Boa


Marianela_indígenas_PY
Grande el arrojo
de valientes nativos
con boa voraz.


Pintura mural en la Casa de Retiros Marianela, Atyrá, Paraguay.

Ama’de Darïku


¡Corre! Huye a prisa del fuego danzante, la multitud moribunda conspira por tu muerte condenada sobre la llama ¿Contra qué símbolo de la verdad mundana arremetiste ahora? Debes aprender que con el pueblo conservador has de comportarte con cuidado, hasta el más sencillo argumento o acción puede despertar en ellos una revolución defensiva con extremismos y fervor agresivo.

Las montañas oscuras donde los peligros abundan, hacia allá te diriges en búsqueda de resguardo; un lugar seguro en medio del misterio… los árboles turbios danzan entre sí, susurran secretos que a tu oído ponen tenso y a tu cuerpo lo hacen sentir denso. Pero no te dejas ceder al miedo, aguantas el frío y miras con lujuria el tesoro que has hurtado.

El pueblo te busca, te has robado su más sagrado artefacto. Los materiales con que está hecha tal reliquia son de origen divino, recursos no renovables que solo se ven una vez cada milenio; forjados por algún súbdito de la realeza desconocida, de la más alta sangre y con aros de luminiscencia sobre sus cabezas. Cabeza, lo que la gente reclama de tu errante humanidad, la audiencia quiere justicia, sangre y pedazos de carne para a sus propios demonios calmar.

¿A dónde te has llevado las Sauditas del altar?

Dicen en el pueblo de Badusa que el dios DerPa’h descendió desde lo alto de la montaña hace 200 lunas atrás, traía consigo el fuego original, aquel que nace justo en las profundidades rocosas del mar; en una mano lo sostenía sin sutileza como si el mismo brotara de su interior; en la otra mano cargaba el agua fosilizada del espacio, la energía más pura que cualquier mortal haya visto antes en su vida mortal y espiritual.

Ambos recursos de alta potencia era tan poderosos como delicados, así que, como siguiendo un plan trazado por alguna entidad superior, DerPa’h los depositó juntos en el gran florero Agros, ese monumento natural tallado en piedra y recubierto con plata, que honraba a los vivos que habían pasado al mundo intermedio. El dios mezcló los ingredientes con la tierra, y decretó que la energía brotaría de una nueva fuente de vida.

Así fue, durante muchos ciclos terrestres. Y así continuará siendo. Todo está en tus manos, Ama’de Darïku. El pueblo habla desde su furia pero no entiende tu propósito y todo lo que arriesgas.

Te conocerán como el ladrón de flores, pero en realidad eres el portador del fuego vital. La real energía que, junto al néctar del agua fosilizada, lograrán crear un nuevo mundo, alejado de la química destructiva a la que se dirige el humano rebelde, que no tiene causa y por eso se rebela, atentando contra sí mismo, sin fin aparente.

Que arda la tierra antigua, y un nuevo mundo pueda surgir…

Ama’de Darïku.

 

Microcuento: LOS TROFEOS


Vuelen juntos ... pero nunca atados - Leyenda Sioux <BR> <BR>Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu. <BR>––Nos amamos... ––empezó el joven. <BR>––Y nos vamos a casar.... ––dijo ella. <BR>––Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte. <BR>––Por favor ––repitieron–– . ¿Hay algo que podamos hacer? <BR> <BR> <BR>El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. <BR>––Hay algo ––dijo el viejo–– pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada. <BR>Nube Azul ––dijo el brujo––, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? <BR>Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos. Deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte; si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste? <BR> <BR> <BR>––Y tú, Toro Bravo ––siguió el brujo––, deberás escalar la montaña del trueno. Cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora! <BR> <BR> <BR>Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur. <BR> <BR> <BR>El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares... <BR>––Y ahora qué haremos... ––preguntó el joven––. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre? <BR>––No –– dijo el viejo. <BR>––¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne? ––propuso la joven. <BR>––No ––repitió el viejo––. Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres. <BR> <BR> <BR>El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros, el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse. <BR> <BR> <BR>––Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto, son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure: “Vuelen juntos... pero jamás atados”. <BR> <BR> - FotologEl vaquero luego de masacrar la tribu se lleva el trofeo a su casa. Se quita el sombrero, guarda el pañuelo, las pistolas y el cinturón. Él engancha las botas y se desnuda frente a esta princesa indígena. La piel roja es una fiera en el colchón. El jinete se cae de la silla salvaje dos veces. El humo de la coca lo embriaga y desorienta. La apache suelta un grito iracundo, lo amarra con la soga a un lado de la cama y después de un beso rabioso le arranca el cuero cabelludo.

Ella se lleva su trofeo, pero en esta ocasión no tiene a nadie de su familia con quien compartirlo.

Imagen sacada de http://www.fotolog.com/psicopompa/36015981/