A paso
lento, muy lento
nadie sabe.
Al lado de los grillos desaparece
—exactamente—
sobre el tilo en flor donde
las ideas se hacen espesas y lisas.
Justo ahí, se abandona, y
casi pertenece
a la máscara en los bosques que tocan
al mar
y lo llevan consigo.
En las montañas habitan pasos.
Los monos abren el aire y el agua
donde lavar su conciencia
(según la ciencia de los mosquitos).
Y así, la gota
se desliza sobre la piel
del animal herido
y se confunde con
lágrimas
que brotan de los ojos de los borrachos
al contemplar tanta belleza
lloran
En seguida, se bajan los cierres de los bares
alcanzados por los bordes de la claridad
a la que sucumben las joyas.
Entonces
da un salto grande demasiado
grande al abismo.
Y
apenas
roza por un momento
—etéreo—
el olor de la alegría.
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