A Serenella Rivera
Ni siquiera lloras con tu rostro.
Te piensas con los rostros de otros,
con gestos ajenos y de monstruos.
Solo quiero sentir ese abrazo
de tus brazos lejanos, sin tiempo,
que ahora son tan solo ceniza.
Lejos, allá en el mar,
flota alguno de tus átomos.
Dispersos, grises e infinitos.
Si el fuego te descompuso,
como alquimista teorizo
que el agua te reconstruirá.
Y si el agua no te da forma,
al menos abrazaré tu silueta,
o tu alma, usando la sal del mar.
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