Poema a «detectives salvajes» (I)


Te fuiste temprano,
la huella de tus poemas
no alcanzaron a tocarme,
no me hallé con ellos,
los perros románticos.

A Ulises, la moto y el burro,
nada les faltó, sus alucinantes
correrías llevan escritas siglos,
no tenía sueños cuando me presenté,
sólo vi faso en boca y cara de siempre.

Pero él no tuvo que hacerme
la desconocida, tampoco esperó
a que saliera del baño a corregir
el plomo de cada palabra, menos
gritarme en la cara, ya nada sirve.

Belleza


Concepto dulce
de lo que ya no tengo,
de lo que ya perdí.
Palabra que guarda,
en tres sílabas y siete letras,
la compleja subjetividad del ser humano.

Belleza que llega y de a poco se aleja.
Término excelso que induce mi mente.
Siete letras que me abruman.
Palabra dulce, que me acalla.

Luz


Tengo un corazón a punto de dar a luz, no es mío y aún así está en mis manos, alguien imaginó esta expertise poética como currículum para atender casos así.

Respira — le digo o finje parecido al resuello de un animal en apuros, por favor ilumina con tu naturaleza sabia el destino de estas manos, extranjeras entre tanta vida.

Abrazo la soledad de estos momentos íntimos y escucho la piedad, murmullos en códigos de acción y guía, reflejos dolorosos y la sangre no viene sola.

Sístole / Diástole / Sístole otra vez

No quiero verte morir en este frío, Junio no es bueno para estos nacimientos, sin embargo, fecunda es la vida y sin trascendencia la muerte, Let it be.

Tanto mar es el amor,
no puedes callar ante su presencia,
te besa y la tierra parece libre,
te deja y el cielo es canto de cuna.

Puedes salir expulsado en su llanto,
intentar aliviar su dolor es innecesario, no sabes el por qué menos el cómo, entregas tus brazos y así es el silencio.

Hermosa presencia ante tu mirada,
sangra el corazón y en su último esfuerzo sale a la vida el amor hecho de luz, cómo sostienes algo intangible.

El aire no puedes atrapar a menos en tus pulmones, el silencio es invisible y daña de igual forma, la tristeza propia es un lugar de autoexilio, así el sol no sana heridas solamente acelera con ardor la falta de cariño ante la piel del alma.

El sonido avisa el golpe pero no advierte la rudeza del mismo, y cuando refulge el daño total, una sombra en tu cuerpo te dice, todo sana con el tiempo y ni siquiera sabes qué es eso, a dónde ir en caso de necesitar más para sanar el misterio del dolor sin moretón y sin defensa mayor.

Y ahí estás
queriendo atrapar
la luz del amor,
esa sólida incandescencia,
una necesaria calidez
en días de frialdad artera.

Ahí estás
queriendo salvar
un corazón bueno y sereno,
dió todo por amor,
mas nunca pensó le pertenecía
aunque fuera propio.

Estás
porque respiras
de forma automática,
a veces no deseas
saber cómo se hace
para salir ileso.

Estás
porque no pensante
dónde mejor estar
cuando ése era
tu lugar de luz,
— era. —

Era junio… del ’88


Si hubieran existido los móviles
en junio del 88
tendríamos foto de la pizarra verde
llena de despedidas blancas
escritas a mano
a medio camino
entre la alegría y la melancolía.

Si hubieran existido los móviles
en la clase de 8°
la pizarra no habría sido verde
ni tendría tizas blancas
ni hubiéramos leído
con tanta emoción
lo que nuestros amigos
-hasta entonces de pupitre-
en letras y sonrisas nos dedicaban
al tiempo que el verano
por las ventanas se colaba.

Tiempo


Una alfombra de tiempo

reaparece en la tarde,

y tenemos esa oportunidad,

de alargar algunos momentos para tu propio yo,

de seguir palpando sin nervios,

unas líneas del día que no escapan.

 

De poder sentir que la vida,

es una corriente de aire con esencias.