Mi amigo me habla en plural:
«Estamos bien y tú qué tal»;
y un pálpito egoísta
me dice:
«Te he perdido para siempre».
No pienso extraer
ninguna conclusión
ni conformarme con las migas
de la edad adulta.
El amor se mantiene
—supongo—,
pero el tiempo se descuartiza
en pequeños instantes, ocasiones.
Los verbos pierden su sentido,
o se rebajan a la mínima esencia.
Coincidir sustituye a estar.
A ver si nos vemos pronto
es nuestra frase de ahora.
Quedamos esta tarde
fue nuestra frase motora.
Y no voy a sacar
ninguna conclusión,
tal sólo reivindico y desnudo
mi rabieta,
porque lloro perder a mi amigo
cuando me habla en plural.
«Estamos bien, y tú qué tal».