Más que vivir la historia, ella es como un tren enorme que a veces nos envuelve con su ruido, y empequeñece las imágenes que realmente nos pertenecen: El contrato de trabajo, las horas entre apuntes de la universidad, el adiós a una ciudad, las vacaciones entre grandes montañas. No, eso no es lo más profundo de la historia. Es la inmensa barbarie que se esconde cuando sólo importa lo que se mide con riqueza y pasión ciega, y comienza a gritarse con descaro que deseas degollar la garganta de tu educado vecino. Es cuando la historia decide moverse sonriendo a vivos y muertos.
Debe estar conectado para enviar un comentario.