Canción al revés


Estoy a un nombre de conocer tu paso,

y tengo en la punta del alma el suave ronroneo de tus labios.

Te duermo en cada amanecer, cuando el susurro de la luna despierta el día,

y en cada pincelada de café,

remuevo aquel color con el que te beberé sin prisa.

Deseo morir, gozar al fin una vida eterna de quererte,

pisando la cima de aquel beso nevado que me asomó al infierno.

Hoy te imagino en este mundo invisible,

luchando en este duelo a punta de placer,

desde donde unas líneas ausentes de sonido,

reescribo esta historia hecha canción, sin ritmo y al revés.

Situado


Situado en un punto álgido y extremo del amor
no lo vivo, no lo sufro, pero lo disfruto.
Situado en un lado áspero y sugestivo del instinto sexual
no lo comprendo, no lo aprecio, pero lo gozo.

Situado en la parte íntima de la efímera depresión
no la aborrezco, no la conservo, pero la siento.
Situado en la realidad agobiante de la traición,
no la distingo, no la asqueo, pero la conservo.

Situado en la conclusión flagelante que difiere
mi realidad de la tuya, digo de tu traición y mi dolor,
comprendo que fue repugnante la realidad que me hiciste vivir.

Situado entre el dolor del amor y el dolor de ser amado
y de haber amado, finalmente termino asimilando la situación entre
el placer de amar y de ahí en más avanzar al dolor por amar.

Remembrando y recabando


Cuando tu amor y mi dolor se juntan y luego se despiden.
Cuando tu placer y mi decepción se apasionan y luego desaparecen.
Cuando tu cuerpo y mi alma se unen y luego despegan.
Cuando tus labios y mi boca se aman y luego se atosigan.
Cuando tu piel y mi cuerpo se entrelazan y luego se agobian.
Cuando tus caricias y mis manos se seducen y luego se odian.
Cuando tu ternura y mi dulzura se amalgaman y luego se deslucen.

Voy remembrando y no mucho después
voy recabando mi soledad, tu amor y mi dolor.

Rememorando que la vida de mi vida fuiste vos,
y recabando que en algún momento hasta mi vida daba por vos.
Recordando y recabando, querida, mis llagas invisibles y tus cínicos temores.
Recabando y evocando mi fidelidad y tu traición.

Remembrando y recabando,
recabando y recordando,
recordando y olvidando
tu amor y mi dolor.

Amigos que juegan


Martin_Van_Maele_-_La_Grande_Danse_macabre_des_vifs_-_34

por Reynaldo R. Alegría

A las 2:45 de la tarde del martes, 16 de septiembre de 2014, recibí un mensaje por WhatsApp.

—Compláceme y escribe sobre la lujuria del dolor y el placer.  Después de todo ese gusto te lo debo a ti.

—Me vas a tener que explicar por qué ese gusto me lo debes a mí…

— Bueno hubo una noche que en el juego de cuerpos ese hombre mordió y apretó todo mi cuerpo de tal modo que mi piel blanca se volvió azul y morada.  No se dio cuenta de la rabia de él sobre su cuerpo.  Ella solo sintió cómo el dolor comenzó a cegarla de placer nuevo y desconocido…  otro nivel para su ya conocido hedonismo… ¿entendiste?

— Perfectamente…

—¿Ahora me complaces y escribes?

—Será un placer.

—Sal de ahí… para que sepan que esta boca es mía… como dijo Sabina…

La diferencia para que dos personas tarden dos meses o dos horas para estar juntas después de conocerse depende del arrojo y la osadía con que se miren a la cara y uno de ellos le diga al otro sin tapujos, a las dos horas de haberse visto por vez primera, vámonos a mi cama.  Las flores y los chocolates son grandiosos para un buen romance… y para esperar dos meses para ir a la cama.

Una noche, de niño, miraba una pelea de boxeo.  ¿Has visto un boxeador herido y maltrecho, que sangrando celebra haber ganado un combate?  ¿Has pensado que ese hombre tiene mucho dolor?  ¿Pero vez cómo se regocija por su victoria mientras la sangre le baña el rostro?  La victoria produce placer ante el dolor.  Me di cuenta desde niño.

A  Miraida, mi vecina de cuando era niño, le gustaba que la pincharan en el dedo y le sacaran sangre.  Gritaba.  Y entonces pedía que se lo hicieran de nuevo.  No dolió, decía.  Me gusta.  Hay personas como ella y como tú, que tienen un umbral más alto del dolor.  A quienes el alivio que le provocan las endorfinas que producen su cerebro ante el dolor los excita.  Aquellos a quienes el dolor consentido se les redistribuye a las zonas del cuerpo que producen placer.

Que te dejaras llevar a mi conquista urgente, de dos horas en vez de dos meses… o dejarme conquistar por ti, me hizo sospechar que la falta de control te emociona.  Además, tenía muy frescos esos libros del Marqués de Sade que me había prestado Teresa.  Y tenía frescos sus cuentos.  Esos de que le gustaba que le halaran el pelo mientras tenía sexo.

A ti te quise morder.  De a poquitos.  Clavar mis dientes en tu cuello.  En tus hombros.  Como murmurando placer.  Sin la intención de marcarte, sino la de extraerte placer.  Y mientras más te mordía, más te retorcías de gusto.  Y estirabas el cuello hacia atrás.  Te gustaba.

—¿Satisfecha?

—Pero claro.  Yo soy muy sexual, sin tapujos.  Mujer que tiene y le gusta el sexo.

—¿Una invitación?

—Siempre quedó algo inconcluso.

—¿Entonces?

—Me gustaría que escribieras de amigos que juegan.

—Cuéntame…

Foto: La Grande Danse macabre des vifs, Martin Van Maele, dominio público.