Fenómeno


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Tu boca en celo.
Tu piel de fuego.
Tu piel morena.
Morena, tu piel de fuego
despierta.
Tu piel,
ojos,
boca
salvajes
encienden.
Feroces
llaman
mi deseo.

Hundido


El día naufragó
cuando más necesitaba concentrarme.
Entre los pliegues de las obligaciones
el día.

No soy dueña
de mis actos.
No soy dueña
de mis santos.
No soy dueña.
No soy dueña. No.

Sabrás disculpar mi sed.
Sabrás disculparme.
Tu boca arde.

No solo te extraño por…


Para mi hermosa Mirosh

Un desarraigo inconsecuente se asila en mis sentimientos.
Dos que tres recuerdos me murmuran tu ausencia.
Un centenar de latidos impolutos calibran mi ser,
recordándome que requiero de ti y de tu compañía.

La estrechez falaz que embarga mis brazos
solo ahonda la cínica ansiedad de tenerte aquí y ahora mismo,
para palpar de forma afable todo tu ser, entre la pequeñez de mis manos…

Esta nostalgia irreverente no ha hecho más que consumirme.
Me oprime y de manera insolente me desespera.
No me resta más que contar minuto a minuto y día tras día,
el instante mágico en el que vuelvas a mi regazo.

No solo te extraño porque me hacen falta tus caricias,
o porque sinceramente desfallezco esperando poder,
de forma frenética, amarrar nuestros cuerpos,
entre la lujuria, pasión y ternura.

No solo te extraño porque me hacen falta tus cuidados,
tus regaños y la comodidad de tus preocupaciones,
que, en todo momento, buscan mi tranquilidad.
No solo te extraño por esto, por lo otro o por aquello…

Te extraño a ti, a tus risas y a tu cabello alebrestado.
Te extraño a ti, a tu cuerpo, a tu infalible, loca y benigna compañía.
Te extraño a ti, mi pequeña y desfachatada esencia de vida y alegría…

No voy a olvidar que…


Para mi hermosa Mirosh.

No voy a olvidar que estás impregnada
en mis olores y sabores.
No voy a olvidar que estás en cada flor amarilla
que aplasto en la calle, nuestra calle.
No voy a olvidar que estás en cada atardecer
y en el sonido bravío frente al mar, nuestro mar.
No voy a olvidar que estás en cada minuto
que respiro amor y alegría en mi vida, tu vida…
No voy a olvidar que estás ahí, en ese espacio sigiloso
y esquizofrénico, entre las sábanas y el colchón, en ese mágico,
chocante y delirante espacio que añora constantemente
nuestros combates de piel con piel y pura miel.

No voy a olvidar que estás en mis sensatos destellos de luz
y de rebeldía. Tu loca, exquisita e insolente rebeldía acariciando
e incitando siempre a la mía, nuestra rebeldía.
No voy a olvidar que estás en este espacio vital, gravitante,
acompañándome, consintiéndome, animándome, añorándome
y desde luego requiriéndome y deliciosamente amándome.
No voy a olvidar que estás en mi mente y no sé cómo,
pero atestando delirantemente con amor, pasión, lujuria y ternura,
cada momento de mi vida, de nuestras vidas y nuestro amor.

Sangre azul


El brillo del acero
luce azul.
Vibran los tendones
oponiéndose a la herida.
Atropellan
filo y sangre.
Resistencia.
Mana roja y ordinaria,
sin realeza.
Coagula en el aire
la sequía.
No sabe de blasones ni abolengo.
Tampoco llegará al río,
tumba azul.

El poeta…


Para el poeta, expresar y escribir sus líneas
es una tristeza, un sufrimiento. Pues, esa triste alegría
y ese dulce sufrimiento, lo goza, lo vive, lo siente
y lo enfrenta en la vida y en el amor, sin poses, tal cual.

Sin miedo a sentirse más solo que el mundo,
con una alegría entre pecho y espalda, algo que asfixia,
algo reprime, algo como una alegría muerta más o menos.

El poeta vive la vida y la muere al instante,
se levanta nostálgico y se acuesta alegre.
Revisa páginas y recuerdos en los que transcurre su vida.

Escribe diáfanas sentencias de amor, versos de rabia,
líneas de dolor y formas escabrosas de maleable pasión.
Conjeturas locas que le da por escribir,
para encomiar y evocar su existencia y la vida misma.

Amor, dónde estás…


Dónde estás amor, te siento tan cerca y no te veo.
Vos que siempre me quieres y me requieres,
para darme un golpe rústico y suicida de pasión y desolación
y luego atrincherado, caer rendido
ante tu fatídica conspiración de aquello que llaman felicidad.

Dónde estás amor, por qué huyes de mí.
Me dicen que no te busque, que te espere
porque tú debes venir a mí.
Tal vez estás en tamaño racional, sencillo e irreverente,
de la presencia más dulce o de la figura más escueta de una airada mujer.

Dónde estás amor, tal vez ya pasaste y no te vi y peor aún, no te sentí.
Tal vez me engañas y nunca vienes a mí. Tal vez solo viví una parte de ti.
Pues sí, aquella donde una efímera situación me invade,
donde prevalece la insolente desesperación
de no tenerte aquí, de no sentirte en mí, amor…