Ante Berlín, ciudad de estatuas formidables, gustamos hermoso idilio. Jugamos kilométricos lugares, mientras nuestros ñongos ojos pedían que restregásemos sádicamente toda unión venida wagnerianamente.
Xenismo: ¡Yes!
Zen.
Ante Berlín, ciudad de estatuas formidables, gustamos hermoso idilio. Jugamos kilométricos lugares, mientras nuestros ñongos ojos pedían que restregásemos sádicamente toda unión venida wagnerianamente.
Xenismo: ¡Yes!
Zen.