
Cuéntame, mi viento amigo:
¿Dónde se fueron los sueños?
¿Dónde dejé los empeños?
Háblame, me voy contigo.
Sóplame, quiero sentirte.
Ya todo me queda lejos.
Rompí todos los espejos.
Tengo tanto que decirte…
Pero mi boca está muda,
mis ojos quedaron ciegos.
La realidad es tan cruda,
que devoró los sosiegos.
Y dime, mi dulce brisa:
¿Vale la pena esperar?
¿Sirve para algo luchar?
Aguarda, no tengo prisa.
Ya no.
Ay, viento… Nada comprendo.
Hay tantas cabezas bajas,
tantas voces decayendo,
y gritos que son navajas…
Hay tanto rencor oculto,
tanta herida mal curada,
tanta dignidad chafada,
que pensar es un insulto.
No quiero pensar.
Ya no.
Ni saber.
Ni sentir.
Ya no.
Viento, dime: ¿tú lo sabes?
¿Qué nos depara el futuro?
¿Superaremos el muro?
¿Encontraremos las llaves?
He esperado año tras año…
Han saltado tantas chispas…
Pero el fuego nunca prende.
Ya no sé de qué depende,
que reaccionen las avispas.
Dóciles en el rebaño.
Pero ya no importa.
Ya no.
Llévame, viento a volar.
Sácame de este lugar.
No quiero ver ya más gente
con esa mirada ausente.
Llévame ya, sin demora,
antes de que acabe igual,
con el yugo y el bozal.
Siento que mi alma llora.
No quiero llorar.
Ya no.
No es pena lo que yo siento,
sino un pinchazo de ira.
¿Todavía tengo aliento?
Mi dignidad aún respira.
Mi viento, sé un huracán.
Llama a tu amiga tormenta.
Poned fin a tanta afrenta.
Se acabó implorar el pan.
No me rindo.
Aún no.
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