
En La isla de Orión existía un soldado de las Tropas de la muerte que gustaba mucho de una sirvienta. Luego de cierto suceso, en el que la protegió del ataque de un par de soldados que pretendían abusar de ella, el soldado logró captar la atención de la mujer y enamorarla. Con el tiempo, la sirvienta quedó embarazada del soldado. Ningún miembro de las tropas tenía permitido ejercer la paternidad, solo los hombres del campo. Lo único que pudo hacer por la sirvienta, antes de abandonarla, fue usar un poderoso ritual sobre ella. El ritual provocaba que su útero saliera de su cuerpo para quedar oculto en una pequeña cueva. El útero quedaba conectado a ella por un ingenioso mecanismo de mahou, donde el intercambio sanguíneo entre madre e hijo ocurría con normalidad; como si la sangre fluyera a distancia a través de hilos invisibles.
Haciendo eso, logró parir a su primer hijo, al que puso por nombre Dimitri. Inmediatamente la sirvienta, usando mahou, dirigió al niño al centro de crianza más cercano. Allí fue educado hasta los trece años y se le obligó a construir su talismán de la muerte. Luego de la creación de su talismán, Dimitri quedó en coma durante unos meses. En cuanto despertó, de inmediato se lo reincorporó al programa de crianza para la etapa final. Allí le realizaron pruebas que definieron su destino dentro de la Isla de Orión. Fue considerado apto para participar en el entrenamiento inicial de las Tropas de la muerte.
***
Luego de años de entrenamiento en lucha cuerpo a cuerpo, habilidades vudú y mahou, Dimitri logró pasar las pruebas finales que lo calificaban como un miembro oficial de las Tropas de la muerte. Se le asignó una cantimplora prisión y un Ave del terror. Ejerció sus labores como soldado durante años con total normalidad, hasta que tuvo un extraño sueño. Un sueño recurrente.
—Dimitri, no me conoces —decía una voz femenina llorando—. Soy tu madre y necesito tu ayuda.
Dimitri se despertaba sudando frío cada vez que tenía esa pesadilla. Sin embargo, un día decidió realizar un ritual de vudú que le permitía acceder a sus sueños. Todo esto con el objetivo de confrontar la voz que lo atormentaba.
—Dimitri, no me conoces —decía la misma voz femenina llorando—. Soy tu madre y necesito tu ayuda.
—¿Cómo puedo ayudarte, mujer? —respondió Dimitri, dentro de su propio sueño.
—¿Puedes oírme? —la mujer dejó de llorar debido a la sorpresa, luego sonrió.
—¿De verdad eres mi madre? —preguntó un escéptico Dimitri.
—Llevo años intentando hallarte con un ritual de ubicación, hasta que logré contactarte en tus sueños —dijo una preocupada mujer—. Te explicaré todo con detalle.
La mujer envió una serie de visiones que le explicaron a Dimitri que, como sirvienta que era, no podía salir de la base central de las Tropas de la muerte y que necesitaba su ayuda. Le mostró la localización de la cueva que contenía su útero y le pidió que sacara a su medio hermana de allí.
—Dimitri, como varón que eres, podrías trabajar en los campos o ser soldado —dijo su madre—. Pero ella, siendo hembra, solo puede ser sirvienta o concubina.
—¿Y qué puedo hacer por ella? —respondió Dimitri, intentando brindar un genuino favor a su recién conocida madre.
—¡Sálvala del abuso! ¡Ocúltala, por favor! —gritó en ruego la atribulada madre—. Estoy muy vieja para parir. Luego del parto, de seguro moriré. ¡Ayúdame, hijo!
Dimitri quedó abrumado ante tal petición. Pero, sabiendo que a su madre le debió costar mucho tiempo y esfuerzo localizarlo para mantener esa única conversación telepática, aceptó ayudarla. Después de todo, siempre tuvo el deseo de conocer a su madre y se sentía en deuda con ella por no haberse deshecho de él antes de nacer.
Llegó a la cueva donde estaba el útero de su madre y, tal como ella le indicó en las visiones, usó un cuchillo para sacar a la niña de allí y guardarla dentro de su cantimplora prisión para esconderla del sistema opresivo de la Constelación de Orión. También le dejó instrucciones para usar un ritual que convertiría los restos de su útero en una pequeña habitación dentro de la cantimplora, con el fin de ocultar la presencia de la niña y de protegerla de los efectos dañinos de la cantimplora prisión.
***
Dimitri tenía por costumbre robar a los demás soldados cualquier cosa que pudiera serle de utilidad, así fue como logró robar un reloj de inmenso valor. Cierto día, escuchó a unos soldados hablando sobre algo que enterraron en cierto lugar. Usando sus poderes de telepatía logró obtener información directamente de sus mentes, pudiendo llegar de manera muy sencilla a la ubicación de un supuesto tesoro.
Al llegar al punto en cuestión se dio cuenta de que los soldados no exageraban, efectivamente habían enterrado algo de mucho valor. Usando su poder de psicometría, llegó a la conclusión de que se trataba de un genuino amuleto alquímico que perteneció a algún desafortunado Caballero Rosacruz que intentó entrar a la Isla de Orión desde arriba. La barrera anuló el manto de aura que le permitía volar, provocando que su cuerpo se impactara contra el suelo y muriera. Como parte de su uniforme, los Caballeros rosacruces tenían un amuleto con el símbolo de su orden. Este amuleto especial contenía mucha información acumulada, a la que los alquimistas podían acceder para mejorar sus conocimientos tanto del mundo como de la alquimia.
Al ser un practicante de vudú y al tener su núcleo del alma separado de su cuerpo dentro de su talismán de la muerte, era imposible para Dimitri practicar la alquimia. Sin embargo, enseguida pensó que su hermana, al no haber sido obligada a crear un talismán de la muerte, podría aprender al menos las bases de la alquimia con los conocimientos teóricos que Dimitri adquirió en la milicia con respecto al núcleo del alma. Pero en lugar de entrenar a su hermana, Lucca, para separar el núcleo de su alma y encerrarlo en un objeto; este se centraría en ayudarla a descubrir por sí misma cómo sacar provecho de ese núcleo y generar, al menos, un mínimo de aura que permitiera activar el amuleto alquímico y así poder entrenar adecuadamente con la información contenida en él.
***
Eventualmente, Lucca consiguió usar las nociones que Dimitri le enseñó y, con mucho esfuerzo y dedicación, usó años de su encierro obligado para entrenar hasta el punto en que logró volverse consciente del núcleo de su alma. Como premio por sus logros, Dimitri tenía la costumbre de sacarla a pasear con mucha precaución muy cerca de la barrera. Siempre vigilando que ningún soldado la viera. Dado que, si era descubierta, sería abusada por las Tropas de la muerte y obligada a vivir como sirvienta o concubina sin que Dimitri pudiera hacer nada al respecto.
Luego de mucho entrenamiento, la brillante muchacha logró activar el amuleto usando un pulso de aura. Dimitri la llevó a celebrar cerca de la barrera y Lucca aprovechó para hablar con él.
—Hermano, ¿no quisieras dejar de ser soldado? —preguntó Lucca.
—Sabes que en esta maldita isla es imposible dejar la profesión que te asignan. Tú, que eres la más libre aquí, vives encerrada en una cantimplora —protestó Dimitri—. ¡Ya deja de soñar y termina de estirar las piernas!
—¿Sabes? Quisiera poder ver el sol más seguido —dijo Lucca mirando al cielo—. Y quiero que sonrías, que seamos libres y tengamos una larga vida.
—¡Tú solo dices disparates! —refunfuñó un amargado Dimitri.
—¡Escapemos! —sugirió Lucca.
Dimitri respiró y se armó de paciencia con su hermana. Recargó algo de sed de sangre en su mano y disparó una bola de energía oscura a la barrera. Esta anuló por completo el disparo y lo deshizo.
— ¿Ves? ¡Es imposible! —gritó Dimitri—. La barrera anula todo intento por impactarla . Y si la tocas, ¡mueres instantáneamente!
—¿Es que no lo ves? —respondió Lucca, con una seriedad que no era propia de ella—. Estoy aprendiendo alquimia.
— ¡Explícate! —exigió un intrigado Dimitri.
—En cuanto logré abrir el amuleto, vi que los alquimistas tienen muchas técnicas interesantes —dijo Lucca, con los ojos iluminados por una genuina pasión por el conocimiento—. La técnica de teletransportación podría ayudarnos a traspasar la barrera sin siquiera tocarla.
— ¿De qué demonios hablas? ¡Eso es imposible! —protestó Dimitri—. Pasar por una pared, sin siquiera tocarla, es algo absurdo.
—La alquimia es muy diferente al vudú, hermano. Funciona con principios totalmente diferentes —dijo Lucca mirando a su hermano fijamente—. Los alquimistas lo llaman física cuántica, quiero aprender todo sobre ella para que podamos escapar.
Dimitri jamás había visto unos ojos así, con un brillo azul intenso que lo convenció de que Lucca hablaba en serio y que realmente ella podría estar en lo correcto. Que tal vez sí existía la posibilidad de escapar de la Isla de Orión.
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