El círculo de la crisis de la patata


Aunque primero fue el grito,
no tardó en aparecer la dureza
con que oscureces mis palabras
al dejarlas a tu suerte.
Cuando tras sostenerlas y arrastrarlas
me las devuelves en frío
y tan deformes
con ese tono tuyo tan gris.

Y aquí sigo a solas con ellas,
bajo tu mirada más corta
y tu silencio
que conduce a un abismo
que se extiende como una llaga
desde la mañana a la madrugada,
y apenas contiene más
que el cansancio
acumulado en mi pecho
que necesito sacudirme
como un pez con esa piel mía
tan gris.

Y desearé de nuevo
que reserves espacio suficiente
para tanto desencanto
amontonado en tus ojos,
que amenaza siempre
con desbordarse.