Otro whisky a palo seco,
dijimos,
y nos brotaron metáforas del sobaco,
ditirambos de las cejas
y dos serventesios de cada nalga;
puñaladas de verdad,
humores vitriólicos
y versos de gasolinera.
Nuestras pelusillas del ombligo
cantaron una zarzuela
y se comieron la luna
sin guarnición.
Yo no sabía qué hacer,
así que me rasqué la nuca
y saltó un tropical pareado
de arroz con mango.