Contemplé en el espejo la inmensa felicidad de mi rostro. Tardé un buen tiempo para darme cuenta que lo mío no era contar historias sino vivirla, no sé el número exacto de días, pero bien puedo citar un número 666 días me parecen justos, además de que es número que cualquiera recuerda con facilidad, supongo que en la realidad me llevo más de dos años, pero como dije antes no tengo un número exacto, a quién le importa. Si uno no pone atención a los detalles esta jodidamente perdido si trata de ser escritor. Estaba huyendo de ser policía, alguna vez fui militar pero también me di a la tarea de huir.
Me encontré de con Laura, así de frente y ella se puso a bailar. Baila muy bien, sobre todo cuando mueve las caderas. Era lunes, nos pusimos al corriente.
Yo jugaba a que las cosas siempre salían como a mí se me venía en gana. Laura estaba preparando un nuevo caso. El de los tipos que habían entrados armados a un hospital y que días después aparecieron muertos de manera sospechosa. Le dije a Laura que no se metiera con esos tipos, pues una vez que se dieran cuenta de su existencia y de que ella les quiere hacer mosca, su vida se iría al traste, parece que eso a ella no le importo, así que le insistí, le dije que a estas alturas uno ya no se puede hacer el héroe, pero eso a ella le daba igual, le suplique en nombre de su familia, pero no me hizo caso y fue en ese punto donde entendí que mi vida se estaba dirigiendo directo a la chingada, pues una vez que ella, Laura se involucra en el caso, yo tendría necesidad de ayudar con el mismo. Seguro que nos identifican, pensé y entonces tendremos que fugarnos de esta ciudad, perdernos y no aparecernos nunca más. Ella me dijo: que te preocupas si las cosas se ponen feas les pides chance a los gabachos para vivir en sus tierras.
Esta historia no puede ser de otra forma. Abundan los narcos.
Laura dijo que la situación no era grave. Tres personas armadas entran a un hospital, hacen unas preguntas, buscan en los diferentes cuartos donde están los hospitalizados, las posibilidades no son muchas: la primera es que se trata de algún compañero que ha llegado herido al hospital, pero luego, ella descarta esa idea porque cree que de ser así ellos no lo andarín buscando y mucho menos llegarían armados, la otra posibilidad es que sea de algún bando enemigo y se les escapo en un enfrentamiento reciente y está herido por lo que ellos sospechan que está en algún hospital y no saben cuál. Esa idea suena un poco congruente, a ella le gusta, pero no deja de pensar en una tercera posibilidad: los chicos trabajan para un grupo determinado y desean ver las instalaciones del lugar, así como la seguridad que les ofrece, se presentan armados porque no han tenido tiempo de ir a sus casas a bañarse y vienen de un enfrentamiento y su jefe esta herido y les interesa internarlo, a Laura esa posibilidad no le gusta mucho, pero es eso una posibilidad y no se puede descartar de buenas a primeras.
Yo no hago otra cosa que pensar en la curvatura de sus piernas, no es broma. No le quiero declarar la guerra a nadie y mucho menos a unos posibles narcos.
Le respondí que eran unos muertos que no importaban a nadie, ni siquiera el periódico se ocupo de ellos y ella me explicó que algo andaba mal y que ella insistía en saber que era, me platicó de cómo fueron encontrados los cuerpos. Nos quedamos callados. Le recordé a Laura que ella era mi amante y estaba dispuesto hacer todo lo que fuera necesario por complacerla, si tenía que declarar la guerra a quien fuera yo estaba dispuesto y si un día teníamos que salir de esta ciudad corriendo eso haríamos. Supongo que me estaba ablandando, pero pensé que no era por la edad, si no por las piernas de Laura.
Nadie sabía nada. Siempre fuimos discretos. Podría decir que si de algo nos cuidábamos, era de las apariencias. Laura me hablo el viernes pasado para darme lo noticia. El sábado me dijo que estaba muy inquieta y el domingo no tuvimos comunicación. Cuando me detuve en la puerta de Laura supe que las cosas no andaban bien, ya era muy tarde para dar marcha atrás, estaba yo muy clavado con ella (enamorado hasta los codos). Tal vez fue el que su cabello se viera más negro o que sus labios rojos acentuaban la palidez de su rostro o el frío que inundaba el ambiente, algo era y yo lo presentí. La besé suavemente y ella me invito a pasar.
El espejo solo podía regresarme esa imagen de felicidad, en el resto del cuerpo no me fijaba, hacía mucho tiempo que había perdido la figura y ahora luchaba por no tener que usar una talla grande. Me quedé pensando en las cosas que había dejado de hacer y una de ellas era que había dejado de quererme. No podía esconderme de mí y no hacía otra cosa que estar en constante movimiento. Mi fuga no era otra cosa que el ver como mi vida se desboronaba mientras me daba el lujo de tener una amante que me volvía loco. Si Laura creía que investigar el homicidio de tres delincuentes que días atrás habían entrado armados a un hospital, yo la apoyaría incondicionalmente, acaso no para eso están los amantes.