Ancestros precámbricos


Un buen día supe

que mi sangre no era solo sangre.

 

Era un efluvio de asteroides

que danzaron con la Tierra

su último tango.

 

Era el néctar de las primeras bacterias

que bañaban a ríos el mundo

de oxígeno fértil y asesino.

 

Era el nacimiento de la Luna

tras su despertar por Tea;

la eclosión de vida repleta

de intentos y de pseudópodos.

 

Era el singular amor de una madre

compuesto de besos y mitocondrias;

era una puerta líquida

a mis ancestros precámbricos,

a cuando todo era joven

y era ruido y furia.