Palabras hay muchas, tantas como personas, árboles, aves, animales, nubes y planetas juntos. Y ellos son quienes le dan lo más importante a las palabras: sentimiento.
Porque lo importante no son las palabras, sino nosotros.
Su interior brilla, y siempre brillará, mas nuestra boca unida al corazón con un hilo fino lleno de significado es quien decide el color de sus latidos.
De nada sirve decir palabras por decir, como un actor que solo imita aquello que le mandan, sin pensar en lo que dice. Hay que creer en ellas.
Las palabras siempre están ahí, tratando de colarse en nuestro estómago cada vez que el mundo nos convierte en efímeros niños y niñas.
Porque si una palabra está bien sentida, florecerán margaritas en la piel, nacerán dientes de león en los pulmones, observarán con la ilusión de un niñ@ el mundo; volverán a creer en su corazón.
Y el mundo tendrá más sentido.
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