No me busques, amor


Imagen: Davide Ragusa

No me busques, amor, que no te encuentro.

No susurres mi nombre,

borra de tu voz ese quejido noble,

calla esa lengua furtiva que devora.

No te pertenecen más las noches,

ni es respiro la furia de tus ansias.

No me busques, amor,

no me detengas con la piel de tu coraza.

Siénteme única, voraz, lejana.

Ya no vive mi música en tu aire,

y sin piedad te maldice mi silencio.

Deshojaste mi pasión con prisas contenidas

en un grito de dolor que ayer gritaba.

No me pidas, suplica por tu vida

que la mía se alejó por la ventana

dejando atrás tus puertas ya cerradas.

Difusa es la pintura que soñabas

envolviendo mis líneas y un aroma.

Frágil, suave y agitada

ha borrado mi pluma tu misterio.

No se muere el amor, ni la mañana.

Se ahogan los colores de dolor

y en tinta muere el alba y el deseo.

Amor, no me busques,

no dibujes con mis huellas caminos muertos.

Inventé para ti mil laberintos

y he cruzado sin tus manos

lágrimas e infiernos.

No me busques, amor, que no te encuentro.

Le pedí al espejo que te rompa

y a la luna que conjure tu veneno.

No me busques, amor,  borré tu cuerpo,

me escapé de tu beso y del recuerdo.

Abre la puerta, por favor ( I ).


Este es el primero de cuatro relatos que titulé «Visiones en Valladolid», cada uno independiente del resto. La primera entrega la escribí en la capital castellana a mediados del año 2001, es toda vuestra si tenéis un rato y os animáis a llegar hasta el final. Un saludo a todo el reverso desde el más oscuro frenopático.

Las agujas marcan ahora las 3:07 de la madrugada. Otra vez una luz de la luna sobre un pedazo de papel y el murmullo del bolígrafo, sólo mi sombra y una araña en la pared. Antes compartía piso con el maldito conejo blanco y resucitaba al tercer café en las mazmorras de un inmenso reloj de doce plantas (en el sótano). La salida siempre rezaba: sólo personal autorizado. De algún modo burlé al guardia, Seguir leyendo «Abre la puerta, por favor ( I ).»