Yo quise ser yo.
El miedo botó y me encerré en mis trece,
en esa edad me quedé
en un martes exactamente de esa edad en donde me prometí destinos que no entendía, pero aparentaban ser alegría en esta sociedad donde mi cuerpo residía.
No me lo pregunté y me oculté sin saberlo.
Acabé siendo un niño por no haberlo sido antes, pero un niño con antiguas estelas de un alma infantil e ingenua con capas de roca y pesadillas que no fueron acariciadas ni escuchadas.
Y menos por mí mismo.
Ahora lloro, para qué echar balones fuera si yo soy responsable de que todo sea como es.
Yo me afecto de tal manera que reacciono para que todo fuera de fuera y no de dentro.
Intentaré recoger todo aquello que un día fui y nunca quise dejar de ser, ¿o sí?
Etiqueta: final
El final del cuento
Mis ojos han perdido la visión,
mis manos la memoria,
¿qué hago para reconocerte si un día te encuentro?
Digo palabras sin sentido
después de un prolongado silencio.
Los sueños son hoyos negros
que se tragan todos los recuerdos.
Ya no percibo el olor de tu cabello
ni encuentro con mis labios tu cuerpo.
Ecos del pasado murmuran al pensamiento
que ya nunca más escucharé tu voz,
que ya no hay razón para seguir despierto.
¿Para qué vivir con soledad?
¿Para qué esconder mi sentimiento?
Solo quiero cerrar los ojos
y esperar ese último momento.
Yo vi la vida pasar
Yo vi la vida pasar
y tan rápido que iba
no la pude detener.
Al principio me miró
—directamente a los ojos—
ofreciéndome mil cosas,
de hermosos y diversos colores.
Prometió una niñez rosada
en los brazos de mis padres,
llena de cuentos de hadas,
princesas y caballeros andantes.
Luego me haría volar
en el lomo de Pegaso,
tocando miles de estrellas
en el cielo y en un mar
azul turquí.
Me presentó los poemas
para hacerme suspirar:
Béquer, Darío y Neruda,
en sus letras aprendería
a llorar por el amor.
Con Allende, Grisham y King,
me ha enseñado el bien y el mal,
la esencia de la existencia misma,
el lado oscuro y profundo.
Cerré los ojos un segundo
y la vida se me fue,
entre páginas de libros
y algunas que quise escribir.
Camino sobre hojas secas
de variado colorido
en este largo —corto—andar,
que la vida me ganó
—siempre correrá más rápido—
y su paso no se detiene,
ni para esperar por mí.
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Carta para mí, sueño sin fin
El desalojo de la expectativa se deja sentir de golpe.
Tu mirada estática en el horizonte deja de sentir completamente aquella euforia de la majestuosidad de lo que observas, la distancia y la profundidad que hay entre tú y lo que quieres ya no representa una inquietud. No hay miedo.
Sin embargo, existe un trecho que intercala.
No representa sustracción ni suma a lo que ya tienes o eres, es una bifurcación en medio de una escalera, si caes en él, volarás sin tener conocimiento de a qué parte del camino recorrido volverás. Expectativa y dificultad. Estado de desesperación silenciosa, una célula adormecida que no halla su par en el camino a la mitosis.
El último escalón y tu meta.
La pregunta usual al final del camino, respuesta que puede dirigirte al principio. Pero con mayor sabiduría. Crecer, dejar ir. Aprender del ciclo.
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