Canción dormida


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Imagen: Mathew Schwartz

Me enredo en el murmullo de tu vida

desde la vacuidad de este espacio lejano,

lleno de ti.

Llueve sobre el lienzo azul de tus ojos,

el silencio de un amor imaginado.

Frágil, la vida es el cristal que me detiene,

que hiere sin tocarnos.

En medio de mil mares que nos rugen,

ahogo mis días sin calor,

y escribo en el exilio de este cielo

sin estrellas, la nota de tu voz.

Amar a lo invisible es mi condena,

pero hallo en el fuego de este caos

un grito de esperanza,

el beso que sacia cualquier pena.

Tú, letra arrugada en mi alma escondida,

la luna en mi ventana,

y el baile que llora suspendido

en el sueño que robó mis madrugadas.

Tú, secreto guardado entre mis ropas,

la música que mueve mis sentidos,

y el reloj atrapado en la canción

del tiempo adormecido que no fuimos.

A la mar la vida


Observa la orilla la vida que se esfuma,

la que fue vivida y la que no se mueve.

 

Se van las lágrimas con la espuma

que regresa a las costas de allá enfrente.

 

Se van las sonrisas en la luz que se pierde.

La tarde apuñala al sol y la noche rezuma.

 

La vida es la espera observando

la orilla que es penumbra

 

y que se marcha y que decrece

y se hace invisible bajo el sol que zarpa.

 

La vida es la zarpa del sol que se anochece

y cubre la mar con su muerte y con su capa.

 

La vida es la mar que se agazapa

en los recodos del aire que la mece.

 

Viene la mar y la recibo.

Viene la mar y no se mueve.

 

Vengo yo y la mar me envuelve.

Ya nos vamos, nos despedimos.

 

No hay sol matiner ni nada

que se le parezca en esta tarde

 

y en los párpados me arde

la bandera foradada.

 

Cuando camine hacia atrás,

no sabré si el mar se muere

 

o soy yo, que me alejo más

bajo las sombras del muelle.

 

Alacant tiene algo que se exilia

entre el cielo de la noche y el humo

 

y ya no sé si yo me esfumo

o si la vida que se marcha es la mía.