Esta fuga de mi mismo (13)


Contemplé en el espejo la inmensa felicidad de mi rostro. Tardé un buen tiempo para darme cuenta que lo mío no era contar historias sino vivirla, no sé el número exacto de días, pero bien puedo citar un número 666 días me parecen justos, además de que es número que cualquiera recuerda con facilidad, supongo que en la realidad me llevo más de dos años, pero como dije antes no tengo un número exacto, a quién le importa. Si uno no pone atención a los detalles esta jodidamente perdido si trata de ser escritor. Estaba huyendo de ser policía, alguna vez fui militar pero también me di a la tarea de huir.

Me encontré de con Laura, así de frente y ella se puso a bailar. Baila muy bien, sobre todo cuando mueve las caderas. Era lunes, nos pusimos al corriente.

Yo jugaba a que las cosas siempre salían como a mí se me venía en gana. Laura estaba preparando un nuevo caso. El de los tipos que habían entrados armados a un hospital y que días después aparecieron muertos de manera sospechosa. Le dije a Laura que no se metiera con esos tipos, pues una vez que se dieran cuenta de su existencia y de que ella les quiere hacer mosca, su vida se iría al traste, parece que eso a ella no le importo, así que le insistí, le dije que a estas alturas uno ya no se puede hacer el héroe, pero eso a ella le daba igual, le suplique en nombre de su familia, pero no me hizo caso y fue en ese punto donde entendí que mi vida se estaba dirigiendo directo a la chingada, pues una vez que ella, Laura se involucra en el caso, yo tendría necesidad de ayudar con el mismo. Seguro que nos identifican, pensé y entonces tendremos que fugarnos de esta ciudad, perdernos y no aparecernos nunca más. Ella me dijo: que te preocupas si las cosas se ponen feas les pides chance a los gabachos para vivir en sus tierras.

Esta historia no puede ser de otra forma. Abundan los narcos.

Laura dijo que la situación no era grave. Tres personas armadas entran a un hospital, hacen unas preguntas, buscan en los diferentes cuartos donde están los hospitalizados, las posibilidades no son muchas: la primera es que se trata de algún compañero que ha llegado herido al hospital, pero luego, ella descarta esa idea porque cree que de ser así ellos no lo andarín buscando y mucho menos llegarían armados, la otra posibilidad es que sea de algún bando enemigo y se les escapo en un enfrentamiento reciente y está herido por lo que ellos sospechan que está en algún hospital y no saben cuál. Esa idea suena un poco congruente, a ella le gusta, pero no deja de pensar en una tercera posibilidad: los chicos trabajan para un grupo determinado y desean ver las instalaciones del lugar, así como la seguridad que les ofrece, se presentan armados porque no han tenido tiempo de ir a sus casas a bañarse y vienen de un enfrentamiento y su jefe esta herido y les interesa internarlo, a Laura esa posibilidad no le gusta mucho, pero es eso una posibilidad y no se puede descartar de buenas a primeras.

Yo no hago otra cosa que pensar en la curvatura de sus piernas, no es broma. No le quiero declarar la guerra a nadie y mucho menos a unos posibles narcos.

Le respondí que eran unos muertos que no importaban a nadie, ni siquiera el periódico se ocupo de ellos y ella me explicó que algo andaba mal y que ella insistía en saber que era, me platicó de cómo fueron encontrados los cuerpos. Nos quedamos callados. Le recordé a Laura que ella era mi amante y estaba dispuesto hacer todo lo que fuera necesario por complacerla, si tenía que declarar la guerra a quien fuera yo estaba dispuesto y si un día teníamos que salir de esta ciudad corriendo eso haríamos. Supongo que me estaba ablandando, pero pensé que no era por la edad, si no por las piernas de Laura.

Nadie sabía nada. Siempre fuimos discretos. Podría decir que si de algo nos cuidábamos, era de las apariencias. Laura me hablo el viernes pasado para darme lo noticia. El sábado me dijo que estaba muy inquieta y el domingo no tuvimos comunicación. Cuando me detuve en la puerta de Laura supe que las cosas no andaban bien, ya era muy tarde para dar marcha atrás, estaba yo muy clavado con ella (enamorado hasta los codos). Tal vez fue el que su cabello se viera más negro o que sus labios rojos acentuaban la palidez de su rostro o el frío que inundaba el ambiente, algo era y yo lo presentí. La besé suavemente y ella me invito a pasar.

El espejo solo podía regresarme esa imagen de felicidad, en el resto del cuerpo no me fijaba, hacía mucho tiempo que había perdido la figura y ahora luchaba por no tener que usar una talla grande. Me quedé pensando en las cosas que había dejado de hacer y una de ellas era que había dejado de quererme. No podía esconderme de mí y no hacía otra cosa que estar en constante movimiento. Mi fuga no era otra cosa que el ver como mi vida se desboronaba mientras me daba el lujo de tener una amante que me volvía loco. Si Laura creía que investigar el homicidio de tres delincuentes que días atrás habían entrado armados a un hospital, yo la apoyaría incondicionalmente, acaso no para eso están los amantes.

Esta fuga de mi mismo (6)


Una tarde me envió un mensaje para decirme que él lo sabía todo y que ella no quería que yo la buscara más. Si la hubieran matado no sería nada complejo entenderla, quizá un poco doloroso olvidarla, pero ella estaba a veinte metros de mí todos los días como para intentar lo que ella me pedía. Creo que era domingo cuando ella me envió el mensaje, yo acababa de cumplir cuarenta y uno, tal vez atravesaba por una crisis existencial, pero odiaba la idea del sexo casual. La idea de tener que abandonar no me resultaba agradable, pero aún no estaba enganchado y quizá era lo mejor que me podía pasar: de seguir así lo único que lograría era echar andar esa maquinaria de destrucción que casi todos llevamos por dentro. Debería sentirme afortunado, mientras que ella se sentía amenazada y hacía todo lo posible por conservar la promesa de ese amor y no solo la promesa de ese amor, sino la promesa de emigrar de esta ciudad a lado de él, un día cualquiera, con un pretexto cualquiera, como si al estar lejos de esta ciudad su vida fuera a cambiar. Creo que me encapriche con ella, por envidia. Las cosas entre ella y ella, no dan para más de una línea en una historia, pero yo me encargo todos los días de hacerla parecer lo que no es, lo que nunca fue, lo que no puede ser.

Ella era fea. Sigue siendo fea, pero a veces la envidia puede más que cualquier cosa en esta vida. Me debatía entre ella y la peloncita. Me gustaba el olor de la peloncita y cuando totalmente desnuda cruzaba las piernas y dejaba escapar un largo suspiro. A veces creo que nada de lo que he estado haciendo tiene sentido. Me traicione por primera vez cuando accedí a la idea de estar con alguien de forma casual que en este caso es lo mismo que por solo una noche.
Hace mucho tiempo que he intentado olvidarme de mis costumbres, de la muchas veces que me deje llevar por el deseo. Intente convertirme en un ser alejado de las personas, pensé que estar solo era lo mejor que me podía pasar, desde luego que esa parte de mí constituye otra historia.

Los mensajes que ella me enviaba de laguna forma escribían historias de impotencia.

Intenté lo imposible, es decir, uno debe de entender que existen puntos donde es imposible el regreso, donde sonreír nos cuesta la vida. Tenía tanto miedo que una segunda cita no se diera jamás, pero las cosas no estaban bien, eso de tener sexo desde la primera cita lo jodia todo y supo9ngo que eso fue lo que paso. Lo jodimos todo. Creo que ella es de esas mujeres a las que les gusta más salir de compras que el orgasmo, pero en esa primera cita ya era muy tarde para ir de compras, todo ya estaba cerrado. Así que me tenía que conformar con oír sus historias una y otra vez en aquella noche que parecía que nunca se iba a terminar. Me habría gustado verla bajo la lluvia, totalmente mojada, quizá porque eso me confirmaría que ella no era una mujer hermosa. Siempre he sido el mismo: un egoísta.
No he encontrado una mujer libre en toda la ciudad. Busco desde hace mucho tiempo a una buena amante, no una mujer para sexo ocasional de una noche. A veces me encuentro con mujeres a las que no logro dejar de observar e imagino todo tipo de historias, nadie imagina ese tipo de historias estoy seguro, no son historias que tienen que ver con el sexo, es decir, imaginar el sexo no tiene sentido alguno, además de que resulta lo más aburrido de este mundo. Ni siquiera las imagino desnudas saliendo de sus baños. Es algo más intenso, complejo y tan intimo a la vez.

Después de enviarme el mensaje enmudeció y yo acepte ese silencio como parte de mi egoísmo, me dije que no valía la pena seguir intentándolo, además: ¿quién quiere estar con una mujer fea?, supongo que nadie.

Pase unos días haciendo cosas sin sentido, volvía a salir con la peloncita, ella juraba que en todo este tiempo no hacía otra cosa que extrañarme. Supongo que era la única mujer en el mundo capaz de extrañarme, pero también era la única mujer en el mundo que no merecía su nombre, pues ella era todo lo contrario. Con el tiempo dejamos de vernos y me odie por no haber sido capaz de amarla.

Las siguientes noches me pase soñando. Noches en Barcelona. Yo no me ilusionaba con la idea de estar entre las piernas de Salma, había tenido la oportunidad de estar con una actriz, no con ella y no la desaproveche. Yo no contaba borregos cuando no podía dormir, tampoco buscaba beber hasta perder el conocimiento. Solía mojarme una y otra vez hasta quedar rendido y si era una noche con lluvia, se puede decir que yo era el hombre más feliz del mundo.

Así que todo termino después de un mensaje en el que ella amenazaba con ser la mujer más infeliz del mundo si yo seguía insistiendo. No le di importancia. Ninguna mujer merece que escuches su historia sino está dispuesta a sacrificar y ella no deseaba sacrificar nada, solo quería ganar y no era amor lo que sentía por él y tampoco disfrutaba de esos orgasmos que algunas veces tenía que fingir. Ella disfrutaba cada que él la llevaba de compra o le traía algo, podría presumir una serie de cosas que no sirven para nada o mejor dicho sirven para servir la falta de amor. No me sentía mal porque ella nunca fue mía y debo confesar que después de aquella única noche yo ya no fui el mismo, mis ideas, mis deseos y mi sueños me parecían algo imposible y si estaba enamorado no era de ella, como dije antes, todo fue por envidia.

Estaba a punto de rendirme cuando las cosas tuvieron otro sentido, un giro más, otra vuelta de tuerca. Ella se llamaba C, era siete años menor que yo y quería ser rumbera. Estoy seguro que había soñado con ella más de una vez. Ella retrataba interiores.

Esta fuga de mi mismo (5)


Se sintió querida cuando descubrió que él sentía celos de ella. Nunca antes la habían celado tanto o tal vez sí, pero ella tenía la necesidad de sentir ese dolor de la pasión, del desengaño, del supuesto amor y podría jurar que estaba enamorada, que ella era la perfecta amante, la que estaba dispuesta por él, en cualquier momento, instante o circunstancia, aunque la realidad fuera otra. Él no sentía celos, era algo aún peor. Era un egoísta. Pronto dejaría de ir al trabajo, aunque había puesto todas sus esperanzas en ese lugar y desde luego en su futuro, la había cagado, había hablado de más y las consecuencias de hablar de más, casi siempre se pagan y muy caro. No sé muy bien si ella era una mujer bonita, a veces me parecía una mujer fea, ya sé que para algunos no existen las mujeres feas y decirle es como provocar la ira de ellas y por tanto la violencia.
La primera vez se sentó en una silla incomoda, tenía un peinado por arriba de la cabeza, como un gran hongo y unos ojos extremadamente marcados por el delineador. No me pareció fea en ese instante, supongo que no tenía ganas de morirse y de poder, ella en este instante me diría que no se arrepiente de nada, que ha pasado por mucho, que es feliz. El lugar nunca fue ni ha sido acogedor. En muchos cuartos hay cuadros horribles, que parecen retazos de una historia sin sentido; mujeres gordas atrapadas en un lienzo y que todos los días tienen que ver los mismos rostros, oír los mismos chismes, y estar bajo las mismas circunstancias, ellas, de estar vivas y condenadas a ese espacio, seguramente tendrían ganas de morirse. En el lugar donde ella estaba sentada había un cuadro de figuras geométricas que gustaba a medio mundo, pero que no tenía nada de belleza, por eso el contraste, por eso ella era quien más atraía, quien más propiciaba en los hombres una o dos erecciones al día.

Yo tenía extraños vicios. Sobre todo si hablamos de la sexualidad. Nunca me han gustado los hombres y si las mujeres, mi flaqueza es que me gustan las mujeres jóvenes.

No venían muchas mujeres jóvenes y cuando lo hacían estaban acompañadas. En este mundo te suelen juzgar si te gustan las mujeres jóvenes, sobre todo cuando tienes alrededor de los cuarenta o cuando ya estas calvo. Basta con estar calvo para que la gente te juzgue, parece que la apariencia física es el principal demoledor de nuestros sentimientos y basta con tener un rasgo de fealdad para que todo mundo te agreda, te dañe y un día tengas ganas de morirte. Me bastaba con estar calvo para querer morirme, pero me gustaban las mujeres jóvenes y eso me mantenía con vida. Es más fácil buscarse a una puta de las orillas para tener un amor ocasional, que el querer tener una amante fiel, una amante dispuesta. El mundo está hecho de amantes y si no me crees, basta con poner atención y lo vas a descubrir. Laura.

¿Quién demonios es Laura, acaso existe?

Cuando digo Laura, hablo de ella, de su sexo desnudo frente al mío, hablo de los olores después del sexo y de la pasión encerrada en el acto. Laura es la casa del falo. El mío. Es esa felicidad que le hace falta a muchos hombres, me atrevería a decir que a la gran mayoría de ellos, pero al mismo tiempo es la apatía, el desgano, soledad.

No he encontrado a nadie como Laura en toda la ciudad.

Toda la noche me pregunte si es que tenía una telaraña tatuada en la cabeza, como dije antes soy calvo y una araña, que tal una araña tatuada sobre la telaraña. Imposible. Lo que si tengo son unos ojos chicos, marrones, sumisos.
Ella no era alta y si un tanto baja, no era gorda, no como la de los cuadros, las que tienen una cabeza cuadrada y un gusto exagerado por la comida, no hablaba bien, ni mal, al menos no usaba tantas muletillas que suelen hacerme perder el juicio, no era plana pero tampoco destacaba por tener una nalgas intranquilas.
Entonces qué era lo mejor de ella?, sus sueños, sin duda.
Había perdido un amor porque no tuvieron para pagar la reparación de una motocicleta, sin la motocicleta el no podría viajar y así quedaron distantes, había perdido otro amor, porque le gustaba perderlos y seguramente seguiría perdiendo amores y llenando su vida de extraños recuerdos y suspiros y al final diría: yo no creo en el amor.

La miré por última vez o eso es lo que creía y la odie. La odie por no llevarme la noche anterior a su cama, que es cuando sentí ese dolor angustiante que nos causa la partida, la odie por esa puta forma de solucionar las cosas y su manía de querer que todo mundo la espere. Agredía mi bondad y dañaba mis sueños, no se merecía que la quisiera. Toque su mano, la abrace y le dije hasta nunca, aunque quería jugar con ella, saltar charcos, mojarnos bajo la lluvia y correr a escondernos, cuando cada uno de nosotros era un niño y no tenía la maldad en cada uno de los poros, y donde Laura o la casa del falo no era lo más importante. No quise llorar.

En otra vida quizá me atreva a mojarme bajo la lluvia, pero quiero mojarme en ella otra vez.

Esta fuga de mi mismo (4)


Lo más fácil es casi siempre equivocarse. Ella dormía en la cama equivocada y por eso tenía que enfrentar todas las consecuencias, en lugar de pasiones tenía miedos, en lugar de amor bebía tequila. El tequila era para los hombres en esta tierra donde reinan los machos, al menos reinan en el imaginario de la mayoría, pues al interior de las casas es la mujer quien trae los pantalones bien puestos. Se había cansado de los amigos, del trabajo, de la supuesta rutina. Vivía en esa parte del romance donde todo se soluciona con la palabra amor, pero estaba en los límites donde todo termina en una pelea. Ella me confundía.

Yo no he tenido muchos amigos, es decir a la mayoría de las personas con las que hablo, más del 90 por ciento son mujeres, me gustan para amantes.

Siempre he pensado que las amantes son las personas ideales en mi vida, pues me pueden compartir sus secretos y podemos aceptar juntos que no existe castigo por lo que hacemos, el supuesto karma es un invento barato, además no nos importan los pecados, tal vez porque mi idea de Dios es algo que carece de significado. Tener amantes es aprender a mentir, controlar las mentiras y saber que contar y a quien contarlas, es un arte un verdadero arte donde el que mejor miente mejor le va en la vida. Entre más mentiras te cuenten y mejor lo hagan, más posibilidades se tiene de tener amantes, quien no sabe contar mentiras, quien no sabe perdonar las cosas que el otro hace o nos hace, está condenado a pasarla solo o sola en la vida, esa es una triste realidad y no tiene que ver con castigos divinos sino con la ser capaz de entender como es nuestro mundo y como somos las personas. Vivir es un arte.

Ella era una chica peculiar. Decían que fue la primera en atreverse hacerlo, en atreverse a salir con otros, se decían tantas cosas, incluso que le había puesto a sus pasiones. Luego llegaron otras que si bien no seguían los pasos de ella, porque puedo jurar que habían llegado con sus mañas, se agarraron de la idea de que todo era por su culpa y que una vez que se dieron cuenta ya estaban perdidas en ese mundo de perversidad y cuerpos desnudos que se entregan a otros cuerpos que ya tienen dueños, es como si al estar casado ya no pudieras hacer nada más en la vida que dedicarte a la exclusividad de una casa, de una mujer, de un cuerpo y de su sexo, es como si los sentimientos pudieran ser monopolizados. En términos de economía supongo que equivale a estar tronados, devaluados, en crisis. En los ojos de ella podría descubrir su alegría, pero también su tristeza, en los ojos de ella se encontraba toda su historia. Si ella fue la primera quizá sería la última, pues nadie era capaz de distinguir que los amigos estorban en donde se desea tener sexo. Las otras solo buscaban dinero y acrecentar su fama de cazadores de las rutinas del sexo.

Yo siempre había deseado estar solo, no es algo fácil. Lo complejo de estar solo es que no puedes tener amantes, lo complicado de estar con alguien más es que tienes una gran etiqueta en la frente y todo mundo te ve diferente, como marcado o imposibilitado para pasar buenos momentos contigo, no digo que no disfruto el vivir acompañado, porque es bajo esa situación que se siente el pulso y la posibilidad diaria de tener una amante. Tener una amante no equivale a sesiones larga de sexo por el sexo mismo, tener una amante es comprobar que tenemos esa capacidad de aceptarnos como somos y evitar sentir ese orgullo que estropea nuestra capacidad de sentir, tener amantes nos da la posibilidad de pedir disculpas y sobre todo nos enseña a perdonar, tener amantes nos hace capaz de mentir, saber mentir y que cada uno que nos escuche se crea todas las cosas que les decimos o contamos. Al sexo lo que le hace falta es tener amantes, porque solo así es como nos queremos más y la vida en pareja requiere querernos, para así querer a quien está con nosotros. El ser amante es un ejercicio para poder amar y se tiene que ser constante.
Estaba pensando en una vieja amiga que ahora me gusta para amante. Cuando mi mujer se metió a la casa de una vecina no tan cercana. El pretexto es que verían unos perros que la vecina tiene. Desde luego que esa vecina está entre ese más de 90 por ciento que me gustaría para perderme en el ejercicio de amar, pero mi mujer como va entendiendo a la perfección el ejercicio de quererse a sí misma, desato la tormenta de pasión en ella y eso para mí fue un duro golpe (es la segunda vez que me golpea con todo), para poderme olvidar he tenido que inventar que tengo una sed insoportable y desde luego la única forma de combatirla es bebiendo tequila, el agua solo es buena cuando todo mundo te quiere o cuando parece que todo lo que haces tiene importancia.

Me pregunté: si una mujer es recién tu amante y no contesta tus llamadas de teléfono, que significa eso. La única respuesta fue, que no le gusto el sexo, que es como decir que no se siente amada y seguirá buscando en otro u otros lo que le puedes hacer sentir.
Lo más justo sería olvidarse del amor o de todas esas cosas que anteponemos para lograr concretar nuestras pasiones más desgarradoras. El recuerdo de los amores no nos sirve de nada, es decir una vez que pasan deben de ser recuerdos, deben de ser como las cosas que no tienen sentido y que nadie recuerda y no ese ruido que no nos deja en paz y parece que nos va hacer explotar la cabeza. Quien nos dice que el amor no es lo que tenemos a diario y que le podemos poner diferentes rostros, cuerpos y sabores, quien nos dice que no somos capaces de amarnos mil veces antes de buscar en el sexo sentirnos amados, sino fuera por las amantes a veces pienso que la rutina seria ese paraíso en el que todos piensan, un lugar sin sabor, amargada, y donde nada pasa. Que vergüenza si un día tengo que vivir bajo esas condiciones. Nunca me he levantado sin pensar que existe una mujer que me haga sentir lo hermoso de estar vivo, quizá ese sea mi infierno y lo disfruto.

Esta fuga de mi mismo (2)


La idea de beber era algo alternativo, no lo deseaba. La deseaba a ella.

Al día siguiente o quizá uno o dos tres días después la volví a ver. No vive muy lejos. Nos vimos a la hora que los mendigos se han escondido, parece que a los mendigos les gusta trabajar con el sol a todo lo que da. Las prostitutas reinan en las calles. Antes de llegar a su casa nos topamos con tres que se veían muy bien. Me pregunté: si tal vez las vería cuando fuera de regreso. Lo que vi fue un muerto. Por alguna razón los muertos no faltan en mis historias, y no puedo hacer mucho, pues siempre están en las calles, como si fueran parte de la escenografía del lugar, ese paisaje un poco triste y sin sentido. Ella estaba asustada. Yo solo bebía tequila, la cerveza no era de mi gusto. Estuvimos sentados un largo rato, nos tomamos las manos, nos dimos de besos, así como dos adolescentes que se esconden de todos y no puede frenar sus ganas por descubrir que hay más allá de los besos, debajo de la ropa. No sé cuánto tiempo paso, ni que paso después de tantos besos, me dolía tanto la cabeza que después de un rato ya estaba en casa y no tenía ni puta idea de cómo llegue.

Desperté en la madrugada, estaba junto a mi mujer, ella estaba totalmente desnuda. Me levante, tome un poco de agua; intente volverme a dormir, pero no lo logre. Me dolía todo el cuerpo y la cabeza, pensé que tendría otra de esas noches que por más que lo intento, no logro descansar. Había en la mesita de noche una buena cantidad de libros que no había podido leer y yo estaba muy desesperado. Fui a mi mesa de trabajo, la recordé a ella cuando pegaba su cara a la mesa y se entretenía leyendo algunos párrafos de mi novela, yo estaba por detrás y me dejaba acariciar por el roce de sus nalgas que para mi eran perfectas. Pensé en ponerle un nombre, algo que la hiciera especial y solo mía: Mariko. Era la mejor opción supongo, o tal vez: Em, desde luego que no lo había decidido y lo mejor era preguntarle a ella.

—Nunca me ames —dijo ella, mientras yo me deslizaba por el túnel entre sus piernas. Puedes quererme, consentirme, no olvidarte de mí y hacerme regalos, eso es algo que me gusta, pero no me ames, no vale la pena, además yo quiero al otro.
Él, seguramente se estaría retorciendo de alegría de saber que lo querían, que ella, que decía no creer en el amor, estaba perdidamente enamorada de él, enamorada y eso no se puede explicar pero es algo que le sucede todos los días.
Ella me dijo: el amor no existe, amar es cosa de tontos, llega el punto donde eso pierde sentido y entonces que vamos hacer, si sabemos que ya no podemos hacer nada más, tú o yo, nos iremos. Mejor no me ames y hagamos que esto dure lo que tenga que durar. Lo que a mí me gusta es no tener nada cierto y sentir que lo puedo perder todo, pensar en que lo puedo perder lo hace intenso y me apasiona, eso es lo que me sucede con él, tengo claro que un día ya no vendrá más, que se va a perder, que tal vez amanezca muerto en algunas de estas feas calles o se va con el pretexto de irse a estudiar y me olvida, me gusta esa incertidumbre, la rutina me da flojera y no logra excitarme nunca. El pretexto es lo que tengo, es algo desgraciado pero solo así lo puedo amar y perderme en esos deseos de estar con él. Lo explosivo no es vivir todos los días juntos. La rutina la dejo para los que no se quieren arriesgar, así que no me ames, mejor consiénteme.

No tengo claro porque ella me deseaba o si es que alguna vez siento ese deseo por mí. Solía oírme todo el tiempo y yo no hacía otra cosa que contarle mi vida una y otra vez. Ella era una mujer hermosa y quizá no tendría mucho mundo recorrido, pero había sufrido lo suficiente para entender todo lo que yo deseaba decirle. Estar cerca de ella, muchas veces era dejar que el deseo de estar dentro de ella se apoderara de mí y perdía todo sentido con la realidad, a veces creo que hasta me humillaba, pero nada de eso me importaba, si es que me importaba algo. Supongo que sí. Cuando me veían a su lado surgían comentarios, pero nadie me decía nada de frente.

—Yo también he pensado que no vale la pena amar, al menos no amarte a ti —le confesé y quede en silencio.

Obviamente yo prefería amarla, pero no tenía ningún sentido decirle, era claro que ella nunca más se volvería acostar conmigo y eso me dolía, no puedo decir cuánto, pero me dolía todos los días. Ella era morena, porque las morenas siempre me han gustado y no solo las blancas son hermosas.

Había tenido una puta pesadilla. Le conté a mi mujer que había soñado que me hicieron unos análisis y que salí positivo para la prueba del papiloma, eso más que un sueño era algo tormentoso. La ilusión de todo el mundo es tener una amante, es algo esencial y que nos conduce a realizar los sueños, pero si esos sueños se convierten en pesadillas, la cosa se complica. Yo me veía todo putito a la hora de dormir, me imaginaba que hablaría dormido y que confesaría mis andanzas, pero lo que más preocupo fue haber soñado que tenía el virus del papiloma y esa la forma más tonta de ser descubierto.

Si tenía un virus.

Nos despedimos fríamente, a la puerta de su casa. Ya lo habíamos hecho antes. Ella dice que su madre me vio cuando nos besamos y para mí fue como el pretexto ideal para que todo tuviera un fin, no por parte mía, sino por parte de ella.

El virus me mantuvo sentado en mi sillón-sofá por más de quince días. Me la pasaba sudando y con dolores de cabeza tan intensos que no quería saber nada del mundo. Todos esos días me olvide del trabajo, era como no tenerlo. Me acercaba un libro, pero no era capaz de leerlo, de escribir nada. Mi vida estaba fastidiada. El virus era algo temporal, algo que se curaría con reposo y tomando mucha agua.

En mi cuerpo su olor me estaba jugando momentos imposibles. Recordaba el sabor de sus labios y la cadencia con la que suele besar, mi vida se estaba tambaleando y eso me servía para regalarme otra noche más sin dormir, como si alguien más le importara eso.

La vida era intensa y con olor a pólvora, Em no deseaba perder en mi amor, tal vez era muy temprano para eso. Mis labios querían contarle todas las historias que estaba por escribir, aunque nunca fui bueno contando nada. Yo lo que deseaba era habitar en su cuerpo y me veo corriendo por todos los caminos, escondiendo mi erección y mi pasión por ella. Yo también tenía un amor, un imposible, un sueño que nunca se lograría y mientras me curaba de eso, me bebía todo el tequila que estaba a mi paso, el tequila era para los hombres, y la cerveza para los que no saben nada de la vida. Por instinto me refugiaba en mi lugar de trabajo, no dejaba de ver la mesa y de inmediato sentía su cuerpo. Yo montado en ella, de pie, mientras hacíamos el amor. Me venía un gemido incontrolable, una sensación donde yo no era dueño de mi cuerpo y veía sus pezones que era la imagen perfecta de la creación y sus tetas no tan grandes que me gritaban su nombre pero que yo no podía recordar, me pregunte: que tal que sus tetas son Marico y Em, eso sería perfecto. Nunca la había más que aquella noche.

Salía a la calle, no quería despertar a mi mujer y me perdí en los límites de la noche y por primera vez en mucho tiempo sentí miedo, un miedo irreparable, encendí un cigarrillo y me espere un rato para ver si se me pasaba. Yo sabía que ella no vendría más, pero me hacía falta creer que eso estaba por pasar, me hacía falta creer que éramos cómplices de los mismos deseos y fantasías. Esa noche ella traía un brasier negro. Yo sabía que cada noche despertaría en otra parte.

—Cógeme aquí —dijo ella— mientras cerraba los ojos. Métemela más adentro, hasta el fondo.