Caos y alumbramiento


Sutilezas de nuestro tiempo. Un año más en la vida de alguien, el año cero. Pero ahora que el niño ha crecido puede ser cualquiera: indistinguible, anónimo, hombre simplemente. El joven está sentado en el retrete, la mirada fija en el semen que se escurre por las piernas, piensa en los hijos que ya nunca vendrán.

Cuestionamientos sobre la paternidad. El gato lo observa desde el rellano inexistente: cola enrollada alrededor de las patas, bigotitos largos y puntiagudos, filosos como la cuchilla del asesino que intentó vaciarle las entrañas. La ciudad está llena de buitres. Embusteros con el hígado hinchado y un rictus disidente en su rostro. El mundo camina a ciegas, entre tropezones y actos de cobardía, los cuerpos simulan tocarse.

Apresurados, temblorosos, los adormecidos habitantes de esta tierra oscura apenas pueden reconocerse, después de una noche de sexo placentero y meloso. Los niños se mecen en sus hamacas, hechas de piel humana, y después desaparecen, sin dejar huella.

Una llamada telefónica. La voz del viejo cascarrabias amenazó con abrir la boca. Un inocente gime del otro lado de la línea. Sus ojos muy abiertos, amenazan con estrellarse en la nada, su mirada vacía, carente de significados. La voz del viejo cascarrabias continúa su travesía, durante años. Parajes clandestinos, encuentros furtivos: una clave secreta en la puerta del infierno. La débil criatura acaba de morir.

Expiación, la mujer ha caído desmayada en los brazos tatuados del policía. Nadie sabe nada, nadie se enteró de nada. Pero todo el vecindario lamenta la noticia. Compungidas, las viejas damas de la caridad han visitado bares y prostíbulos. Una monja drogada se peina los cabellos juguetones. “Mea culpa. Mea culpa”.

Destrucción del lenguaje. Las palabras se pierden en pozos sin fondo: espíritus que transitan en la penumbra de la noche, desheredados, evadiendo una existencia que les resulta pesada, como el viento húmedo durante los meses de invierno.

Subterfugios de la conciencia. Una madre duerme en la habitación del hijo. Desde una pieza contigua, el marido escucha su inhalar / exhalar trepidante, que tiende a parecer por momentos el sonido de una locomotora gris y destartalada: la herrumbre de la manilla embadurnando el traje del ejecutivo de las drogas, una ventana con marco de madera, moho y cristales rotos.

La aparición de una nueva crisis de ansiedad. Un doctor fraudulento y deseoso de marcharse a casa pronto. Dos pastillas azules. Nada es real. El futuro es un vagón descarrilado, un par de huevos infértiles y llagados a causa de los golpes de látigo.

“No me dejes aquí”. Un espermatozoide grita desde el interior de un plástico adhesivo, manchado de sangre infectada. No me dejes aquí. La voz de un niño que podría encontrar la cura a todos los males. La vida abierta, la vida desnuda, un amplio abanico de posibilidades.

Trivial, intrascendente, un barullo de perros se escucha a lo lejos. La ciudad se asfixia en su propia mierda. “Ha llegado la hora”. La mujer comenzó a sentir los dolores de parto mientras escuchaba los sucesos del día en el noticiario de la radio nacional. Lleva en el vientre una poesía.

Reflexión: LA LLAVE DE LA LIBERTAD


libertadNunca es de sabios entrar donde no te vayan a dejar salir libremente. Esta premisa aplica en todos los aspectos de la vida profesional y personal. En especial, en las relaciones amorosas, la garantía de la libertad no es negociable.

Permanecer al lado de alguien por temor, o aún peor por lástima es devastador. Ser libre física y mental es una decisión diaria. La libertad está en la naturaleza del ser humano, aunque en ocasiones la sociedad y la cultura tienden a dibujar cadenas donde el Creador, en su origen, pintó nuestras alas.

Imagen sacada de la Internet, autor desconocido