Según la creencia judeocristiana, lo primero que descubrió Eva, después de comer la manzana, fue la sensualidad. Dedujo que, si bien el templo diseñado por Dios Padre era para ella perfecto, Adán fue quien lo conoció totalmente.
La sensualidad llegó de la mano de la primera mordida al fruto prohibido, cayó como meteorito en la imaginación de Eva y le develó sus capacidades sexuales. Le hizo consciente de sus caderas, de su ombligo, de sus nalgas, de sus pechos, del largo de su cabello, de su nariz, de sus ojos y de los hoyuelos que se le formaban cada que sonreía.
Con la sensualidad, llegó el erotismo e inmediatamente después la coronación de venus.
Venus se vestía con diminutas flores, pequeñas hojas y trozos de tierra seca que, pegadas a su cuerpo, le daban una apariencia de prostituta parisina del siglo XX de nuestra era.
Adán adoraba a Eva y, por ende, Dios quedó relegado, iniciando así el culto a venus.
Según la creencia judeocristiana, Adán fue el primer hombre en desvestir a una mujer y Eva fue la primera mujer en seducir a un hombre.