En el hueso roto de la noche hunde el pez sus escamas. Bate parches el alegre figurón. Su nombre ruge maullidos y pleonasmos. En las gargantas, sin embargo, se ha secado hasta el Niágara.
Etiqueta: homenaje
Manos de lejía
La lejía me da nostalgia.
Ahora que ese olor puebla mis manos
al limpiar toda mi vida
por la plaga.
Y no es por ese juego fonético de la ge
o jota.
Ni por empezar un poema garabato
o gato.
Éramos cuatro
hermanos que nos habíamos hecho
grandes —golondrinas que gorjean—
y necesitan comer.
Bocas abiertas al cielo gusano.
Y mi padre cada vez
más viejo
más grávido
más gota
que se escapaba
entre sus manos de carpintero.
Entonces mi madre gladiadora galaxia
cogió la gamuza
para limpiar portales, pisos o
hacer guisos —como tantas guerreras guijarro de mi barrio—.
Y cuando llegaba a casa
nos cogía por las mejillas
con sus manos de lejía
y nos besaba y nos decía:
¿qué tal se han portado
mis niños guapos?
Dedicado a todas las limpiadoras de mundo. Gracias.
Poema a «detectives salvajes» (IV)
Agrego mi falta total de lectura,
¡¡Ay, Pedro!!, ¡¡Pedro!!, ¡¡Pedro!!,
si no fuera por Roberto
no te encuentro.
Él dijo que sin ser poeta
eras el mejor de su generación,
al leerlo pienso en su razón,
pero ambos están muertos.
Alabaste su discurso
de Setiembre de 1986,
quiero decir,
eso pensaste al leerlo,
cuando acá
la magia de la democracia
embobaba a los pocos ilustrados
pero ávidos de sus intereses.
Me despido de ustedes
para no confundir
si este poema era
para la moto de Roberto,
las letras de Pedro
o un desencuentro
con la poesía chilena.
Poema a «detectives salvajes» (III)
Ahora cómo hago para seguir tus letras,
monto una motocicleta
y trazo el mismo camino,
para soñar que viajo,
ensuciarme del mismo barro
para viajar en un sueño.
Escribo o describo el paisaje,
¿importa?
o debo imaginarlo,
mentir decía un poeta
(no recuerdo nacionalidad)
o invento un viaje,
creo un colectivo poético
o dejo de escribir en el baño.
Pero yo no hablaré de mis veinte años,
no estaba loco o al menos no lo sabía,
¿viviste en dictadura?
yo tampoco supe lo que viví,
logré sobrevivir,
creo que me encerré en mi mismo,
me exilié en la música,
pero no en los grupos exiliados,
a ellos también los conocí tarde.
Entonces cómo empezaría a buscarte,
si ni siquiera tú sabías de mi poética (patética) existencia,
además mis letras son menores
o mejor dicho jóvenes pero viejas.
Poema a «detectives salvajes» (II)
Mis intenciones
nunca fueron conocerte,
pero claro está,
debí haberlo hecho antes,
cuándo es la pregunta,
temprano la respuesta,
nunca cedí tiempo a alguien más,
luego caes y te rompes las costillas,
es la única lógica explicación,
al quedar sin aire,
algo transmuta,
a falta de oxígeno
pierdes nitrógeno,
ciertos ciclos poéticos surgen,
la sangre renueva su composición.
Pero cómo leerte si
ya no estás para crear colectivos,
menos talleres, hablar de otros poetas locos o malditos y sus obras,
citar ejemplos, desmenuzar poemas, cuántas malditas suposiciones,
¿dirías pajas mentales?
o largarías a reír.
Poema a «detectives salvajes» (I)
Te fuiste temprano,
la huella de tus poemas
no alcanzaron a tocarme,
no me hallé con ellos,
los perros románticos.
A Ulises, la moto y el burro,
nada les faltó, sus alucinantes
correrías llevan escritas siglos,
no tenía sueños cuando me presenté,
sólo vi faso en boca y cara de siempre.
Pero él no tuvo que hacerme
la desconocida, tampoco esperó
a que saliera del baño a corregir
el plomo de cada palabra, menos
gritarme en la cara, ya nada sirve.
Alejandra
A Alejandra Pizarnik
Hablan de tus demonios y no
ponen cara a tu espíritu.
Hablan de tus males y no se apenan
al hacerte princesa de la miseria.
Hablan de tu cárcel, pero no de
lo sobrenatural de tu canto libre.
Hablan hablan hablan hablan
y dicen tu nombre en vano.
La angustia reina para todos,
a todos se acercan los demonios
y todos nos hacemos jaula, alguna vez.
Hablan hablan hablan hablan
pero regresas cuando pronuncio
tu nombre, Alejandra. Eres canto
en mi invocación y pájaro que migra
y cría desde mi norte hasta mi sur.
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