Desajar maravillas


Toco mi cuerpo como esponja.

Pasan mis manos maculadas
limpiando piel en cada abrazo.

Cada abrazo es promesa fecunda,
de las que vale la pena cumplir
para efectuar el milagro.

Pasan mis dedos
sobre la fina capa de hielo
que cubre mis labios.

Labios que me aseguran
que no decir nada es golpear
la puerta tres veces.

Cuando el impulso escrito indica
hender ese túnel y encontrar
maravillas al otro lado.

Guía para elegir mujeres


Elegir mujeres no es cosa sencilla. Sea uno hombre, mujer, otro o nosabenocontesta, la elección del centro de esta circunferencia no es cosa sencilla.
Uno debe cuidarse siempre de imprevistos, como lo pueden ser un ojo levemente mal ubicado, una voz particularmente aburrida, un poco de fascismo entre las sienes.
Primero, uno debe tener en cuenta la certeza. Por esto nos referimos a, por supuesto, la ecuación de punto pendiente. Una vez usted tenga la certeza en la mente, debe preguntarle algo a la mujer. Lo que sea. Un buen ejemplo sería: “Mujer, ¿qué opina usted sobre la rugosidad que presentan los sapos en la panza?”. Si de la boca de la mujer sale algo que no sea la ecuación punto pendiente, usted deberá, muy a mi pesar, despedirse e irse rengueando. Si, por el contrario, la mujer de manera clara y sin ningún fallo, recita la ecuación punto pendiente, le recomiendo que huya. O se case, que es básicamente lo mismo.

¿Compartir o compartirte?


Compartir

por Reynaldo R. Alegría

A las 12:52 de la madrugada del miércoles, 14 de enero de 2015, Estela me envió un mensaje por WhatsApp:

—Compartir o compartirte?

Cuando me desperté lo leí y —aunque tentado a responder de inmediato— decidí pensar adecuadamente mi respuesta.  El reto con las mujeres inteligentes es que el gran disfrute siempre depende de la mayor complejidad.  Además, mientras más retrasara mi respuesta más se prolongaría el placer de hurgar en la deliciosa intriga del entendimiento de ella.

Lo de compartir aparentaba ser bastante sencillo.  No requería un acto de profundidad intelectual lo que a todas luces era una simple propuesta de hacer algo juntos; sexual, claro está.  Pero con ella, nada era sencillo.  Hace 20 años habría tenido que hacer malabares para llegar hasta la oficina y retirar del anaquel que está contiguo a mi escritorio al alcance de mi mano el grande y pesado primer tomo de la vigésima edición de 1984 del Diccionario de la lengua española.  Pero ahora, la modernidad, la bendita modernidad, me permitía recurrir en segundos a la aplicación gratuita para el móvil:

compartir.

(Del lat. compartīri).

  1. tr.Repartir, dividir, distribuir algo en partes.
  2. tr.Participar en algo.

Lo de compartirte era lo que complicaba el asunto.  Creo que ya he dicho que me gusta la complicación y si no lo dije pues lo aclaro.  De todos modos… ¿compartirte?…  ¿Repartir?  ¿Dividir?  ¿Distribuir?  Era un acertijo… ¿o era una trampa?  ¡Cómo me gustan las trampas!

Aparte de mis hijos, no me debo a nadie; al menos eso he crecido creyendo.  ¿Piensa que me tiene que compartir?  ¿Me quiere compartir?  ¿Un trío?  ¿Me pide permiso para compartirme?  ¿Me lo informa?  ¿Quiere saber si hay alguien?  Todas las posibilidades me gustaban.  Mujer fuerte de gustos refinados, particularmente por el sexo rudo e intenso, no era de pedir permisos ni andarse con rodeos.  Ella conocía a la perfección que aun en el sexo sin amor —que es el mejor de todos los amores— me imponía con religiosidad la dedicación absoluta al placer total.  Deduje que debía dejarle saber que cuando la viera, solamente iba a ser de ella.  No me estaría compartiendo.  Así que a las 9:05 de la noche del miércoles, 14 de enero de 2015, le contesté:

—Compartir…

Habiendo sido corredor de bolsa, sabía que la venta a la gente poderosa e inteligente requería estrategia.  Se presenta el producto y sus bondades, se explica para qué sirve, se profundiza en la conexión que existe entre el carácter de la persona y el producto, propones la transacción y te callas la boca… el primero que hable… ¡pierde!  Resignado, esperé.

No me quejo, he tenido suerte.  No solamente he tenido buenas amantes, bellas y dulces, sino además, geniales.  Uno siempre está a merced de ellas.  Ellas deciden, aunque uno piense lo contrario.  Cuando uno cree que ha conquistado una mujer, hace tiempo que ella lo había decidido.  Pero cuando las mujeres son geniales, el enigma juega para incrementar el placer.  ¡Bendito sea el placer!

A las 5:13 de la tarde del jueves, 15 de enero de 2015, Estela contestó:

—Compartirme…