Al olvido de los dioses, sin puerto va el llanto.
Tus manos, por mi adoradas, silenciosas vuelan lejos de mis cabellos… de mis caderas. Las palabras se acortan y son lo que evade el tiempo.
En algún lugar del pecho me hiere tu nombre, que eres tú y el mundo en la punta de una lanza. Tan en la sangre, tan hoja al viento.
Arrullo de un amor marchito, como el universo de un pétalo arrancado. Como la paz que precede a la nada y el beso sin dormir.
La memoria gira, gira y vuelve con trozos de sol apagado. Y aquí estás entre mis letras, bajo la piel en pedacitos. Un Diente de León, un breve deseo olvidado.
Aún ahora, al guardar el suspiro, tendida entre flores de papel, dejo al pie de tu puerta una ofrenda de algas y cantos de atardecer, para que encuentres tu camino.

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