Zucará


Plumerillo rojo

Cual pulpo rojo,
tentadora belleza
que brota vital.


Flor de plumerillo rojo o zucará (Calliandra tweediei) en un jardín de Montevideo.

Flor amarilla


«Yellow flower in the dark», por Larm Rmah (CC0).

 

Yo nací solitaria,
nací del mar,
como una planta que crece
desde la sal.

Una flor amarilla
en medio del mar.

Soy el océano encerrado
en una habitación.
Yo aprendí del oleaje
azotador.

Soy olas que golpean
contra las ventanas.
Soy vida que combate
la puerta cerrada.

Yo nací solitaria,
nací del mar:
una flor asustada
en medio de la nada.

Raíces marchitas
a causa de la sal.
Una flor amarilla
en medio del mar.

Tesoros


Me quedé con mis años,
como quien acuña tiempo
para cuando haga falta.

Dar vueltas relojes de arena
de ser necesario o romperlos,
sentir como se desvanece
el tiempo entre sus granos.

Me quedé con los mensajes,
esas cartas del futuro,
esos poemas que iba a escribir.

Apretar las manos y contener
el tiempo y sus apremios inexorables,
cual vaina sin su sable,
cortando segundos por doquier.

Me quedé con las imágenes,
verdaderas estatuas, monumentos
del inevitable paso del tiempo,
sin las arrugas como regímenes.

En su brillo inentendible de lozanía,
comprobar la escena perdida,
recordar lo hermoso de la lejanía,
de los recuerdos, de la memoria fallida.

Me quedé con estos versos,
escritos en mi mente, catarsis,
lluvia, torrente casi seco,
de palabras mal elegidas, némesis.

Las crónicas dictarán sin duda,
de esta fragua mal implementada,
ese retorcer del verbo y la rima,
la memoria de lo fácil, de lo que surja.

Diéresis


Se mojan las palabras bajo la lluvia.

La intención de sus trazos persiste impermeable,

y el papel se desentiende de la humedad evidente e imparable.

Como cáscaras de avellanas, portas un aroma poderoso,

tal cual las fragancias que se tornan deidades en madera,

así mismo procede la esencia que crece en tus profundidades.

Dicen que las mejores azúcares son aquellas que bailan con el paladar,

las que logran acariciarte la lengua y besarte justo en el centro del gusto;

yo me declaro culpable de soñar con el arrebato sorpresa de tu vino,

el degustar lentamente las confituras de tus labios,

y escuchar con intensa atención a tu mente pensar en voz alta.

El papel de las notas que dejo en tu casillero

está hecho de las flores que brotan del cactus trepador;

haciendo eco a su gran nombre,

mi ser decide marchar con sigilo por los corredores de primavera

que me llevarán a verte,

escuchar tu dulce voz,

y sentir que la lluvia soy yo;

y tus ojos, el sol.