Definitivamente, sí


Ya pasaban diecisiete minutos de las cuatro, y yo sin ponerme manos a la obra. La noche anterior me había acostado tarde.

Tenía que ser rápida pero, sobre todo, inteligente.

Había estado pensando en cómo deshacerme del cuerpo de Sara, que ya descansaba inerte en el maletero de mi coche. Tuve que romperle las piernas para que cupiese. Vaya ocurrencia.

Verme expuesta por obligación a una situación de tal calibre en la realidad me excitaba. Yo, que me pasaba horas mirando esos programas de crímenes que ponían en la televisión todos los días, tendría que tener material de sobra para llevar a cabo la acción. Estaba claro que me iban a pillar. Lo sabía, pero la idea me gustaba… La sensación de que todo terminaría rápido nacía en mí de una manera extrañamente apasionada.

Sin duda, el error, del que yo no tenía culpa alguna, había sido empezar por el final; la mayoría lo hace así. No resulta original.

Sé que no te gusto y que te recuerdo a tantos otros como yo. Quizás,si practicases un poco más…

Dejé caer la cabeza y sentí un latigazo en las cervicales.

¡A la mierda! A volver a empezar, ¡joder!

¿Está seguro de que quiere abandonar la aplicación?

Es posible que los cambios no se guarden…

Bruna


Bruna comienza el día contándose no sé cuántas mentiras. Algunas se las cree y a otras les hace oídos sordos.

—Hace buen tiempo. Está soleado y corre un poco de brisa. Seguro que viene directamente del mar —se dice—, porque es fresca y humedece mis mejillas —relata tocando sus dos carrillos rosados.

Tiene la belleza precisa, la que invita a mirar un poco más y saborear durante otro par de minutos.

—Mi mente está casi en blanco, no puedo dejar un único pensamiento en mi masa blanca, sin que resbale por ella.

Tira a canasta las dificultades y se ríe cuando se quedan rodeando el aro, infinitas veces. Y se felicita por ello.

Hasta cuatro veces se levanta del sillón.

—Si en algún momento me llega la relajación, me incorporo agresivamente. Si lo hago soplando, expiro suspiros hasta llenarme de polvo. Serán los residuos del aire quienes completen la nada ruidosa acumulada sobre los muebles, con intención de protegerlos y darme abrigo —asegura con la firmeza que acostumbra.

Se toca la nariz, los ojos y la boca, haciendo un recuento de las partes de su cara, aprendiéndolas.

—Como alguna vez hice de bebé. Aunque, ahora, intente estrujar pesos y daños hasta escurrirlos goteando por mi barbilla —narra orgullosa.

Recorre las calles flotando. Un fantasma más que no toca el suelo. Estira cualquier línea horizontal y la hace tierra firme por la que caminar. Captura pizcas de cielo y las añade como granos a la senda que la invita. Elige cuántos cuerpos debe unir para derribar cualquier muralla, en lugar de levantarla.

Bruna termina el día como comienza, pero el sueño acude a ella tres minutos después de tumbarse bocarriba.