Y es que hay que tener mucho cuidadito con lo que se desea, que como te descuides se cumple y ya la has liado. Y encima no te puedes quejar, porque es algo que tú querías.
No es la primera vez que me pasa. Hace apenas dos años y medio yo me creía muy graciosa cuando decía: “yo de mayor quiero ser Felipe”.
Felipe era un compañero mío, asesor de mi jefe, que no daba un palo al agua, pero que tenía un sueldazo… y siempre se quejaba de todo el trabajo que tenía pendiente. Mientras, nosotras estábamos hasta arriba de trabajo y terminábamos por hacer esa tarea que le habíamos solicitado a Felipe para poder seguir adelante con nuestro propio tapón laboral.
Pues en apenas de seis meses os juro que mi petición se hizo realidad.Me convertí en Felipe. Evidentemente no fue de forma literal pero casi: heredé su cargo, su mesa y su silla y hasta su número de teléfono. Sólo falló un detallito: el sueldo.
El resultado fueron meses de aburrimiento sin límite, porque una vez conseguido el objetivo comprobé que eso de estar todo el día mirándome el ombligo y para colmo igual de pobre que antes, pues no me gustaba nada.
Fueron sólo cuatro meses, pero créeme que me dio tiempo a leer los más de 600 correos tontos que tenía almacenados en Hotmail. Desde la cadena solidaria, hasta el chiste más malo del mundo, pasando por ese en el que te piden que reenvíes el correo en cuestión a “nosecuanta” gente para que no se te caiga el pelo en tres horas o el del niño que necesita que le donen un riñón -que espero que haya tenido suerte porque el mail tenía 16 meses de antigüedad-.
En esa época también hacíamos bromas con frecuencia sobre la ocurrencia que tuvieron las feministas de los 60 y 70 al incorporarse al mundo laboral y la supuesta liberación de la mujer que al final nos ha llevado a trabajar dentro y fuera de casa, con menos sueldo y aun menos reconocimiento.
En esos momentos solíamos decir que para eso, mucho mejor en casita tranquilas, con la mopa y mucho tiempo para ir al gimnasio, a los museos y desayunar tortitas con nata con las amigas.
Y “voilá” unos meses después ya soy mujer florero. Bueno, mujer florero y parada para ser más exactos. Y tal y como están las cosas creo que puedo ir mañana mismo a “los chinos” a buscar unas bonitas flores de plástico para ponérmelas en la cabeza, porque como las compre naturales, no me va a dar el subsidio del paro para mantener frescas ni unas margaritas. Bueno, ni para eso ni para los museos, las tortitas con nata, ni casi la mopa.
Así que, a partir de ahora me voy a tomar mi tiempo para meditar mi siguiente deseo y a estudiar porqué nunca funcionan con los temas relacionados con la lotería.
Debe estar conectado para enviar un comentario.