Canta, espíritu gallardo, fonema de tierra desvirgada
suspiro de hambriento aliento, sangre oxidada
revitalizada en cada eco, templo del bronce
viento viajero en un boomerang,
pasajera, la historia pasajera, te acompaña
como suave ala de ave que acaricia al quieto aire
mientras goza uno a uno, el andar de cada infante
naciente en cada huella, de generaciones antepuestas.
Canta, espíritu orgulloso, do del alma, re de sangre
mi de mí, fa a la esperanza.
Canta en infinito tiempo, sin medir distancia
porque el norte sin sur no es norte, pero tú eres sur y norte,
de lo claro, de lo oscuro y de todos sus matices.
Y eres tierra, eres luz, nido de águila,
llama antigua, extintora de tormentas,
jamás extinta, jamás rendida
tentación de invasores, salvación del miserable.
Canta, como flor a la mañana
que encuentra su fuerza, reconociendo sus debilidades
y se entrega entera
a la oruga, al colibrí
y a tu espíritu que calla, sólo
para recobrarse renovado y estallar de nuevo
en jubilosos cantos, de los protagonistas,
que en cada edad tuya junto a ti corean
vigorosos y armoniosos, tu inconmensurable talla.
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