Recovecos oscuros


«Recovecos oscuros» (collage y pintura), serie «Azules y Rojos, pasado continuo».
«Su marido se encontraba desaparecido desde el inicio de la guerra. Y de eso ya había pasado más de un año.
Un buen día empezamos a notarle el embarazo. Y mientras iba creciendo su tripa, se incrementaban a su vez los rumores malévolos, los insultos en voz queda y las miradas de reprobación y lascivia.           
Fue la comidilla del pueblo esos años en lo que no había nada que llevarse a la boca.
  Tiempo después, y solo al acabar la guerra, descubrimos que muchos de aquellos maridos, hijos, mujeres, vecinos o primos que dábamos por huidos o desaparecidos, realmente habían estado durante todo ese tiempo, escondidos en habitaciones dobles tapiadas con armarios o estanterías y en cobertizos o zulos en medio de la nada.          
Algunos salían en mitad de la noche para estar junto a los suyos; otros habían permanecido años encerrados en antros y agujeros a los que no llegaba luz alguna.           
El marido de la mujer embarazada había sobrevivido dentro de un pozo gracias a que su esposa le llevaba comida y cargaba al hijo de ambos rodeada de murmuraciones e insultos. Mientras ella callaba».

Ni santos ni inocentes


«Ni santos ni inocentes» (collage y pintura), serie «Azules y Rojos, pasado continuo».

Dos violentos muy excitados llegaron a la cárcel con bidones de gasolina para quemar vivos a los 38 hombres (curas salesianos, falangistas de la familia Ibarra, empresarios y hombres de derecha, según el criterio de los que decidían) que allí habían confinado, y no lo hicieron porque otros hombres de izquierda, que estaban preocupados en la puerta, lo impidieron.
Los encarcelados, aterrorizados, oían las pretensiones, voces y discusiones.             
En Arahal, no tuvieron esa suerte los encarcelados de derecha y ardieron vivos.

Azules y rojos


Azules y Rojos (collage y pintura), serie Azules y Rojos, pasado continuo

«La familia quedó destrozada y sin recursos al faltar el único sueldo que la mantenía. Pepe, entonces de cinco años, se estremece aún por el doloroso recuerdo de su madre, que cayó desmadejada y rota de dolor en el primer escalón de la escalera de su piso vivienda, llorando entre lamentos y temblores, con el paquete de comida en sus manos, y a su hermano Pedro, de catorce años, al que él siempre había visto tan fuerte y seguro, clamar a gritos llorando: ¡Mi padre, mi padre!».

Colas, garras, uñas y dientes


Colas, garras, uñas y dientes (collage y pintura), serie Azules y Rojos, pasado continuo
 “En la posguerra repartían cartillas de racionamiento que especificaban qué (según la disponibilidad) y cuanta cantidad de determinado alimento podíamos comprar por familia. Pero la mayoría de los productos estaban muy limitados y se agotaban enseguida. Es por eso que estábamos dispuestos a hacer largas colas para todo. Miraras dónde miraras toda la ciudad era una infinita fila de caras hambrientas. Filas y más filas.”

El vuelo del águila…


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Photo by Roberto Cabral

 

Háblame de ese vuelo
o cómo el viento
atrapa tu monolítica
virtud hecha estrella.

Esculpe la memoria
de tus adoradores,
en la tierra
del sacrificio y
del sacrilegio.

Las nubes son hechos,
donde la historia
llueve a cántaros,
te sujetas testigo
del inmóvil vestigio
humano.

Te dejo con la voz
muda de antepasados,
qué habrá pensado
el escultor
que descubrió
el vuelo del águila.

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En el Jardín de las Adelfas


Tiempo atrás, el lirio blanco se balanceaba
entre las zarzas. En el Jardín de las Adelfas
entre nardos y azucenas, bailaban rosas,
claveles, celindas, pensamientos, narcisos
y cardos. Dos pasos errantes destrozaron
gran parte de sus ramas mas el lirio se
recompuso. Llenaba su pequeña corola de
agua, allí vendrían los gorriones a beber
llevándose las perlas de su cabeza entre
sus piquitos dorados. Sus maltratadas hojitas
no servían para lucirse, aunque taparan a las
hormigas de las lluvias más violentas. Las hormigas
agradecidas, regalaban a su tronco una lluvia de
cosquillitas de cerezas.Tiempo atrás, al lirio
blanco lo quisieron cortar para ponerlo en un
jarrón de cristal. Prefirió hacerse invisible
haciéndose una lamparita para todos los insectos
voladores y hormigas que ansiasen verlo brillar.

La historia se mueve


Más que vivir la historia, ella es como un tren enorme que a veces nos envuelve con su ruido, y empequeñece las imágenes que realmente nos pertenecen: El contrato de trabajo, las horas entre apuntes de la universidad, el adiós a una ciudad, las vacaciones entre grandes montañas. No, eso no es lo más profundo de la historia. Es la inmensa barbarie que se esconde cuando sólo importa lo que se mide con riqueza y pasión ciega, y comienza a gritarse con descaro que deseas degollar la garganta de tu educado vecino. Es cuando la historia decide moverse sonriendo a vivos y muertos.

 

(Foto del autor)