El regalo


La última vez que me dijiste
que me odiabas
fue el día de tu cumpleaños.
Coincidió con una tarde azul,
o una mañana azul,
o azul era; a lo mejor, el color de tu jersey
o la goma con que te sujetabas el pelo
haciéndote una coleta
mientras me decías eso,
que me odiabas.

Pero el azul estaba allí mismo, lo recuerdo
instalado en el salón mientras el regalo
que te había comprado
permanecía a medio abrir sobre la mesa.
Estático, casi atónito.
Como si pensara en su regreso
a la tienda de regalos,
a cambio de otro artículo inútil
que se le parezca.

Blog Amenaza de derrumbe

 

Aniversario


Un año hace ya que esto comenzó
y parados nos miramos
en el mismo lugar
no mucho cambió,
solo nos desnudamos
sudamos nuestras almas
con tal de no llorar.
 
Tú me haces muchas preguntas
solo algunas habré de contestar,
yo sé que tienes muchas dudas
que no puedes disimular.
Sabes bien con quien te metes
o al menos eso sueles afirmar,
no es mi culpa tu sufrir
o quizá sí
pero sabes que puedes marcharte
cuando te quieras ir.
 
No soy una apuesta de largo plazo
llévate lo que puedas de mí;
abusa de mi cuerpo
aunque sea solo a ratos,
no perdones nunca mis ganas de huir.
 
Hace un año ya que me hablaste
que me invitaste a besar tus pechos
y a compartir alientos
has visto tú mis miedos
te han parecido raros y secos
quizás solo sea que me hace falta
tener el par bien puesto. 
 
Pero todo lo has visto
y algo te gusta de mí;
las canas que aún no salen
y mis besos de imprevisto,
mis dedos perdidos
y mis labios en tu ombligo,
sé que te gusta de mí
lo que soy en tu cama y en tu olvido.
 
Hace un año ya
que fingimos ser solo amigos
pero nos queremos entre sábanas
sobre todo si es domingo
y aunque sé que a pesar de todo
todavía nos mentimos,
puedo ver tu rostro sumergido
en mis versos sin sentido
no entiendo si es cariño
o tan solo masoquismo
una muerte lenta
que me incendia con cinismo.
 
Hace un tiempo ya
que anhelo poder escribir
y poderme confesar
dictar mis pecados sin sentencia
porque no hay quienes lleven mis cuentas;
siempre quise un talento
sobre todo ese de ser feliz,
aunque me cueste la vida misma
y hasta de ti deba aprender a morir,
como un final inesperado
una sorpresa sin sabor
mientras observo con cuidado
como el bueno de la historia
se convierte en perdedor.

Aquel Año


Aún se me sigue olvidando cómo nos conocimos,
como las coincidencias se encargaron de juntar los labios
y de robarnos la vida regalándonos caricias,
que rápido se pasan los días, que rápido dejó de existir aquel año.

Aún me dan risa las crónicas que se niegan a caducar,
aquellos incidentes de nuestros sueños truncados
por la incapacidad de perdonar, sí, de perdonarnos
poniendo en contra a la casualidad, condenándonos a ser un par de extraños.

Aún me tiembla la voz al pronunciar mal tu nombre,
los diminutivos que aborrecíamos y que su eco nos retumba
y si hablo en términos de ambos es por la certeza misma
que me da tu mirada desviada, contándome que para vos tampoco fue algo en vano.

Aún me dan ganas de sujetarte y reclamar las sensaciones,
el elixir que una vez cosechamos para ser eternos
y que secó dejándonos a nosotros también huecos
Hasta que la inocencia ocupó de nuevo su lugar de observador aquel año.

Aún sé que recuerdas lo mismo que recuerdo yo,
los cuerpos sin ropa y las mentes sin lógica
las huidas de martes, el vino barato y mi cena mal hecha
el libro que te regalé en el primer mes, cuando aún no sabíamos hacernos daño.

Aún se abren los pulmones para respirar tu aroma
Se reconoce bien la esencia, la piel tiene memoria
como también la tienen las heridas que dejé abiertas
y que no supe sanar cuando tuve tiempo, cuando fuimos plurales, aquel año.

La mirada


Recuerdo perfectamente lo que me enamoró de ella. Fue esa capacidad de sonreír con la mirada. Ese brillo que destilaba ilusión y ganas de comerse el mundo. De comerme a besos.

la mirada

¡Y esos besos tan especiales! Cuando nuestros rostros se separaban, su sonrisa dibujaba un «gracias por hacerme tan feliz«. Sin palabras. Sin sonido. Sin nada que entorpeciese ese momento.

Pero hoy me he dado cuenta de que, con el paso del tiempo, se me olvidó ver cuando miraba y por eso, hasta hoy no he sido consciente de que en sus ojos ya no hay brillo. No hay ese destello tan especial.

En su mirada se dibuja la desilusión que sus labios no quieren decir. Ha sido, en este instante, cuando he sido consciente de que, aunque siga a mi lado, la perdí hace tiempo, probablemente mucho tiempo, pero ni siquiera sé cuanto.

http://lainmortalidadelcangrejo.wordpress.com/2013/09/10/la-mirada/