tajo


El trabajo alienado arrebata al hombre, arrebata su vida genérica […]”
C. Marx – Manuscritos de filosofía y economía –

te olvídate ya de mí

no soy yo

                   otro.

el que camina, el que

respira otro,

o nunca fui y esto

             y aquello

era – pasado perfecto –

espej-

ismo o

espej

o
esquina de espejos

que dimensión

                        a dimensión

te engáñate te repite

te pudiste

ser

en algún otro lugar y en

alguna otra persona

fuera del tajo.

Encuentros furtivos


The_Great_Ocean_Road_at_Night_(494349686)

por Reynaldo R. Alegría

Se acercaba la fecha del 38vo. Festival de Apoyo a Claridad y Maya recordó a Tommy.  Se habían criado juntos en el mismo pueblo.  Habían asistido a la misma escuela superior pública del barrio en donde se conocieron.  Disfrutaron del amor, el alcohol, la lectura, la polémica y el sexo juntos por primera vez.  Y se graduaron con calificaciones excepcionales que le permitieron entrar a la mejor de las universidades del país, la UPR en Río Piedras.

Ambos tenían sembrada por sus padres la semilla del servicio al país y el fervor por la doctrina y la política, por las cosas del gobierno y los asuntos del Estado.  Maya provenía de una familia que abogada por la independencia para el país y se acostumbró desde niña a protestar, a alzar su voz y al riesgo.  La familia de Tommy era una de servidores públicos favorecedores del partido de gobierno, una organización política que pululaba entre una izquierda petulante y una derecha fatigada por el gobierno ineficiente y la falta de visión.

Ya en la universidad, lo que parecía ser una diferencia graciosa se tornó en un abismo insuperable y fue Maya quien bajo argumentos filosóficos fundamentados en la lucha de clases, el materialismo histórico, la dictadura del proletariado y su más reciente lectura del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (que según ella, lo dramatizaba a la perfección), decidió terminar con Tommy.  Y aunque él siempre tuvo planes para cuando eso pasara, pérdidas son pérdidas y mucho le dolió.  Entonces el tajo se hizo más grande que la profundidad de los mares.  Maya se fue una temporada a Cuba con un amigo de la universidad y de allá regresó otra.  Pasaron los años.

Para los años ochenta, el Festival de Apoyo a Claridad se había convertido en el evento público musical donde los graduados de la universidad se reencontraban como en una reunión de exalumnos.  Los ochentas eran ajenos a los festivales modernos donde se cobra entrada y los tragos cuestan caros.  Además, una fiesta popular con un público más culto, hacía del evento lúdico uno esperado.

Maya recordó la última vez que se encontró con Tommy en Claridad.  Hacía años que no se veían.  Pero allí, entre los quioscos de frituras, artesanías y libros apareció él junto a un amigo.  Entonces el Festival, que se organiza para apoyar un periódico de izquierda hoy venido menos, se celebraba en los terrenos del Escambrón, frente al Atlántico.  Entre el bullicio, el viento nocturno y el salitre, Tommy paseaba contento mientras se tomaba su trago burgués de siempre un Black Label a las rocas, pero con poco hielo.  En minutos, en segundos, atraídos por la fuerza imantada que siempre los atrajo se fueron a caminar hasta llegar a la playa, tomados de la mano, como cuando lo hacían en la escuela.  Se pusieron al día.  Ella sola, después de su fracaso con el amor falso en Cuba.  El casado y feliz y padre de dos.

Ahora, treinta años después, cuando trabajaba para el Gobierno Municipal de la Capital y pensaba en los años que le faltaban para el retiro y poder cobrar el Seguro Social, ella recordaba aquel encuentro furtivo.  Le gustaba recordar cómo al llegar al agua Tommy la abrazó por la cintura como su aún fuera suya, acomodó su cara sobre su pecho y oliendo con gusto su perfume la fue inundando de besos suaves en el cuello.  Erotizada, sus labios buscaron los de él y se gozaron como el primer día.  Ahora que se acercaba la fecha, ella siempre se acordada de él, deseando algún encuentro furtivo.

Foto: The Great Ocean Road at Night, por edwin.11, via Wikimedia Commons

Normando es virgen


Gutenberg_Bible

por Reynaldo R. Alegría

Normando nació raro.  Entre el alcoholismo de su padre y la idiotez de su madre, nunca tuvo una alternativa humana a quien admirar hasta que llegó a la universidad.  Criado en la Iglesia Bautista de su barrio, entre el dogma intenso que se autoimponía y que operaba como muro de contención y la práctica de la percusión en el famoso coro de la iglesia, pues no se le dio ningún otro talento de cuerdas o vientos, se crió raro.

Era inteligente, pero inculto.  Adolecía de modales en la mesa y en la polémica.  En una casa donde nadie se hablaba, se acostumbró a vivir solo.  En su habitación.  Condenando su hermano como pecador, porque salía con amigos y al cine y porque tomaba alcohol y porque tenía una novia que se ponía faldas cortas.  Se dedicó a estudiar la Biblia.  En la Escuela Bíblica de la iglesia.  Y en su casa.  Considerándose a sí mismo maestro de la hermenéutica y la inerrancia, nunca le dio a ningún texto ninguna interpretación que no fuera la más clara, la más obvia y la más natural que pudiera surgir de la sola lectura de las palabras.

Desde joven comenzó una práctica recomendada por un pastor, de marcar en los textos aquellas palabras que no entendía y correr a un diccionario en busca de la definición.  Entonces, anotaba en una libreta la palabra y su definición y buscaba la manera de incorporarla a su hablar diario y corriente.

—La dipsomanía de mi padre, la intríngulis de esta sociedad y su ludibrio plantean un calígino panorama de carpanta.  Anatema de esta inmarcesible conspiración de la idiotez —decía Normando.

— Es tan inteligente ese muchacho, que no se le entiende lo que dice, solía decir su mamá.

En la Universidad, Normando fue discípulo del ya viejo Profesor Don Pablo Viscasillas, quien había tenido el honor, como decía todos los días, de ser estudiante del famoso profesor Louis Althusser.  Allí, se aprendió de memoria dos cosas: la historia de cómo Althusser estranguló a su esposa Hélène y fue declarado inocente por inimputable, y la primera línea del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:

Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. 

Aunque nunca le prestó mucha atención a la segunda línea escrita por Marx:

Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. 

Se casó con la hermosa, sandunguera, deliciosa y apetitosa hija del pastor mulato de la iglesia.  Una mujer blanca, de ojos verdes, pelo duro –muy duro– y cuerpo voluptuoso.  Y vivieron juntos algún tiempo.  Y ella lo acompañó a sus misiones y viajes de estudios, mientras aspiraba a convertirse y trataba de repetirse en el viejo Profesor Viscasillas.  Un día, diez años después de casados y tras soñar por tres noches consecutivas que la había estrangulado, optó por el divorcio.

A los tres meses se casó con su secretaria.

No supe de él por muchos años hasta que me encontré con su primera esposa.

—Nunca me tocó.

—¿Pero… cómo?

—Y lo intenté todo.  Pero decía que, conforme ordena la Biblia, el sexo era para reproducirse y él que no quería tener hijos.

—¿Y entonces?

—Entonces nos divorciamos… y se casó con su secretaria.  Y seguimos siendo amigas.

—¿Y entonces?

—Pues… es virgen, sigue siendo virgen.

Foto: A vellum copy of the Gutenberg Bible owned by the U.S. Library of Congress

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