de sus cinco sentidos, el más importante para el ser humano: la vista, que tiene mucho que ver con el conocimiento racional, con la claridad de la comprensión. Expresiones como tener buen ojo o abrir los ojos están ligadas al conocimiento claro de algo, a no permanecer engañados, a ser astutos. Pero… ¿qué sucede cuando el conocimiento no se da a través de la razón, cuando no es del todo claro y se da sin un entendimiento lógico, a través de la experiencia? Sucede que nos adentramos en otro tipo de conocimiento, unido a este deambular a ciegas por el mundo, a solas, a oscuras, más introvertido, personal, sensible, que tiene mucho más que ver con la intuición que con la comprensión. ¿No te ha pasado alguna vez que, al encontrarte en ciertas situaciones, sin saber muy bien por qué, hay algo que no te convence en todo ello, algo que te echa para atrás inexplicablemente, como un animal que por instinto se resguarda de una tormenta muchos minutos antes de que esta llegue o apenas pueda olerse?

Se produce aquí una preciosa y profunda metáfora sobre el conocimiento sensible y la experiencia, donde lo racional o la fuerza (Finn intentando abrir la puerta tirándole una roca) resultan inútiles, obligándonos a adentrarnos en nosotros mismos, a base de una dinámica de repetición inexplicable y constante, perfectamente reflejada en el capítulo, donde la acumulación de errores te lleva forzosamente a buscar alternativas. ¿Qué sucedería si Finn no hubiese dado con una respuesta que le alejase de este círculo vicioso? Entraría en un bucle interminable que le llevaría de nuevo al exterior y luego al hall. O podría haber decidido quedarse en profundo aislamiento en el templo; o quizás en el mundo exterior, a ciegas y deprimido.

Poco a poco volveremos a salir a la calle, a sentir la piel ajena, a viajar, a retomar nuestra sociedad epiléptica y de consumo. Nos liberaremos de los muros en los que estuvimos encerrados durante días. Sin embargo, ¿habremos aprendido a través de la experiencia, de la piel, y saldremos tanto de nuestro aislamiento físico como del sensitivo, tal y como hace Finn? ¿Ha sido suficiente todo esto para comprendernos? ¿O deambularemos con los ojos vendados por el mundo, repitiendo de nuevo los mismos errores sin haber aprendido absolutamente nada?