El legado de los días
donde no valía nada la vida
los callejones que alguna vez vi sombríos
y ahora me daban su cálida bienvenida.
Quiero culpar a la cerveza
o al vino de cantina
quiero culpar a esa mujer y la ligereza
con la que se acercó a hacerme compañía.
Porque no hay quien limite el placer de quien es libre
así como el temor se hace arena ante los buitres
porque en esas playas escondidas
y en esas charlas prohibidas
yace el secreto de las lenguas encontradas,
del pecho a pecho y el sol en mis nalgas
sudando alguna sustancia desconocida
ultrajando a quienes subestimaban mis palabras.
Y ya cuando se aleje el dolor de cabeza
y la claridad vuelva a ser mi fuerte
admitiré mis errores cohibidos
y los chismes inadmitidos
volveré a mi posición fetal de vez en cuando
seguiré con mi camino, seguiré siendo su diablo.